Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García
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En abril de 1990, los eslovenos eligieron presidente al excomunista Milan Kučan, aunque su nuevo Parlamento, salido de las primeras elecciones libres celebradas en el país, estaría dominado por la coalición reformista Demos (Oposición Democrática Eslovena), reformista, anticomunista, liberal y partidaria de la independencia. Aunque Kučan, junto con los croatas, propondría mantener una confederación laxa inspirada en la Comunidad Económica Europea, basada en la economía de mercado, el pluralismo político y el respeto a los derechos humanos, no aceptaba que preservar la unidad yugoslava tuviera que efectuarse por la fuerza. El rechazo por parte del gobierno federal de dicha confederación se materializó el 17 de mayo, cuando unidades del ejército procedieron a desarmar la Defensa Territorial en Eslovenia, Croacia y Bosnia. Pese a todo, el nuevo gobierno esloveno, temiendo la peor de las situaciones, lograría conservar una parte importante del armamento y crear en secreto su propia fuerza armada. En los meses sucesivos, y dada la situación de tensión que se estaba viviendo en Kosovo y Croacia, Eslovenia acabaría aceptando la secesión. De esta forma, el 23 de diciembre de aquel año, el referéndum celebrado ese día daba como resultado un 95% de respaldo a la independencia, con un 93,2% de participación.
En Kosovo continuaban las protestas de los albaneses. Esto dio lugar a una declaración de estado de emergencia en febrero de 1990, y la renuncia del gobierno autónomo, ahora pro-serbio, en mayo. En los dos meses anteriores, se produjo una hecho como mínimo sospechoso: miles de niños albaneses tuvieron que ser atendidos en hospitales por dolores de estómago y de cabeza, así como por náuseas. Procedían de colegios donde se había llevado a cabo la separación entre serbios y albaneses. Muchos observadores hablaron de histeria colectiva ante el rumor de que se trataba de un envenenamiento masivo, pero algunos análisis toxicológicos realizados en sangre y orina descubrieron restos de dos agentes nerviosos, sarín y tabún. El gobierno serbio promulgó además una serie de leyes que prohibían a los albaneses comprar o vender propiedades, suspendió el idioma albanés de los medios de comunicación y despidió a miles de empleados públicos. A finales de junio, los miembros albaneses de la asamblea provincial propusieron una votación para crear una república propia, y el presidente serbio de la asamblea inmediatamente la disolvió para evitar males mayores. En las calles se organizaron entonces referendos secesionistas improvisados, a lo que el gobierno serbio respondió en julio eliminando definitivamente la escasa autonomía que la provincia conservaba. En una espiral de acción-reacción, los diputados albaneses de la disuelta asamblea local proclamaron secretamente el 7 de septiembre, en Kačanik, la «República de Kosovo», elaborando una Constitución según la cual las leyes de Yugoslavia solo serían válidas si se compatibilizaban con dicho texto. Las autoridades serbias mantendrían en la provincia una actitud represiva que únicamente agravaría las cosas, despidiendo incluso al menos a 80.000 albaneses de sus trabajos. Los medios occidentales de entonces elevaron esa cifra a 123.000 trabajadores que se quedaron sin sus puestos, incluidos funcionarios, profesores, doctores y obreros de las industrias controladas por el gobierno. Algunos de los que no fueron despedidos renunciaron por solidaridad y se negaron a trabajar para el gobierno serbio. Aunque los despidos fueron ampliamente considerados como una purga de albaneses étnicos, el gobierno sostuvo que simplemente se estaba deshaciendo de viejos directores comunistas.
