Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García

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Las guerras de Yugoslavia (1991-2015) - Eladi Romero García Laertes

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a realizar el servicio militar a otras repúblicas. En cambio en Croacia (como sucedería también en Bosnia y Herzegovina), donde la minoría serbia colaboró activamente, el ejército federal no tuvo problemas para desarmar completamente a los croatas de la Defensa Territorial, y sus autoridades solo pudieron echar mano de la policía republicana, convertida en la denominada Guardia Nacional, a la que se fueron añadiendo reclutas en general bisoños. De todo ello tuvo que hacerse cargo el general Martin Špegelj, ministro de Defensa croata y viejo partisano de la Segunda Guerra Mundial (al igual que su presidente Tuđman), quien no tardaría en verse acusado por los servicios de inteligencia federales (el KOS) de tráfico ilegal de armas.

      Efectivamente, el jefe del KOS, coronel general Aleksandar Vasiljević, al que ya hemos visto espiando a Janša en 1988, se mantenía alerta ante estos acontecimientos, y no tardó en descubrir la secreta e ilegal adquisición de armas en Rumanía y Hungría, que entraban en camiones a través de la frontera húngaro-croata de Virovitica, por parte de Špegelj y sus agentes. Además, lograría grabar secretamente varias cintas, en las que se veía al ministro croata explicando sus planes para desactivar al ejército federal e intentando reclutar a un oficial para la causa insurreccional. Una información que empleó en cuanto tuvo ocasión para desprestigiar al nuevo gobierno croata.

      Bosnia también tuvo sus primeras elecciones democráticas en dos rondas el 18 de noviembre y el 2 de diciembre. Cada grupo étnico-religioso votó a su partido: así, los musulmanes, aunque no habían desarrollado todavía una conciencia nacionalista y más bien eran partidarios de una Bosnia unida y multiétnica, lo hicieron al Partido de Acción Democrática (SDA) de Alija Izetbegović, más proislámico que probosnio; los serbios, al Partido Democrático Serbio (SDS), y los croatas a la Unión Democrática Croata (HDZ). Es decir, en estos dos últimos casos, a partidos nacionalistas a los que les interesaba bien poco el destino de una Bosnia unida e incluso de una Yugoslavia unida, y que consideraban a los musulmanes bien serbios islamizados (o sea contaminados y degenerados), bien croatas asimismo islamizados. La presidencia de la república sería rotatoria, siendo el primero elegido el abogado y filósofo musulmán Alija Izetbegović, el hombre que ya había sido condenado en 1983 por actividades hostiles a la república. En Serbia, las primeras elecciones democráticas se celebraron el 9 de diciembre de 1990. Slobodan Milošević se mantuvo como presidente de la república, y su partido, el Partido Socialista de Serbia (SPS), los antiguos comunistas, obtuvo una amplia mayoría en el Parlamento. Ese mismo mes, después de dos rondas, la Liga de los Comunistas de Montenegro vencía en sus elecciones, siendo elegido presidente de la pequeña república Momir Bulatović, firme aliado de Milošević. Por fin, en Macedonia las primeras elecciones pluralistas se celebraron también en dos rondas a partir del 11 de noviembre. El otrora gobernante Partido Comunista tomó una dirección reformista y cambió su nombre por la Liga de los Comunistas de Macedonia-Partido por el Cambio Democrático liderado por Petar Gošev. Después de que el jefe de la última presidencia comunista Vladimir Mitkov renunciara, el excomunista Kiro Gligorov se convirtió en el primer presidente democráticamente electo de la República Socialista de Macedonia el 31 de enero de 1991. El 16 de abril de ese año, el Parlamento aprobó una enmienda constitucional que eliminaba el concepto «socialista» de la república.

