Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora

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Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854 - Angie Guerrero Zamora Ciencias Humanas

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los empleos públicos para vivir del tesoro nacional, y se arrimaban al primer ambicioso que, pretendiendo asaltar el poder, les ofrecía una colocación”, concluyendo que “[…] Este ha sido la fuente de nuestras constantes guerras”1.

      Entre los argumentos de Ortiz para explicar el golpe del general Melo como un acto perpetrado por una facción del Partido Liberal se encontraba la ley orgánica de milicias del 15 de julio de 1853, que según él atentaba contra las disposiciones electorales de la Constitución promulgada el mismo año, la cual había otorgado el sufragio universal masculino a los mayores de 21 años. En su opinión, la organización de la Guardia Nacional buscaba ahuyentar a los votantes para no ser reclutados o, en su defecto, constituir una fuerza armada de choque para evitar que los contrincantes votaran. Para corroborar su tesis, Ortiz afirma que tradicionalmente la organización de las guardias nacionales se hacía solo en tiempos de guerras civiles, y no en tiempos de paz2.

      Este argumento no resiste el examen histórico. Primero, desde la sanción de la Constitución de 1832, que reformó ley orgánica de milicias de 1826, cada administración presidencial procuraba que las guardias nacionales se mantuvieran organizadas y disciplinadas. Por lo tanto, la ley de julio de 1853 no constituía ninguna novedad. Segundo, su formación no generaba una fuga masiva de hombres de los poblados porque su sistema de alistamiento era voluntario y no forzoso, y estaba mediado por los notables de las parroquias, quienes fungían como comandantes del cuerpo, los cuales ofrecían recompensas y dádivas a los enrolados. En resumen, la organización de compañías de la Guardia Nacional en las parroquias no promovía la desmoralización en la población votante3.

      Tercero, no es claro que las guardias hayan intervenido en las elecciones. Aun cuando faltan estudios que aclaren su injerencia, es un hecho que durante el siglo XIX latinoamericano las votaciones no fueron pacíficas. La alta participación de la sociedad en estos eventos, junto con la pugna entre las facciones, cada una de ellas buscando apoderarse de las urnas para evitar que los rivales sufragaran, terminaron muchas veces en reyertas, con heridos e incluso muertos4.

      Sin duda, Venancio Ortiz, cronista de los sucesos de 1854, escribió desde su lugar de enunciación, es decir, como miembro de uno de los partidos triunfantes. El fracaso del proyecto melista promovió la proliferación de impresos por parte de los vencedores, que adoptaron la misma perspectiva, como el Resumen de los acontecimientos que han tenido lugar en la república, escrito por el general Tomás Cipriano de Mosquera, para quien los eventos del 17 de abril no eran más que un complot urdido entre Melo y Obando para deshacerse de la oposición en el Congreso y abolir la Constitución de 1853, que restaba facultades al Ejecutivo5. Su tesis fue, sin duda, compartida por la mayor parte de la élite política del momento.

      Algunas memorias, como las de José María Samper y José María Cordovez Moure, se distanciaron de la tesis conspirativa, señalando que el verdadero autor del golpe fue el general Melo, quien lo emprendió como medio para librarse del juicio que el Congreso debía hacerle por el asesinato de un cabo de apellido Quiroz. Para ambos, el presidente era débil e incapaz de imponerse a sus conmilitones y, en última instancia, víctima de las circunstancias6.

      Los diarios contemporáneos son otra fuente de información, a propósito de la forma en cómo se interpretaron los sucesos de 1854. El Diario político y militar de José Manuel Restrepo y el Diario de los acontecimientos de Popayán, desde el 16 de mayo en que el batallón 5.º se pronunció por la dictadura de Melo, relatan los eventos cotidianos acontecidos en diversas partes de la República durante la guerra. En general, tales piezas documentales no se distancian de la tesis canónica conservadora, aunque no hagan alusión a ella explícitamente, pues se refieren a los conflictos suscitados entre el Ejecutivo y Melo con el Congreso y la facción liberal gólgota7.