Mientras, Croacia vivía también su propio cambio político, acelerado, pluripartidista y cada más extremadamente nacionalista, de acuerdo con el ejemplo esloveno. Además, la violencia, propiciada por los medios de comunicación de las distintas repúblicas yugoslavas, que despreciaban y ridiculizaban a sus vecinos, se iba imponiendo en muchos sectores de la sociedad. Tal y como sucedió el 13 de mayo en la capital croata, donde iba a celebrarse un partido de fútbol entre el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado. Los choques entre estos dos equipos yugoslavos, habitualmente rivales en los puestos altos de la Liga del país, habían sido siempre de alto riesgo, pero esta vez el encuentro degeneró en violentos incidentes cuando los hinchas del Dinamo trataron de saltar las vallas hacia la zona del estadio donde se alojaban los del Estrella Roja. Rápidamente, estos comenzaron a lanzar asientos y trozos de valla sobre los seguidores del Dinamo gritando que Zagreb era una ciudad serbia y amenazando con asesinar al líder nacionalista croata Franjo Tuđman (uno de los depurados de 1968), lo que desencadenó la intervención policial. La policía actuó inmediatamente, cargando contra los seguidores del Dinamo que pretendían saltar al campo, con un resultado de más de 60 heridos, incluyendo algunos por arma blanca, de bala o intoxicados por el gas lacrimógeno.
Pocos días antes, el 6 de mayo, se habían celebrado elecciones en la república croata, resultando vencedora la Unión Democrática Croata (en croata, Hrvatska demokratska zajednica, HDZ), partido derechista, católico y extremadamente nacionalista, fundado el 17 de junio de 1989 en el Hotel Panorama de Zagreb por disidentes nacionalistas croatas encabezados por Franjo Tuđman. Este, durante un mitin celebrado en la localidad de Benkovac, había sufrido un intento de atentado por parte de un exaltado serbio, lo que incrementó sus posibilidades de vencer. Aunque solo obtuvo el 42% de los votos, la peculiar ley electoral aplicada, que incluía dos vueltas, le concedió dos tercios del Sabor o Parlamento croata. La mayoría legislativa nacionalista creó un sistema presidencial con Tuđman a la cabeza que redujo al Parlamento a la impotencia, cambió la Constitución por mayoría simple de un modo que contribuyó a provocar la rebelión de la minoría serbia en el país y procedió a purgar a los funcionarios, al poder judicial y a la policía. Bajo pretexto de preparar la economía para la privatización, el nuevo gobierno nacionalista croata también depuró a los empresarios serbios y comunistas y tomó el control directo de la radio, la televisión y la prensa principal. Y para colmo, Tuđman, que se las daba de historiador, había publicado en 1989 un libro exitoso y explosivo titulado El significado de la realidad histórica (Bespuća povijesne zbiljnosti), donde banalizaba las masacres cometidas por sus compatriotas contra los serbios durante la Segunda Guerra Mundial hablando de no más de 110.000 víctimas, cuando los serbios las elevaban a 750.000, casi el mismo de croatas que Tuđman consideraba asesinados por los partisanos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Además, el texto mostraba negros tintes antisemitas. El párrafo que a continuación reproducimos nos permite comprender de inmediato la polémica que el libro provoco: «El genocidio constituye un fenómeno natural, en armonía con la naturaleza mitológicamente divina de la sociedad. El genocidio no solo está permitido, sino que se recomienda e incluso ha sido ordenado por la palabra del Todopoderoso, siempre que sea útil para la supervivencia o restauración del dominio del país elegido, o para la preservación o difusión de su única y justa fe».
Dos meses antes, en el congreso del partido que lo eligió candidato a presidente, Tuđman había provocado otro escándalo al declarar que el Estado Independiente de Croacia (el Estado títere pro-nazi fundado en 1941) no fue solo un simple Estado colaboracionista y criminal, sino también la expresión de las aspiraciones históricas del pueblo croata. Y en otro mitin de campaña celebrado el 17 de mayo en un barrio de Zagreb no se le ocurrió otra cosa que agradecer a dios de que su mujer no fuera ni serbia ni judía, palabras muy criticadas en la televisión de Belgrado. La masiva aparición de símbolos profascistas en la república, como el escudo ajedrezado en rojo y blanco (la šahovnica), de origen pretendidamente tardomedieval pero empleado por los violentos ustaše, no ayudó en nada a calmar los ánimos.
En definitiva, que los serbios de Croacia comenzaron a temer lo peor, y decidieron prepararse para la confrontación. Sumaban unos 600.000 y representaban en torno al 12% de la población de la república adriática. Además, estaban concentrados en la región llamada Krajina (zona centro-oriental del país, fronteriza con Bosnia) y en la Eslavonia oriental (noreste del país, fronteriza con Serbia), por lo que podían organizar