Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez

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Desde Austriahungría hacia Europa - Alfonso Lombana Sánchez

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      La ampliación prevista de la Teoría de la Cultura no obvia el discurso interno de cada disciplina, tampoco en la Filología o la Teoría de la Literatura. Según Fauser, la expansión cultural de la Teoría de la Literatura no es un paso más del interminable discurso metodológico; esta es más bien un intento de contar con conceptos transversales que permitan la reformulación de la comprensión de la literatura (Fauser, 2004, p. 7 y sig.). El impacto que ha dejado es de notable trascendencia; por ello, la situación de la Teoría de la Literatura Cultural se puede resumir como el conjunto de presupuestos teóricos de la literatura que se basan en cuestiones, procederes y teorías culturales (Köppe & Winko, 2008, p. 234). Con la reedición de Nünning (2008a) y del manual teórico (Jaeger, et al., 2011) quedan claramente expuestas las ventajas e inconvenientes de esta joven metadisciplina, así como sus posibilidades y recursos. En estos volúmenes tiene cabida la literatura, donde respectivamente las contribuciones de Voßkamp y Bollenbeck y Kaiser exponen a grandes rasgos la problemática de su estudio y su aplicación más directa (Bollenbeck & Kaiser, 2011).

      Las obras introductorias a la Teoría de la Literatura en lengua alemana exponen también esta extensión y la incorporan como movimiento unitario alternativo de investigación de la literatura. Así, por ejemplo, Köppe & Winko (2008) definen como una kulturwissenschaftlich orientierte Literaturwissenschaft la enrevesada situación de la crítica literaria tras el giro cultural, viendo en esta colaboración una de las «salidas» para el discurso académico actual. Importantes síntesis de la historia de la Teoría de la Cultura se recogen también en otras obras «específicas» de la Teoría de la Literatura Cultural (Schößler, 2006; Fauser, 2004). Y como todas las demás especialidades, la Teoría de la Literatura comparte también tras el giro cultural la predisposición nata a la crítica (Köppe & Winko, 2008, p. 236). Por todo ello, cuatro son las preguntas fundamentales que se formula una Teoría de la Literatura culturalmente expandida sobre (1) la vinculación existente entre textos y discursos, (2) la sociedad del conocimiento, (3) las mentalidades y las realidades socioculturales existentes y (4) las funciones que tiene la literatura (Nünning & Sommer, 2004, p. 20 y sig.). En estas cuatro preguntas revivimos cuestiones mencionadas anteriormente, como por ejemplo las preguntas vitales (Lebensfragen) de la Teoría de la Literatura (Jaeger, et al., 2011).

      La discusión acerca del sentido de una ampliación de la Teoría de la Literatura mediante la Teoría de la Cultura no es novedosa, y Oliver Jahraus, cuya discusión se engarza más bien con la obra de Hansen (Hansen, 1993) y las publicaciones derivadas de esta (réplicas, reseñas, etc.), afirma que se puede llegar incluso a fijar el nacimiento de la Teoría de la Cultura en el núcleo de la Teoría de la Literatura (Jahraus, 2004, p. 79). En este sentido, discutir y pensar las ventajas e inconvenientes de la expansión cultural de la Teoría de la Literatura significa hoy en día ya casi investigar y recopilar cuanto se discutió a este respecto. Pionero fue el artículo de Nünning (1995b), en un volumen que él mismo editó para arrojar luz en el asunto (Nünning, 1995a, p. 5). En esta línea trabajaron también publicaciones más recientes, tal y como se recoge en el manual de Jaeger (Bollenbeck & Kaiser, 2011).

      Bollenbeck y Kaiser (2011) esbozan un escenario en el que explican con acierto cómo la Teoría de la Literatura se muestra frecuentemente reacia a «cuerpos extraños», a pesar de que las novedades que trajo la Teoría de la Cultura fueran realmente escasas. Los motivos que esgrimen como causantes del rechazo son los diversos «miedos» de la disciplina. Entre estos miedos se cuentan una constante preocupación por la pérdida de la relevancia social y académica de la Teoría de la Literatura, un complejo uso de la herencia de las Filologías nacionales tras la Segunda Guerra Mundial, una reacia apertura a la modernización (por ejemplo en cuestiones informáticas), un perenne miedo a que otras disciplinas caigan en un diletantismo filológico (lo que motiva el desarrollo del críptico lenguaje propio), un temor a convertirse en la mera enseñanza de lenguas (eso sí, siempre con miedo a perder la exclusividad en este ámbito) y, por último, un cierto miedo a la realidad, consecuencia de un encierro insano, ya referido anteriormente, por cierto, con la metáfora de la torre de marfil (Gumbrecht, 2001). Estos reproches a la Teoría de la Literatura y a la Filología en general parecen algo desmedidos, pero son comprensibles; tampoco parece gratuito pensar que en ellos se puedan encontrar tanto los motivos de esta pérdida de funcionalidad como de un cierto alejamiento de la realidad, que va de mano de la «quimera» terminológica y conceptual interna.

