¿Te acuerdas de la revolución?. Maurizio Lazzarato

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¿Te acuerdas de la revolución? - Maurizio Lazzarato

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capital conoce tanto el poder como los límites de la ciencia y la tecnología, incapaces por sí mismas de determinar el aumento de la productividad y la tasa de ganancia. Las innovaciones sociotécnicas son un éxito siempre que estén asociadas con movimientos aún más importantes, más rápidos y más extendidos de libre apropiación de alimentos, trabajo, energía y materias primas. En el capitalismo, cada “revolución” tecnológica o científica debe asociarse con el saqueo, la violencia y la guerra en una acción que solo puede ser global.

      Un descubrimiento técnico o científico no basta para hacer felices a los capitalistas. El éxito de las innovaciones técnicas depende en primer lugar de la máquina política, como bien sabían tanto Lewis Mumford como Deleuze y Guattari. Antes de depender de la innovación técnica y organizativa, el éxito “económico” depende de una máquina política global que divide y conecta el trabajo global, jerarquizado por la valorización y la desvalorización de cuerpos y subjetividades. Las máquinas técnicas están siempre subordinadas a máquinas y estrategias políticas.

      Esta verdad vale también para la producción de la “revolución” científica de la inteligencia artificial, que debe ser despojada de todos los poderes de liberación o dominación que el pensamiento crítico atribuye a la tecnología y la ciencia. La liberación y la dominación son siempre el resultado de la máquina política; nunca de la máquina.

      En su obra Esperando a los robots,14 Antonio Casilli ha demostrado que la producción de inteligencia artificial, la más innovadora de las tecnologías, se realiza a través de la más antigua de las divisiones del trabajo, la división entre centro y periferia, explotando la mano de obra gratuita o muy barata. La máquina política del capitalismo es la que define las posibilidades de existencia y funcionamiento de la máquina técnica. La técnica de la inteligencia artificial es, como cualquier máquina técnica “esclava” –para emplear el término de Gilbert Simondon– de la máquina de guerra, inmediatamente global y social a la vez.

      Tomemos el ejemplo utilizado por Casilli de un automóvil de conducción “automática”. La inteligencia artificial de un automóvil sin conductor es incapaz de reconocer por sí sola un árbol o un peatón, es incapaz de distinguir un obstáculo de una señal de tránsito. Para enseñarle estas diferencias (la máquina es capaz de aprender), se necesita de trabajo humano que etiquete millones de imágenes (árboles, peatones, carteles, etc.) para que la máquina “automática” pueda realizar eso para lo que ha sido construida. El “trabajo digital” (nada extraordinario, ya que se trata del trabajo de los dedos) se reduce a una tarea muy simple (una microtarea): cliquear sobre una imagen por unos centavos de dólar. Millones de trabajadores del clic están dispuestos a trabajar incluso por un centavo de dólar el clic.

      La distribución de un número muy reducido de trabajadores hiperespecializados (ingenieros de datos, analistas de sistemas, etc.) y de millones de trabajadores digitales no calificados reproduce a la perfección la división secular entre “trabajo abstracto” concentrado en el Norte y gratuito o barato concentrado principalmente en los países del Sur, aunque no exclusivamente en ellos. Además, observa Casilli, los investigadores hablan en relación con esto de “e-esclavitud” o “neocolonialismo”.

      Los trabajadores “cognitivos” están instalados en multinacionales de alta tecnología en el Norte, mientras que el trabajo devaluado se localiza en el Sur global (India, Kenia, Túnez, Turquía, Indonesia, Filipinas, Pakistán, pero también en los países del Este: Rumania, Bulgaria, Rusia, etc.), en “granjas de clics” o en hogares que disponen de conexión a internet.

      La producción de inteligencia artificial exacerba la articulación del trabajo abstracto y el trabajo gratuito o barato. Las islas de la producción de inteligencia artificial son diminutas en comparación con las del trabajo abstracto industrial, mientras que los océanos de mano de obra gratuita o barata no hacen más que crecer, superando en extensión la explotación suficientemente grande de la mano de obra colonial.

      Los robots no decretan el fin del trabajo (ni siquiera del empleo), no van a sustituir a los hombres, sino que organizarán un trabajo fragmentado, disperso, precario y subpago, que desestabilizará los estatutos fordistas. Fragmentación, dispersión, precarización no son consecuencias de la máquina técnica, sino de la máquina de poder capitalista.

      El desarrollo capitalista de la técnica elimina continuamente el “trabajo necesario” (asalariado, remunerado, institucionalizado, etc.), pero aumenta considerablemente el trabajo necesario no remunerado.

      2. LA MÁQUINA MUNDIAL DEL PODER

      El elemento natural que anima la industria hacia el exterior es el mar.

      G. W. F. HEGEL

      El fascismo no es lo contrario de la democracia, sino su evolución en tiempos de crisis.

      BERTOLT BRECHT

      La democracia en África es un lujo.

      JACQUES CHIRAC

      Mucho antes de que la explotación del trabajo abstracto forjara las constituciones materiales y formales de los países del Norte, la opresión de las mujeres y los esclavos cumplió con ese mismo rol.

      Las relaciones de clase hombres/mujeres y blancos/racializados no son solo modos de producción. También son elementos constitutivos de la política moderna, en particular de la política del Estado. En cuanto al patriarcado, Jean Bodin, en el siglo XVI largo donde todo comenzó, captó la función de pater familias en el momento de la constitución del Estado moderno. Frente al poder soberano se levantan los padres de familia que, junto con los propietarios, limitan su acción:

      En realidad, el soberano y el padre de familia no establecen un poder dual dentro del Estado, sino una doble imagen de un titular único del legítimo ejercicio del poder soberano. El pater familias es el equivalente del soberano en el ámbito de las relaciones privadas que posibilitan la existencia misma del Estado.15

      Identificando “al ciudadano con el varón padre de familia”, Bodin revela el fundamento del sujeto político moderno y sus exclusiones devenidas desde entonces objeto de litigio.

      Cada vez que la soberanía es cuestionada por las revoluciones de la época moderna, este modelo de ciudadano soberano va a ser atacado tanto por la identificación que presupone entre ciudadanía y propiedad como por la identificación de la ciudadanía con el género sexual.16

      Asimismo, la relación de clase entre blancos y no blancos es tanto un modo de producción (colonial/esclavista) como un elemento constitutivo de la política y el Estado moderno.

      La constitución material de la máquina política (absolutista y constitucional) no puede ser pensada únicamente a partir de Europa. Debe necesariamente incluir la conquista de América, construida transversalmente por la separación entre centro y periferia.

      La naturaleza y el funcionamiento de la máquina mundial del capital, su síntesis disyuntiva y su doble reterritorialización indisociablemente “económica” y “política”, no solo desplazan nuestra concepción del capital, del valor, de la fuerza de trabajo y de su composición, sino también la idea que tenemos del poder.

      La máquina mundial que simultáneamente incluye y excluye para capturar mejor el trabajo abstracto y el excedente (ecológico) de trabajo gratuito (o muy barato) no podría funcionar sin la ayuda del Estado, del derecho, de la guerra, de la fuerza.

      El

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