Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora
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Francisco Gutiérrez Sanín, en un estudio que pretende cubrir la República, pero que en realidad se restringe al ámbito capitalino, indaga el discurso del movimiento plebeyo entre 1849 y 1855 y los sentidos de pertenencia de los sectores populares, especialmente alinderados en las sociedades democráticas, que posteriormente apoyaron el golpe. Explora las demandas e intereses de los artesanos bogotanos que reflejan, según él, la existencia de programas políticos mucho más maduros, con implicaciones en el orden social y las formas como se representan a sí mismos en la arena pública16. En esta misma línea capitalina se enfoca el trabajo de Fabio Zambrano sobre el golpe de Melo, analizado como una tensión entre el ideario modernizante de los gólgotas, por un lado, y el proteccionismo de los artesanos vinculados a la facción liberal draconiana, por el otro. Esta tensión lo lleva a concluir que el conflicto de 1854 fue más político que económico, en tanto el librecambismo realmente poco afectaba la actividad del artesanado bogotano17.
Jorge Conde Calderón, en un amplio trabajo sobre la política en el Caribe colombiano en la primera mitad del siglo XIX, aborda los eventos melistas en la región. Su estudio identifica una creciente politización de los sectores populares, especialmente los artesanos mulatos y pardos de Cartagena, quienes tuvieron una función protagónica en la esfera pública local. Respecto al golpe, este se expresó en una enemistad de antaño entre el general Tomás Cipriano de Mosquera y el gobernador de Cartagena Juan José Nieto, quien tuvo un comportamiento displicente con respecto al general y una actitud complaciente por el efímero pronunciamiento de la guarnición veterana en la ciudad a favor de Melo. En el conflicto se alinderaron el cabildo cartagenero y los sectores populares contra el general caucano, desconociendo su autoridad. En todo caso, los eventos caribeños son confusos y el comportamiento de Nieto poco claro, pero las fracturas políticas locales fueron la caja de resonancia de los conflictos nacionales, y todo sugiere que el artesanado costeño poco interés tenía por el programa de sus pares capitalinos, siendo otros sus intereses para posicionarse a favor o en contra del golpe melista18.
En resumen, las memorias y relatos impresos durante el siglo XIX e inicios del xx sobre los eventos del golpe de Estado el 17 de abril de 1854 y la guerra que posteriormente se desató fueron escritos por los triunfadores. Por su parte, los nuevos trabajos elaborados por los historiadores profesionales inspirados en la historia desde abajo si bien dan una vuelta a las interpretaciones previas, en general no han consultado los archivos producidos por los melistas, salvo contadas excepciones, apoyándose por lo general en fuentes producidas por los triunfadores19.
Los trabajos de David Sowell, Armando Martínez y Carlos Camacho se inscriben a contrapelo de estas interpretaciones. En su estudio sobre el movimiento artesanal a lo largo del siglo XIX, Sowell afirma que los artesanos afiliados a las sociedades democráticas no tenían ideas socialistas, fue más bien un rótulo aplicado por sus enemigos para deslegitimarlos o unas expresiones retóricas publicitadas por algunos jóvenes liberales gólgotas en las democráticas, pero nada indica que fuese compartido por la base. Sobre los eventos de abril de 1854, señala la capacidad de los artesanos de amenazar la dirección de los partidos y el orden sociopolítico, siendo capaces de construir un lenguaje político propio a partir de los insumos que les proveyó el Partido Liberal (ideologías republicanas, socialistas, etc.). No obstante, Sowell cuestiona la sobredimensión dada por los historiadores a los artesanos en el golpe de Melo, una tesis retomada por Armando Martínez y Carlos Camacho, quienes concuerdan en resaltar el carácter preponderantemente militar del golpe del 17 de abril. El primero, Martínez, ha mostrado cómo las políticas antimilitares promovidas por los liberales gólgotas llevaron a un sector del Ejército regular, con apoyo de las milicias, a asumir un papel deliberativo en la arena pública. El segundo, Camacho, ha resaltado recientemente que los protagonistas del golpe fueron militares en servicio activo, invisibilizados por una “historiografía obsesionada por los artesanos organizados políticamente”20.
