¿Te acuerdas de la revolución?. Maurizio Lazzarato

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¿Te acuerdas de la revolución? - Maurizio Lazzarato

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Francia). Su supervivencia económica depende de las subvenciones europeas, alimentadas por los contribuyentes que les garantizan a estos mismos monopolios rentas colosales.

      La financiarización contemporánea, la segunda arma de la estrategia capitalista, absorbe una renta colosal respecto del conjunto de las actividades. Esta sangría rentista se ejerce de forma privilegiada por medio de la deuda. Los monopolios no tienen ningún interés en reducir la deuda pública, ya que constituyen valores disponibles de fácil apropiación por parte de los mecanismos financieros. El Estado juega un papel decisivo en la transformación de los salarios y los ingresos en flujos de rentas. El gasto social, las jubilaciones y los salarios están ahora indexados en relación con el equilibrio financiero, es decir, al nivel de renta deseado por los monopolios. Para garantizar esta renta, los salarios, los gastos y las jubilaciones se ajustan siempre a la baja.

      El capitalismo contemporáneo es un capitalismo oligárquico y rentista que no tiene nada de liberal.

      A través de las finanzas, los monopolios no solo controlan la economía de los países capitalistas desarrollados, sino también la de los países del tercer mundo: las políticas de financiarización y endeudamiento fueron introducidas primero en África y en América del Sur en los años 80. Solo China, que participa del comercio y la producción mundial, persiste en su negativa de integrarse al mercado financiero. Los bancos, la moneda, las finanzas y las bolsas de valores permanecen bajo el control del Estado chino. El problema de los monopolios no es la competencia comercial e industrial de China, sino el hecho de no poder controlar, perforar y, si es necesario, destruir la economía y las instituciones de este país como fue el caso de otros países asiáticos a finales del siglo XX. Este fantástico medio de destrucción masiva, apropiación, expropiación, despojo y guerra social que representan las finanzas se detiene en las fronteras de China. Para la máquina capitalista resulta insoportable. Ante esta negativa a someterse al poder financiero de los monopolios, China fue convertida por el gobierno de Trump en un enemigo estratégico de Estados Unidos.

      La acción de las finanzas no es parasitaria, del mismo modo que el capital financiero no es un “capital ficticio” (Marx). Juntos constituyen el pivote político del funcionamiento de la máquina capital/Estado en la época de su nueva concentración, la globalización.

      4.3. El control de la técnica y de los recursos naturales

      Los países subcontratistas están sujetos no solo a las finanzas, sino también al monopolio técnico y científico y el acceso a los recursos naturales. La fuerza de la máquina capitalista se basa en el control de la ciencia y la tecnología.

      La tecnología y la ciencia, cualquiera que sea su poder, funcionan dentro de los límites impuestos por la máquina capital/Estado. Mientras todas las miradas están puestas en las empresas privadas (Google, Amazon, Facebook, el polo Silicon Valley, etc.) cuya capacidad de innovación es objeto de alabanza, el Pentágono y el Estado estadounidense mantienen celosamente el control estratégico de un sector construido desde cero durante la Segunda Guerra Mundial, que creció y se desarrolló a lo largo de la Guerra Fría y que, después de los años 70, fue delegado parcialmente a las empresas privadas. El Pentágono no solo es el principal empleador del mundo (tres millones de empleados), sino que continúa invirtiendo el doble que Google, Amazon, Facebook, Apple, etc., en investigación y desarrollo. El Estado y el ejército estadounidenses no solo han creado las condiciones para el desarrollo tecnológico, sino que siguen controlando y dirigiendo su evolución, porque la exportación de tecnología y las relaciones con otros países (China, Rusia, Irán, etc.) no están libradas a la iniciativa del mercado.

      Para los monopolios y los Estados, el problema ecológico, el calentamiento global, Gaia o lo que sea, no constituyen un problema. El mundo solo existe en el corto plazo, el tiempo de retorno de la inversión del capital invertido. Cualquier otra concepción del tiempo les resulta completamente ajena.

