Salud del Anciano. José Fernando Gomez Montes

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Salud del Anciano - José Fernando Gomez Montes LIBROS DE TEXTO

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situación que debe ser identificada y caracterizada en cuanto a la biología del envejecimiento es la diferencia en cuanto a sexo: las mujeres pueden ser consideradas como el “sexo fuerte” al envejecer: el 85% de los centenarios son mujeres y, como dato curioso, hoy se conoce que la alta proporción de los efectos heredables en la expectativa de vida proceden del lado materno. En muchos de los parámetros que se han comentado se han detectado diferencias por el sexo de los individuos, en beneficio de las hembras.

      De hecho, en los últimos años se han publicado una serie de trabajos que demuestran que la mayor longevidad de las hembras de mamíferos, incluidas las de la especie humana, se debe a su menor estado de oxidación, al mantener mayor capacidad antioxidante. Esta mayor capacidad antioxidante de las hembras, apreciable a nivel mitocondrial, parece estar relacionada con los niveles de estrógenos circulantes. Además, en el sistema inmunitario, la capacidad funcional de sus células es mayor y los leucocitos de estas se encuentran menos oxidados que los de los machos.

      En suma, los estudios en los últimos años en el ámbito de la biología del envejecimiento permiten concluir que, a pesar de no poder detener este proceso, ahora es probable retrasar o desacelerar la aparición de sus características, a través de mutaciones genéticas o de restricción calórica. En esa vía, grandes sorpresas nos esperarán en un futuro.

       Capítulo 6

       Relación envejecimiento-enfermedad

      Hasta hace muy poco tiempo el envejecimiento se tomaba como sinónimo de enfermedad, “la decrepitud” era la marca por excelencia al “envejecer con su carga de enfermedades, envejecer es una enfermedad incurable”, decía Cicerón. Posteriormente se habló de “envejecimiento y enfermedad” como una dicotomía y se insistió en que envejecer no es deteriorarse. Solamente hace pocas décadas, se habla de envejecimiento patológico en contraposición con el envejecimiento no patológico; el concepto incluye el envejecimiento normal (no patológico) como la ausencia de enfermedad y discapacidad, con algunas alteraciones en la función física relacionadas con la edad (aumento de la tensión arterial y en la glicemia) y también en la función cognoscitiva (deterioro modesto de la memoria) y sin riesgos asociados.

      A finales del siglo pasado surgió otro nivel de interpretación relacionado con envejecimiento exitoso, envejecimiento usual y envejecimiento patológico; se hizo una distinción entre dos grupos de ancianos sin enfermedad, es decir, sin envejecimiento patológico: envejecimiento usual (no patológico, pero con alto riesgo de enfermar) y envejecimiento exitoso (con bajo riesgo de enfermar y alto nivel de funcionamiento). Sin embargo, el aumento considerable de riesgos de enfermedad crónica al envejecer hace que sea más frecuente el denominado “síndrome de envejecimiento usual”. Finalmente, al comenzar el siglo XXI, con la fuerza de la medicina antienvejecimiento como panacea de una fuente de eterna juventud, se ha vuelto al concepto inicial de asumir envejecimiento y enfermedad como la misma situación, pero con la diferencia que ya no se considera incurable, puesto que para ello está la medicina antienvejecimiento.

      Así, como resultado de numerosas investigaciones, la concepción tradicional del envejecimiento está cambiando al tiempo que se diluyen los límites entre el envejecimiento normal y la enfermedad. Actualmente se conoce muchísimo más sobre el envejecimiento y sobre las enfermedades relacionadas con él, pero este aumento del conocimiento ha tenido el efecto paradójico de complicar la tarea de diferenciar entre el envejecimiento normal y la enfermedad, como se insistió hace algunos años “es separar lo indefinido (la enfermedad) de lo indefinible (el envejecimiento normal)”.

      Con base en esta conceptualización, la relación envejecimiento-enfermedad hoy en día tiene tres miradas, con entusiastas defensores y acérrimos detractores. De un lado los que asumen el envejecimiento como una enfermedad, y postulan la medicina antienvejecimiento como la opción de cura para este “terrible mal”. La segunda, denominada gerociencia que, basada en los estudios epidemiológicos, sugiere que el envejecimiento es el mayor factor de riesgo para la mayoría de las enfermedades crónicas relacionadas con él. Y la tercera, la dicotomía envejecimiento-enfermedad, que separa el envejecimiento de las enfermedades crónicas asociadas, y en la cual el envejecimiento normal es un proceso que convierte adultos sanos en ancianos frágiles, con disminución de la reserva en la mayoría de los sistemas fisiológicos y lleva a un aumento exponencial de la vulnerabilidad a la mayoría de las enfermedades y a la muerte.

      Una corriente que ha tomado mucha fuerza desde finales del siglo pasado es asumir el envejecimiento como una enfermedad. Esta iniciativa está basada en la convicción de que el reconocimiento oficial del envejecimiento como patología hará posible el aumento del patrocinio de la investigación para desarrollar nuevos y eficientes medicamentos para “curarlo”. Así, se ha introducido como enfermedad en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), código R54: “senilidad”.

      Es claro que el envejecimiento ha sido utilizado por charlatanes que promueven tratamientos sin estudios científicos o panaceas milagrosas a un público inocente que envejece de manera considerable. Recientemente se ha descubierto la verdadera fuente de la juventud: las personas que siguen cuatro recomendaciones muy simples, relacionadas con el estilo de vida, son fisiológicamente catorce años más jóvenes que aquellos que no lo hacen. Los cuatro ingredientes mágicos de esta medicina antienvejecimiento son:

      • No fumar.

      • Hacer algo de ejercicio.

      • Comer cinco porciones de fruta y vegetales cada día.

      • Beber de una a catorce copas de alcohol por semana.

      El envejecimiento es un concepto muy amplio y es difícil reducirlo a ser una patología específica. Por sí mismo, no es una falla del sistema, sino un proceso que aumenta la intensidad de todas las fallas que se presentan en un organismo con la edad.

      La gerociencia es un campo interdisciplinario que pretende comprender la relación entre el envejecimiento y las enfermedades asociadas con él. Debido a que el envejecimiento es el mayor riesgo para la mayoría de las enfermedades crónicas, la gerociencia busca comprender el papel del envejecimiento en el desarrollo de las enfermedades.

      La expectativa de salud (healthspan) se define como una extensión en la expectativa de vida en condiciones saludables, “agregar salud a los años”. La piedra angular del concepto es que el envejecimiento por sí mismo es el factor de riesgo predominante para la mayoría de enfermedades y condiciones que limitan la expectativa de salud. Así, las intervenciones que extienden la expectativa de vida retrasan o previenen muchas enfermedades crónicas. De este modo, la gerociencia busca comprender de qué manera el envejecimiento posibilita la aparición de enfermedades crónicas y con esta base desarrollar enfoques preventivos y de tratamiento para múltiples enfermedades. En la figura 6.1 se muestra la interrelación entre la biología del envejecimiento y la biología de la enfermedad que conforman la gerociencia.

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