El golpe del 17 de abril de 1854 en el contexto de las reformas liberales de medio siglo
Como se vio en el apartado anterior, en las últimas décadas las interpretaciones de izquierda, o las centradas en los sectores populares, han sido predominantes en lo relativo al golpe de Estado del general José María Melo. Independientemente de las posiciones ideológicas a partir de las cuales se construyen los marcos interpretativos del pasado, nos parece necesario hacer algunas precisiones. En primer lugar, el 17 de abril de 1854 se produjo un golpe de Estado porque ese día se cerró el Congreso, se apresaron varios diputados y se mantuvo recluido al presidente electo constitucionalmente21. Segundo, y a pesar de lo señalado, hay que cuestionar la caracterización del gobierno de Melo como dictadura, en tanto restableció la Constitución de 1843 e intentó ceñirse a ella, en la medida en que lo permitía la guerra civil, como lo expresan las diversas leyes y ordenanzas que emitió en su momento, la formación de un gabinete, la designación de gobernadores y el llamado a convocar una Convención Nacional para redactar una nueva carta22.
El hecho es que muchas de las intenciones institucionales de Melo se quedaron en el papel porque en la práctica el general dominó únicamente el altiplano cundiboyacense, alcanzando a extender parcialmente su gobierno por el nororiente (gracias a la campaña del coronel Dámaso Girón) hasta Bucaramanga. Pero la derrota sufrida en Pamplona el 26 de agosto de 1854 impidió a los melistas cimentar el nuevo orden político en el corredor montañoso de los actuales departamentos de Santander y Norte de Santander23.
Igualmente, fue precario el control que tuvieron Melo y sus seguidores en el occidente de la sabana de Bogotá. Si bien la provincia del Tequendama logró ser ocupada para finales de abril de 1854, su control fue frágil por la presencia de guerrillas constitucionales. De hecho, la denominada división del Alto Magdalena retomó el control de ese territorio al tomarse La Mesa, la capital de la provincia, el 11 de septiembre. Idéntico fue el caso de Honda que, tras ser ocupada el 26 de abril por el jefe del Estado Mayor de la 1.ª División del Ejército de Melo, José María Barriga, cayó en manos de los constitucionales el 4 de mayo de 185424. Los ejemplos aludidos expresan las precarias bases de apoyo al occidente de la sabana de Bogotá por parte del melismo, que, por demás, fue una de las entradas de los ejércitos constitucionales25.
Los efectos del golpe de Melo en el resto de las provincias de la Nueva Granada fueron precarios y desarticulados. En Popayán se presentaron conatos contra el gobierno provincial el 8 de abril de 1854, cuando corrió un rumor en la localidad sobre un golpe de Estado perpetrado por los gólgotas en Bogotá, donde supuestamente habían sido asesinados varios personajes de la ciudad. Por lo señalado, se suscitaron tumultos que avivaban al presidente Obando y al general Melo, mientras denostaban a la facción liberal gólgota y a los conservadores. Todo sugiere que era un plan dirigido por los liberales draconianos para ocupar la ciudad, con el apoyo de hombres del común y cuerpos de las milicias de las parroquias vecinas.
Los sucesos en Popayán sugieren que, a pesar de la desarticulación de que adoleció el golpe de Melo, sí existieron planes concertados con otras localidades. En el caso narrado, los eventos develaron una facción melista dirigida por los hermanos Cobo, los Alegría y los Ordóñez, los presbíteros Manuel María Alaix y Teodoro Sandoval, los abogados Andrés Cerón, Pedro José Constaín, Eulogio Fernández y el coronel Victoriano Nieto, todos ellos amigos personales de José María Obando26. Dicho grupo debía tener información acerca de los planes golpistas de Bogotá, pues en los días siguientes asediaron con grupos armados los alrededores de la ciudad hasta que finalmente optaron por rendirse el 15 de abril, plegándose a un indulto27.
Como era de