      Lo que les preocupa es más bien la desaparición paulatina de determinados recursos naturales. Su interés exclusivo es mantener el acceso a los recursos necesarios para el estilo de vida del Norte. George Bush había expresado muy claramente esta idea: “El estilo de vida estadounidense no se negocia”. En resumen: el mayor despilfarro de la historia, la sociedad de consumo estadounidense, debe ser realizado a costa de otros países, especialmente del Sur.

      Los líderes de los monopolios saben que no hay recursos para todo el mundo y que el desequilibrio demográfico solo puede aumentar: actualmente el 15% de la población mundial vive en el Norte, el 85% en los países del Sur. Lejos de cualquier preocupación ecológica, dispuestos a talar hasta el último árbol de la Amazonía, saben que solo una militarización del planeta puede garantizarles el acceso exclusivo a los recursos naturales. El Norte necesita el 80% de los recursos disponibles del planeta para mantener su nivel de vida.

      Como en los buenos viejos tiempos de las colonias, siguen dispuestos a resolver las disputas con el Sur por la fuerza de las armas (el armamento es una industria en pleno auge), y utilizan sus arsenales sin ningún reparo para apoderarse de todo aquello que creen necesitar. Los recursos de África son esenciales para ellos. Los africanos que viven allí, no tanto.

      Esta estrategia funcionó más allá de lo esperado. Su éxito requiere que los monopolios se preparen para la guerra y anticipen posibles rupturas políticas, porque al igual que la crisis de 1929, la crisis actual abre una nueva secuencia posible de guerras y revoluciones que el colapso financiero de 2008 volvió más probables. La concentración, la globalización y la financiarización no resuelven las contradicciones que determinaron la crisis, sino que las exasperan. Las guerras son posibles. ¡Las revoluciones siguen siendo hipotéticas!

      La guerra ha cambiado de naturaleza porque ya no se desencadena entre imperios como en la primera mitad del siglo XX. Lo que surge de la crisis no es el Imperio estadounidense, sino una nueva forma de imperialismo que Samir Amin llama “imperialismo colectivo”. Constituido por la tríada Estados Unidos-Europa-Japón, guiado por el primero de los tres, el imperialismo colectivo maneja sus disputas internas para el reparto de la renta. También lleva a cabo despiadadas guerras sociales contra las poblaciones del Norte para despojarlas de lo que fue obligado a ceder a lo largo del siglo XX y organiza conflictos armados contra las poblaciones del Sur para controlar sus materias primas y procurarse mano de obra barata. Los Estados que no implementan los “ajustes estructurales” necesarios para ser saqueados por la financiarización son estrangulados por los mercados, aplastados por las deudas o declarados “criminales” por los presidentes estadounidenses que hablan con conocimiento de causa del gangsterismo.

      La novedad que apunta en este cuadro es la irrupción de China como potencia mundial. China compite con este imperialismo colectivo en todos los ámbitos: recursos, tierras, tecnología, armamento, etc. Mientras que el imperialismo colectivo consideraba al capitalismo chino como un subcontratista confiable (tanto industrial como financieramente, con China financiando las letras del Tesoro de Estados Unidos), el Partido Comunista de China siguió su estrategia: hacer del antiguo imperio medio una potencia mundial al transformar la máquina revolucionaria en máquina de producción.

      Las luchas de clases y de las minorías que las componen se desarrollan en el interior de este marco que ha hecho imposible no solo el reformismo, sino incluso la democracia. Tras la reedición de la Belle Époque que transcurrió entre los 80 y los 90, la máquina capital/Estado despliega toda su fuerza destructiva y autodestructiva como hace un siglo: democracias autoritarias y liberticidas, convivencia del estado de excepción y el Estado de derecho, nuevas formas de fascismo, racismo y sexismo, guerras de clases, con el agregado de catástrofes de todo tipo (ecológicas, sanitarias, etc.).

      5. UN SABER ESTRATÉGICO

      Para analizar esta situación, partiremos de la afirmación programática de Gilles

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