      Respecto a los trabajos propiamente historiográficos, se encuentra el de José Manuel Restrepo, quien en su Historia de la Nueva Granada narra de forma cronológica los eventos del golpe de Melo y la guerra que desató, siguiendo las líneas generales presentes en su ya citado Diario8. Gustavo Arboleda, en su Historia contemporánea de Colombia, adopta también una narrativa cronológica y retoma la tesis conservadora de la conspiración de Melo y Obando. Este último texto es, sin duda, uno de los más completos en cuanto a la descripción del conflicto y a la forma como se vivió este en varias regiones del territorio nacional9.

      La historiografía reciente ha prestado alguna atención al golpe de Melo con un ánimo revisionista frente a las interpretaciones canónicas decimonónicas, en especial la tesis del complot entre Obando y Melo. Entre estos, se destaca Alirio Gómez Picón, con el texto El Golpe militar del 17 de abril de 1854, considerado por algunos autores como “la contrahistoria sobre este periodo”10. Así mismo, en esta línea expositiva se ha ido abriendo paso la interpretación de que el golpe de Melo fue el primer intento de un gobierno de tipo socialista en el país, que buscaba reivindicar y dar un lugar a los sectores populares en un nuevo proyecto nacional, en alianza con los artesanos. Se afirma, incluso, que se trató del primer gobierno de esta clase en el continente. Además, la reacción contra el golpe, expresada en la alianza entre los conservadores y una parte de los liberales, ha llevado a sostener que fue el primer “frente nacional” de la historia del país11.

      Se puede decir que, en los últimos años, los hechos estudiados han sido interpretados como un intento de revolución popular frustrada por una coalición de los partidos y grupos de poder económico, quienes vieron comprometidos sus intereses por la alianza artesano-militar. Dicha posición se opone a la que, en su momento, los contemporáneos de los hechos asumieron como un complot por parte del presidente Obando y el general Melo, con apoyo de los sectores populares de la capital. Este cambio interpretativo sin duda se debe a la influencia de una corriente de la historia social: la historia de los pobres, las clases bajas y de los movimientos sociales, la cual se distanció de aquella visión tradicional de sectores populares pasivos que cuando se levantaban siempre se debía a la existencia de demagogos o una mano oculta que los animaba. La tendencia aludida le otorgó iniciativa a los grupos plebeyos e, incluso, capacidad, en ciertos momentos, de elaborar proyectos o ideas políticas radicales12.

      En este sentido, los análisis de las tres últimas décadas del siglo XX acerca de la participación política de los artesanos en 1854 se inscriben en esta perspectiva de una revolución social frustrada. Frente a estas dos interpretaciones, la revolución social frustrada y el complot entre Obando y Melo, una tercera corriente ha emergido, proveniente del creciente interés en los últimos veinte años por las guerras civiles en Colombia; dicho interés inició con la publicación de las Memorias de la II Cátedra Anual de Historia Ernesto Tirado Restrepo, dedicada a los conflictos civiles decimonónicos y su proyección en el siglo XX13. En general, estas nuevas investigaciones se caracterizan por su corte regional, es decir, abandonan la perspectiva nacional para centrarse en los matices provinciales que tuvieron las confrontaciones decimonónicas e intentan comprender desde ese ángulo las lógicas de los levantamientos. Sin desconocer que las guerras fueron luchas por el poder, el enfoque muestra cómo en cada contexto regional había también otras luchas que no pasaban necesariamente por las rivalidades de partido o caudillos14.

      En el caso de la guerra de 1854, hay varios estudios que tienen en común situar los eventos de cara al contexto regional. En el suroccidente neogranadino, contamos con los trabajos de Alonso Valencia Llano, quien sitúa los conatos de apoyo a la dictadura en Cali y en otras localidades del Valle en el marco de una acción colectiva popular que tuvo sus raíces en la organización de las sociedades democráticas a finales de la década de 1840 y en los reclamos por las tierras de los ejidos apropiadas por los hacendados de la ciudad. En este contexto, el ascenso del liberalismo, y en especial el triunfo de José María Obando en las elecciones presidenciales, fue percibido por el liberalismo popular como un momento de reivindicación, parcialmente frustrado por el ascenso del conservador Manuel María Mallarino a la gobernación a finales de 1853. Estalló entonces en el Valle un conflicto partidista, según Alonso Valencia Llano, por

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