El invencible. Stanislaw Lem
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—De forma concreta, nada. Pero una vez oí una historia… bueno, más bien una especie de fábula. Sobre los liranos.
—No es una fábula. Existieron de verdad. Hay una monografía entera de Acramian sobre ellos —observó Rohan. Detrás de Gralev empezó a centellear una lucecita que indicaba que tenían conexión directa con El Invencible.
—Sí. Payne creía que algunos lograron salvarse. Pero yo estoy casi seguro de que no. Murieron todos en la explosión de su nova.
—Eso está a dieciséis años luz de aquí —dijo Gralev—. No conozco ese libro de Acramian, pero oí, no recuerdo dónde, la historia sobre cómo intentaron ponerse a salvo. Parece ser que enviaron naves a todos los planetas de otras estrellas cercanas. Ya conocían bastante bien la astronavegación sublumínica.
—¿Y?
—No hay mucho más. Dieciséis años luz no es una distancia muy grande. Igual alguna de sus naves aterrizó aquí.
—¿Crees que están aquí? Es decir, sus descendientes.
—No lo sé. Simplemente he asociado las ruinas con ellos. Podían haber construido todo esto…
—¿Qué aspecto tenían, exactamente? —preguntó Rohan—. ¿Eran homínidos?
—Acramian cree que sí —contestó Ballmin—. Pero es solo una hipótesis. Hay menos huellas suyas que de los Australopithecus.
—Qué raro…
—Para nada. Durante unos quince mil años su planeta estuvo inmerso en la cromosfera de la nova. La temperatura en la superficie superaba los diez mil grados en determinados períodos. Incluso las rocas de fondo de la corteza del planeta sufrieron una metamorfosis total. No quedó ni rastro de los océanos, todo el planeta se abrasó como un hueso en una hoguera. Imaginad unos cien siglos en medio del incendio de una nova.
—¿Liranos aquí? ¿Pero por qué tendrían que esconderse? ¿Y dónde?
—¿Y si se hubieran extinguido ya? Además, no me pidáis que os exlique mucho más. He dicho lo que se me ha ocurrido y ya está.
Se hizo el silencio. En el panel de mandos se encendió una luz de alarma. Rohan se levantó de un salto y se puso los auriculares.
—Aquí Rohan… ¿Qué? ¿Es usted? Sí, sí. Le escucho. De acuerdo, regresamos inmediatamente. —Rohan giró la cara, blanca como la cera, hacia los otros.
—El segundo grupo ha encontrado El Cóndor… a trescientos kilómetros de aquí…
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