Gobernanza rural en México. Alma Patricia de León Calderón
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INCIDENCIA DE LA GOBERNANZA EN LO RURAL
Como se menciona al inicio del presente texto, no es el fin de éste proporcionar una definición de la gobernanza en lo rural, pero sí proporcionar elementos generales aplicables a cualquier espacio de interacción social; sin embargo, presentamos un breve acercamiento en el cual se hace énfasis en la diferenciación de definición de intereses colectivos y los significantes de la interacción en espacios rurales, donde lo simbólico adquiere mayor peso sobre las decisiones colectivas.
Dicho lo anterior, resulta pertinente recordar lo expuesto por Bevir (2013), cuando realiza la crítica a la visión sajona de gobernanza, donde, entre otras cosas, menciona que esta visión resulta reduccionista y que deja de lado el hecho de que estas redes son producto de fluidas acciones contingentes y conflictivas de personas diversas, provenientes de un mundo caótico, quienes crean, piensan, viven, luchan y se organizan de formas variadas y complejas.
El acercamiento a la ruralidad partiendo de la idea anterior, permite observar la complejidad cultural de estos espacios sociales caracterizados por estar fuertemente relacionados con tradiciones organizacionales ligadas a las creencias y tradiciones locales; estas organizaciones sociales rurales se determinan de forma diversa, pero el respeto por sus creencias y normas sociales suele ser una de las características de la organización social en espacios rurales. Así, la complejidad de las relaciones sociales en lo rural y su convivencia con otras formas de organización, en este caso estatales, como los medios de generación de bienes públicos y la prestación de servicios, se caracteriza por una vastedad de rituales; dentro de éstos, tienen un papel importante los elementos simbólicos e ideológicos, acompañados de un grupo de creencias, donde todas ellas son parte integradora de los dispositivos para el ejercicio del poder (Lutz, 2017; Chávez, 2017; Salas, 2019).
Cabe destacar que la complejidad y diversidad social y organizativa en lo rural es propia de cada espacio, dicha variedad no es menor a las representaciones que se han generado en espacios no rurales, como lo urbano, y se podría decir que es posible que su diversidad y complejidad represente mayores retos para su comprensión (Lutz, 2017; Chávez, 2017; Salas 2019).
Los elementos culturales e identitarios, así como los organizativos, en lo rural están llenos de particularidades que hacen de los espacios una mina de exploración en torno a las formas de relacionarse, de ejercer los procesos de la toma de decisiones que dotan de significado, tanto al espacio social, como a la suma de preferencias individuales traducidas en prioridades públicas.
La lógica de la toma de decisiones públicas en lo urbano, por lo general, serán en torno a la mejora y mantenimiento de la infraestructura urbana, en lo semiurbano, la aspiración será llegar a ser urbano o no perder cierto nivel de urbanización, pero, en lo rural, ¿cuál es el principio que orienta las decisiones?, ¿dejar de ser rural? o, preservar ese elemento, seguir siendo rural, pero, ¿bajo qué parámetros?
Difícilmente la aspiración de los espacios urbanos y semiurbanos será dejar de serlo y regresar a lo rural. ¿Pudiera ser interpretado como una forma de involución?, pero hasta dónde lo rural significa precisamente esto, hasta dónde significa precariedad y atraso, ¿realmente es así? Por eso las cargas simbólicas e identitarias son elementos primordiales para entender la dinámica en espacios rurales como construcción de un cuerpo social, el significado de lo rural no siempre está ligado a la idea de precariedad y carencia.
Algunos supuestos sobre la estructura de redes: en lo rural el fenómeno del “gorrón” o free rider es menos común, dado el principio de organización por faenas y las penalizaciones que la estructura de mando impone si existen faltas a la cooperación social, además de la carga de necesidad de unión de fuerzas para lograr objetivos comunes (Martínez y Valencia, 2017); en lo urbano, puede ser más común ver este fenómeno dada la ausencia de estructuras organizativas con peso punitivo sobre ciertos actores que deciden que es mejor no participar, al fin y al cabo, el mantenimiento y mejora de la infraestructura es necesario y se aplicará, incluso si se decide no participar, y las formas de organización social, tanto formales como informales, hacen más compleja la estructuración de mecanismos punitivos que obliguen a la participación o excluyan del beneficio común.3
En ese sentido, la identificación de redes, la capacidad de participación y recursos para incidir en lo público puede ser, en lo rural, más identificable (sobre todo por principios geográficos y poblacionales), pero no por ello menos complejos que en otros espacios sociales caracterizados o catalogados como urbanos.
Las relaciones entre lo estatal y la organización no estatal (redes de cooperación), son más comunes o más fáciles de identificar en espacios rurales, por ejemplo: organizaciones para la administración del agua sin intervención del Estado, llegando hasta la organización de grupos de autodefensas (seguridad pública), como medios para dotar de seguridad; organizaciones de carácter religioso que facilitan de capacidad de mando a actores locales, entre otros. Estas formas de organización, como ya se mencionó, ampliamente cargadas de elementos simbólicos que las dotan de significado y crean identidades que dan vida a las particularidades de la organización social en lo rural, tienen un punto de encuentro con lo estatal, de ello se derivan innumerables formas de vivir lo público; desde la colaboración de forma directa sin mayor oposición a las decisiones estatales, como aquellas que se oponen tajantemente a las decisiones estatales y son vistas como invasivas en algunos espacios rurales.
Por ello, se recupera en un principio la idea de Bevir (2013), cuando refiere a la narrativa como una forma más completa, o al menos, con menor contenido ideológico, menor contaminación para dar cuenta de las relaciones de poder entre actores estatales y no estatales. De alguna forma, también Zurbriggen (2011), en el tercer concepto, en el que ofrece un elemento integrador de las formas de organización entre actores estatales y no estatales sin cargas normativas, como mecanismo para dar cuenta de una compleja forma de ejercer el poder, también aporta a la idea de documentar dentro de las redes de política pública todos los procesos en que éstas se ven inmersas entre los diversos actores, así como sus consecuencias, por ello es una visión integradora.
Finalmente, la propuesta de Arellano, Sánchez y Retana (2014), al hacer referencia a la gobernanza a secas, como el proceso para la toma de decisiones relacionado con la o las formas de integración de la autoridad y la capacidad de ejecutar acciones, decididas por alguien o por algunos, nos da luz, en conjunto con la idea de Bevir (2013) y Zurbriggen (2011), de la importancia de documentar (narrativa), o lo que se puede definir como una etnografía de redes, para dar cuenta de los procesos de toma de decisiones y, en general, del ejercicio de poder entre diversos actores en torno a problemas públicos y que al proporcionar una mayor cantidad de datos ligados a las diferentes redes pueden intervenir en estos procesos, arrojando mayor luz sobre la complejidad de los ejercicios de poder y las significaciones de los actores en torno a la toma de decisiones y el emprendimiento, o no, de acciones en torno a un problema público, lo cual puede ser entendido como gobernanza.
El capturar los elementos que dan sentido a las decisiones colectivas, sea cual sea ésta, permite entender de mejor manera los procesos y resultados de la interacción entre actores públicos, privados y sociales en la búsqueda por dar respuesta a problemas