Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García

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Las guerras de Yugoslavia (1991-2015) - Eladi Romero García Laertes

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la oposición de los representantes a la presidencia federal, que votaron en contra gracias al rechazo manifestado por el delegado bosnio Bogić Bogićević.

      Milošević tampoco estaba muy interesado en ceder el protagonismo a los militares yugoslavistas. Sabía y aceptaba que Eslovenia estaba irremisiblemente perdida, y sus ojos estaban puestos en Bosnia y Herzegovina. Una república que consideraba artificial y que deseaba controlar. Sino todo su territorio, al menos una buena parte de él, la que estaba habitada por los serbios y algo más que pudiera conquistarse. De ahí que pretendiera nada menos que llegar a un acuerdo discreto con su teórico enemigo, el croata Tuđman, destinado a repartirse aquel territorio.

      El encuentro, en un principio secreto, se produjo el 25 de marzo en Karađorđevo, una antigua finca de caza creada por las autoridades austro-húngaras para la cría de caballos y que luego pasó a pertenecer a la casa real serbia y posteriormente al ejército. Próxima a la frontera con Croacia, era el lugar ideal para una reunión tranquila en el campo, lejos de testigos incómodos. Tuđman argumentó allí que Bosnia-Herzegovina debía formar parte de su república, pues estaba vinculada históricamente a Croacia, y que su existencia era fruto de los caprichos otomanos, de ahí que el presidente croata no veía viable una Bosnia independiente. Una segunda reunión se celebró en Tikveš (Croacia), otra reserva de caza, el 15 de abril. Es posible que en estos encuentros, de los que no queda documentación oficial, Tuđman se convenciera de que Serbia aceptaría la partición de Bosnia y Herzegovina a lo largo de una frontera serbo-croata, aunque después de las reuniones, Milošević, en un discurso en Belgrado, diera a conocer sus planes para la incorporación de la República Serbia de Krajina en la nueva Yugoslavia que estaba diseñando, lo que chocaba frontalmente con las aspiraciones croatas. El gobierno de Croacia negaría siempre el acuerdo de Karađorđevo, afirmando que en 1991 los serbios controlaban todo el ejército yugoslavo y la rebelión de la minoría serbia en Croacia durante la guerra de independencia croata acababa de empezar, pero está claro que algún tipo de pacto se produjo, independientemente de que más tarde no se cumpliera. Los testigos que años más tarde pasaron por el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia así lo confirmaron, afirmando incluso que en ambos encuentros se habló ya de intercambios de población (es decir, limpieza étnica) y de la posibilidad de aceptar un pequeño Estado tampón bosniomusulmán que acogiera a dos millones de personas que no se consideraran ni serbias ni croatas. De hecho, los serbios de Bosnia se estaban preparando a su vez para actuar militarmente como sus hermanos de Croacia, organizándose en torno a la localidad de Banja Luka (norte de Bosnia, cerca de la frontera croata). Su jefe, otro psiquiatra montenegrino llamado Radovan Karadžić, fundador en 1990 del Partido Democrático Serbio de Bosnia.

      Puede que Tuđman también intentara un acuerdo con Milošević para evitar una confrontación directa con los serbios por la Krajina, pero está claro que aquí tampoco consiguió nada. Seis días después del encuentro de Karađorđevo se produjo un nuevo incidente en tierras croatas provocado por los serbios. El escenario elegido fue el hermoso parque natural de los lagos de Plitvice, en pleno centro de Croacia. Los serbios pretendían incorporarlo a la Krajina, y el 28 de marzo lo ocuparon 100 de sus efectivos paramilitares. La policía croata intervino tres días después desplazando 300 policías en autobuses y vehículos particulares, apoyados por un blindado, y el enfrentamiento se saldó con dos muertos (considerados los primeros de la guerra de Croacia), uno por cada bando, más veinte heridos (7 croatas y 13 serbios). Los croatas también capturaron a 29 rebeldes serbios, a los que acusarían de insurgentes. El ejército federal volvió a intervenir, separando a los contendientes y controlando la carretera que transitaba por la zona. Unos 400 turistas que visitaban el parque, en su mayoría italianos, tuvieron que ser evacuados. El dominio que acabó imponiendo el ejército federal significaba que virtualmente el lugar quedaba en manos de los serbios, lo que motivaría enérgicas protestas de las autoridades croatas.

