¿Te acuerdas de la revolución?. Maurizio Lazzarato
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Pero no basta con que la capitalización y la apropiación del trabajo gratuito sean simultáneas, es necesario que la extensión de esta última no tenga comparación con la primera. No solo las zonas de apropiación de este trabajo deben expandirse más rápidamente que las zonas de explotación del trabajo abstracto, sino que el dominio de la apropiación debe ser siempre y necesariamente más amplio (tanto geográfica como demográficamente) que el espacio de explotación del trabajo asalariado.
Para Samir Amin, este trabajo gratuito es el resultado de lo que él llama el “lumpen-desarrollo” impuesto “por los monopolios de los países imperialistas del centro a las sociedades de las periferias que ellos dominan. Se manifiesta en el vertiginoso crecimiento de las actividades de supervivencia (la llamada esfera informal), es decir, en la pauperización inherente a la lógica unilateral de acumulación de capital”.
El “trabajo socialmente necesario no remunerado” es la condición del “trabajo socialmente necesario” (trabajo abstracto), mientras que Marx y los marxistas no llegan a ver la función y la necesidad del primero, salvo en la acumulación primitiva.
La obsesión del capital es reducir continuamente el “trabajo necesario”. Esta reducción del trabajo asalariado, perfectamente descrita por Marx, no implica la creación de un ejército de trabajadores de reserva (o un ejército de reserva industrial), sino un aumento del trabajo necesario gratuito o escasamente remunerado que no analiza con la misma perspicacia. Marx describe la apropiación gratuita, el robo, el saqueo practicado por el capital durante la acumulación primitiva, pero estas expropiaciones son tan solo una narración porque no entran en el funcionamiento y cálculo de la ley del valor.
1.1. Valoración y desvalorización de las subjetividades
La economía política valoriza el trabajo abstracto definiéndolo como “trabajo productivo”, al mismo tiempo que desvaloriza el trabajo no remunerado catalogándolo como “trabajo improductivo”. El marxismo, lamentablemente, no solo aceptó esta definición completamente política del trabajo, sino que la consagró como el lugar donde se despliega la fuerza revolucionaria. Solo los trabajadores detentan el secreto de la ruptura revolucionaria, ya que, al estar adentro de la producción, pueden bloquearla y derrocarla.
La valoración y desvalorización del trabajo pasa por una valorización y desvalorización de las subjetividades y el lugar que se les atribuye no solo en la sociedad, sino también en la humanidad y la naturaleza. La producción económica es necesariamente una producción de subjetividades.
La doble dinámica del trabajo remunerado y el trabajo gratuito que ya se estableció durante el siglo XVI “largo” (1450-1648) está basada en una revolución que Moore definió como conceptual y que se remonta a Descartes: la bifurcación de la naturaleza y la sociedad. Por un lado, se establece un colectivo de humanos, animado por leyes “sociales” y, por el otro, un grupo de no humanos organizado por leyes naturales y objetivas.
La naturaleza, tal como será definida entre los siglos XV y XVII, no estaba únicamente compuesta por no humanos; no era exclusivamente animal, vegetal y mineral, ya que también incluía mujeres, esclavos, colonizados, indígenas, todos sometidos a un proceso de naturalización radical, de manera que esta revolución fue la del hombre, blanco, masculino, dotado de razón, frente a las “naturalezas humanas y extrahumanas” que carecían de ella.
Una vez que las mujeres fueron desvalorizadas a través del sexo, y los colonizados, esclavos y nativos, a través de la raza, la separación entre naturaleza y sociedad podía legitimar la función del hombre, masculino, blanco, propietario, europeo, cuya tarea será la civilización y el dominio de estas diferentes naturalezas salvajes (humanas y extrahumanas).
Las jerarquías de “valores” político-sociales así establecidas se tradujeron inmediatamente en jerarquías de “valores económicos”.
La operación que ejerce el capital sobre esta enorme masa de trabajo no productivo es la de síntesis disyuntiva, de exclusión inclusiva. La exclusión de la humanidad, del espacio político, de los derechos, etc., es lo que vuelve rentables a los no asalariados. El “adentro” y el “afuera” son construcciones cuyo contenido varía según la época, pero siempre es necesario reproducirlas porque de esta “inclusión por medio de una exclusión” depende la tasa de ganancia.
La desvalorización del trabajo humano no remunerado se realiza principalmente a través del sexo y la raza, puntos a los que tendremos que volver con más detenimiento, porque esta devaluación que pasa por los cuerpos introdujo problemas apenas tematizados o no tematizados por la tradición marxista centrada en el trabajo abstracto. La problematización de esta doble valoración/desvalorización será aún más importante para la dinámica de la revolución en el siglo XX, ya que las rupturas políticas más importantes vinieron precisamente del trabajo gratuito, barato, marcado racial y sexualmente.
Evidentemente no hay nada de natural en esta “naturaleza” (como sucede con la mujer, el esclavo, el colonizado, el indígena), porque ha sido “descubierta” invadida, cartografiada, estudiada, diseccionada por la ciencia, el Estado y los capitalistas, de tal manera que Moore puede hablar, con un guiño hacia el marxismo, de “naturaleza social abstracta”.
Lo que se llama crisis ecológica tiene sus raíces en esta doble historia de explotación y saqueo de naturalezas humanas y no humanas.
1.2. Las verdaderas fronteras
El dinamismo del capitalismo, sus continuas “revoluciones”, es impensable sin las “fronteras” que separan y unen el adentro y el afuera de la valorización. La frontera establecida por la síntesis disyuntiva que distribuye la inclusión y la exclusión no debe confundirse con las fronteras de los Estados soberanos. La solidez y la estabilidad de las fronteras de los Estados nacionales dependen de la solidez y la estabilidad de la “color line” que desde hace un tiempo introdujo sus divisiones también en el Norte.
Las fronteras de la máquina global no son simples lugares geográficos, sino relaciones ecológicas y de poder que deben liberar nuevos flujos de bienes gratuitos. Estas fronteras políticas son las que definen la valorización y la desvalorización de las subjetividades, las que reparten el trabajo abstracto y el trabajo no remunerado, las que establecen las diferencias entre “civilización” y “barbarie”. Se desplazan continuamente a medida que los precios de los “productos” baratos garantizados por la mano de obra no remunerada aumentan o ingresan en la producción capitalista propiamente dicha.
Según Jason Moore, estas fronteras “descubren”, mapean, analizan, disponen nuevos elementos naturales y nueva mano de obra barata para su apropiación y saqueo. El agotamiento de una frontera requiere la construcción de otra. Siempre es necesario que una gran masa de trabajo humano y no humano (el suelo, los bosques, el agua, etc.) quede fuera de la capitalización, fuera de la ley del valor, o que la cantidad de valor y capitalización que contiene sea escasa. La producción de trabajo precario, subpago y subempleado responde a este imperativo.
La colonización del centro es una nueva