Conflicto cósmico. Elena G. de White

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Conflicto cósmico - Elena G. de White

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de las almas ocupen tu mente, y no la posesión de beneficios y propiedades. Cuida de no adornar tu casa más que tu alma; y, por encima de todo, presta atención al edificio espiritual. Sé piadoso y humilde con los pobres, y no consumas tus recursos en festines”.[4]

      Debilitado por la enfermedad –el húmedo calabozo le produjo una fiebre que casi terminó con su vida–, Hus fue traído por fin ante el concilio. Cargado de cadenas apareció en presencia del emperador, cuya buena fe había sido empeñada para protegerlo. Mantuvo firmemente la verdad y expresó una solemne protesta contra las corrupciones del clero. Al pedírsele que eligiera entre retractarse de sus doctrinas o sufrir la muerte por medio del martirio, aceptó esto último.

      El triunfo previsto

      Por última vez Hus fue traído ante el concilio, una vasta y brillante asamblea: estaban el emperador, los príncipes de todo el imperio, los delegados reales, cardenales, obispos, sacerdotes y una gran multitud.

      Hus muere en la hoguera

      Cuando el cuerpo de Hus había sido consumido, sus cenizas se arrojaron al Rin, y éste las llevó al océano para que fueran semillas esparcidas por todos los países de la tierra. Aun en lugares en aquel tiempo todavía desconocidos habían de producir abundante fruto en forma de testigos de la verdad. La voz que se oyó en la sala del concilio de Constanza despertaría ecos en todos los siglos venideros. Su ejemplo animaría a multitudes a permanecer firmes frente a la tortura y la muerte. Su ejecución exhibió ante el mundo la maligna crueldad de Roma. ¡Los enemigos de la verdad estaban promoviendo la causa que trataban de destruir!

      Jerónimo se somete al concilio

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