      Durante aquella primavera, las fuerzas paramilitares serbias se iban haciendo fuertes tanto en la Krajina como en Eslavonia, organizando continuos incidentes que ponían en jaque a la policía croata. Además, sus dirigentes fomentaban el separatismo mediante acciones como el referéndum del 16 de marzo, que decidió con un 99,8% de síes la incorporación del territorio a la república de Serbia. El 1 de abril, el gobierno de Knin proclamaba su intención de separarse de Croacia.

      Pero también había croatas extremistas, muchos de ellos vinculados al partido ganador Unión Democrática Croata, deseosos de eliminar a sus opositores serbios. Así, el 8 de abril tuvo lugar un incidente peligroso en Borovo Selo, aldea del municipio de Vukovar (Eslavonia oriental), junto al Danubio. En el momento del suceso, en este municipio, que incluía la ciudad de Vukovar y una docena de aldeas aledañas, el censo de 1991 registraba 84.189 habitantes, de los cuales 36.910 eran croatas (43,8%), 31.445 serbios (37,4%), 1.375 húngaros (1,6%), 6.124 que se calificaban simplemente yugoslavos (7,3%) y 8.335 (9,9%) de otras etnias o no adscritos. En la ciudad, la población era mayoritariamente croata, mientras que la mayoría de la población serbia vivía en los suburbios y aldeas aledañas. Borovo Selo era una comunidad serbia justo al norte de Vukovar, dominada por una gran planta industrial en Borovo Naselje, donde trabajaba gran parte de la población de la aldea en 1991.

      En aquel día, varios nacionalistas croatas, entre los que al parecer se encontraba Gojko Šušak, lanzaron un cohete antitanque Armbrust contra la aldea. Šušak, futuro ministro de Defensa croata, era un emigrante que había hecho fortuna en Canadá montando una pizería en Ottawa. De regreso a su país, se había vinculado a Tuđman, convirtiéndose en uno de los halcones de su partido. El ataque no hirió ni mató a nadie, pero los serbios lo magnificaron. Uno de los misiles, que no llegó a explotar, fue mostrado en la televisión de Belgrado como prueba de la agresión croata sin que mediara provocación alguna. La tensión se acentuó aún más. A finales del mes de abril, los serbios locales armados, asistidos por voluntarios del nuevo Partido Radical Serbio de Vojislav Šešelj (empeñado a reducir Croacia a lo que pudiera verse desde la catedral de Zagreb, según manifestó en alguna ocasión) y otros grupos nacionalistas, levantaron barricadas en Borovo Selo para mantener a la policía y milicias croatas fuera de la aldea. Šešelj declararía posteriormente en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia que su intervención se hizo por solicitud de Vukašin Šoškočanin, el presidente de la comuna de Borovo y comandante de la Defensa Territorial local.

      En la noche del 1 de mayo de 1991, cuatro policías croatas entraron en Borovo Selo y trataron de cambiar la bandera de Yugoslavia que ondeaba allí por la bandera de su república. El incidente parece haber sido una decisión espontánea de los agentes surgida aprovechando el festivo Día del Trabajo. Pero el asunto salió mal, pues dos de los participantes resultaron heridos y fueron capturados por los milicianos serbios.

      Al día siguiente 2 de mayo, las autoridades croatas de las vecinas ciudades de Osijek y Vinkovci enviaron unos 150 policías a Borovo Selo, junto al Danubio, para liberar a los cautivos. La policía, que viajaba en un convoy de autobuses y vehículos policiales, llegó a la aldea, donde cayó en una emboscada. Doce policías croatas murieron y otros veinte resultaron heridos; los serbios también tuvieron algunos fallecidos, aunque se desconoce el número exacto (entre tres y veinte). Posteriormente, los serbios procedieron a mutilar los cuerpos de los agentes atacantes, lo que inflamó la propaganda croata, que volvió a rememorar el odio étnico surgido en la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades de los chetniks. Por la tarde, el ejército federal volvería a interponerse, retirando los cadáveres.

      Después de una reunión de la presidencia yugoslava celebrada el 4 de mayo, que condenó la masacre de Borovo Selo, el ministro de Defensa federal ordenó a su ejército que tomase posiciones en el área para actuar como un tapón entre los dos bandos. La 63 Brigada Paracaidista se desplegó en la zona, y el primer ministro federal, el bosniocroata Ante Marković, viajó a Borovo Selo para negociar la liberación de los policías croatas capturados. El gobierno de Croacia, por su parte, aceptó la mayor presencia del ejército federal en el área, hecho que luego tendría importantes consecuencias en la inminente guerra que se avecinaba. Dicho gobierno se enfrentó a serias dificultades políticas por los errores

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