      La llamada de las armas

      Sobre el papel, el ejército federal yugoslavo (el JNA, siglas de Jugoslovenska narodna armija, o Ejército Nacional Yugoslavo) parecía ser una fuerza poderosa, con 180.000 soldados, 2.000 tanques y 300 aviones de combate (todos ellos de fabricación nacional o soviética). Sin embargo, en 1991 la mayoría de este equipamiento tenía más de 30 años: los modelos más extendidos, el tanque T-54/55 y el caza MiG-21, constituían el 60% y el 40% de las fuerzas blindadas y de la fuerza aérea respectivamente. Por el contrario, los misiles antitanque (como el AT-5) y antiaéreos (como los SA-14) eran más modernos y bastante abundantes, y habían sido diseñados para destruir armamento mucho más avanzado. Además, el JNA constituía una fuerza multinacional: los conflictos políticos y la lucha civil iban a suponer la deserción de muchos hombres (especialmente entre los cuadros de oficiales, muchos de ellos procedentes de las áreas del norte de Yugoslavia, más desarrolladas), perjudicando así seriamente la efectividad de este ejército. El ministro de Defensa que lo dirigía en 1991 era el general Veljko Kadijević, partisano comunista nacido en la localidad croata de Glavina Donja, aunque de padre serbio. En 1991, manteniendo buenas relaciones con Milošević, proclamaba una postura firme en defensa de la unidad de Yugoslavia. De, hecho, en enero de aquel año barajaba junto a otros miembros del alto mando yugoslavo la posibilidad de protagonizar un golpe de Estado que acabara con las veleidades de las repúblicas. En este sentido, desplazó a varios de sus subordinados a tantear la opinión de los europeos y los soviéticos al respecto. En un momento en el que el mundo tenía puestos sus ojos en la guerra de Golfo, con Irak como enemigo internacional, nadie parecía preocuparse demasiado de Yugoslavia. De hecho, franceses, británicos y soviéticos no se mostraban demasiado opuestos a una solución militar que evitara futuras guerras en el territorio federal.

      Lo primero que intentaron los militares yugoslavos fue imponer el estado de excepción para impedir en último extremo el rearme de Eslovenia y Croacia. Así, hubo dos reuniones de la presidencia federal en Belgrado (días 9 y 25 de enero), en las que se ofrecieron pruebas de la actitud hostil y contraria a la federación de eslovenos y croatas. Incluso se aprovechó la segunda cita para pasar por televisión aquel vídeo comprometedor obtenido por los servicios de inteligencia, en el que se veía al ministro de Defensa croata intentando captar a un oficial para la rebelión. Sin embargo, la opción de Kadijević sobre la proclamación del estado de excepción fue bloqueada por los representantes croata, esloveno y bosnio, y al final los altos cargos militares no se atrevieron a dar el paso del golpe de Estado. La idea de mantener la unidad de la Yugoslavia de seis repúblicas parecía ya muerta, y ni siquiera la consideraba el propio Milošević, cada vez más interesado en una entidad estatal menor que en realidad fuera una Gran Serbia, incluyendo los territorios croatas y bosnios donde hubiera población serbia.

      En estas circunstancias, la situación en la Krajina era cada vez más explosiva. Tuđman necesitaba imponer allí su autoridad, y cuando la noche del 1 de marzo los paramilitares serbios, pertrechados con armas de la reserva, se apoderaron de Pakrac y capturaron a los 16 policías croatas del puesto local, dio orden a sus fuerzas de desalojarlas. Se trataba de un pequeño municipio de la Eslavonia occidental con unos 27.500 habitantes, casi la mitad de ellos serbios. Al día siguiente, unos 200 policías de elite croatas, apoyados por vehículos blindados, recuperaron la población, capturando a 180 rebeldes, incluidos 32 policías serbios, y provocando la huida de los paramilitares hacia los bosques vecinos. El ya mencionado periódico serbio Večernje Novosti informaría falsamente de que las fuerzas croatas habían asesinado a unos 40 civiles serbios. En realidad, la operación solo costó tres heridos, pero provocó las iras del ejército federal, que recibió encantado órdenes del presidente federal, el serbio Borisav Jović, de poner orden en Pakrac. La intervención de soldados yugoslavos dejó la situación de Pakrac como estaba antes del incidente, aunque con la tensión a flor de piel. Posteriormente, estos incidentes serían considerados en Croacia como los primeros de la oficialmente llamada Guerra Patria (en croata, Domovinski rat), es decir, la lucha por la independencia. Pero las tensiones no solo tenían un carácter nacionalista y separatista. En la misma Serbia, Slobodan Milošević debía hacer frente a sus propios demonios y a la oposición a sus políticas. El principal partido de la oposición serbia era el Movimiento de Renovación Serbio, ultranacionalista y anticomunista fundado por el escritor Vuk Drašković y Vojislav Šešelj, un político ya mencionado que había colaborado brevemente con Milošević durante la crisis de Kosovo, y que luego crearía su propio Partido Radical Serbio. Contrarios al autoritarismo y al control de los medios de comunicación por parte del presidente serbio, el 9 de marzo organizaron una manifestación que acabó siendo prohibida. A pesar de todo, se concentraron en la plaza de la República de Belgrado hasta 40.000 personas, que acabaron brutalmente disueltas y con el saldo de dos muertos (un manifestante y un policía). Incluso se proclamó el estado de excepción, tuvo que intervenir el ejército, que se puso del lado de Milošević, y Drašković fue detenido, aunque no

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