      El conflicto entre Teorías de la Literatura y Teoría de la Cultura había arrojado en años previos grandes disputas académicas, de cuya confrontación e intercambio se pueden extraer casi todas las ventajas y desventajas de una Teoría de la Literatura Cultural. La primera de ellas tuvo lugar entre Hans-Harald Müller y Hartmut Böhme en 1997; la segunda, entre Walter Haug y Gerhart von Graevenitz en 1999. En la primera de ellas, la discusión versó más acerca de la Filología. El motivo fue un artículo de Hans-Harald Müller atacando las «leyendas metodológicas» de la Teoría de la Cultura (Müller, 1997), al que Hartmut Böhme repuso argumentando en contra punto por punto las acusaciones (Böhme, 1997).

      En una segunda discusión, el punto de atención se centró exclusivamente en la Teoría de la Literatura Cultural y el motivo fue un provocador artículo de Walter Haug (1999a) donde criticaba en concreto la obra de Böhme & Scherpe (1996). Su reproche apuntaba sobre todo al riesgo de un totum revolutum en el que todo pudiera tener cabida (Haug, 1999a, p. 73). Muy sistemáticamente repuso Gerhart von Graevenitz argumentando cómo ambas teorías sí que podían trabajar juntas sin caer en diletantismos (Graevenitz, 1999), y la síntesis que Walter Haug extrajo en respuesta a la réplica (Haug, 1999b) puede verse como el primer paso de una reconciliación cuyo impacto llega hasta nuestros días:

      «Der gegenseitige Lernprozess im Miteinander und Gegeneinander von Literaturwissenschaft und Kulturwissenschaft dürfte also weiterhin zukunftsträchtig sein. Er ist aber nur möglich und sinnvoll, wenn die Literaturwissenschaft in unvoreingenommener Gesprächsbereitschaft die Differenz wahrt» (Haug, 1999b, p. 121).

      «El proceso recíproco de colaboración y enfrentamiento entre Teoría de la Literatura y Teoría de la Cultura debe ser productivo. Pero esto será solo posible y tendrá sentido en el caso de que la Teoría de la Literatura conserve de forma incondicional sus rasgos diferenciadores».

      Los contenidos de estas discusiones se recogen en los volúmenes introductorios a la Teoría de la Literatura Cultural surgidos posteriormente (Benthien & Velten, 2002, p. 22 y sig.), de los que efectivamente también se hicieron eco Bollenbeck y Kaiser (2011) en su artículo del manual sobre Teoría de la Cultura (Jaeger, et al., 2011).

      Estos hechos ponen de manifiesto que el florecimiento interno de propuestas, alternativas y reflexiones acerca de la Teoría de la Literatura no podría ser hoy en día más intenso. Así se percibe también en los volúmenes recopilatorios, por ejemplo de Köppe & Winko (2008). Coincidente con la discusión inaugural (Frühwald, et al., 1991), la década de los noventa alumbró diferentes volúmenes críticos con la búsqueda de un sentido para la Teoría de la Literatura (Griesenheimer & Prinz, 1992; Kaiser, 1996), aunque su funcionalidad (Laermann, 1992) pareció seguir estando fuera del alcance de todos aquellos que se encontraran más allá de los límites universitarios (Nünning, 1995a, p. 3). Nünning en concreto lamentó en reiteradas ocasiones desde los años noventa el más que evidente alejamiento de la Teoría de la Literatura de muchos de los consumidores de literatura, lo que achacó especialmente a una «confusión teórica» y a la casi críptica situación del estudio de la literatura (Nünning, 1995a). Sin embargo, el abismo entre ambos es hoy en día si cabe aún mayor, cuando paradójicamente la literatura goza de un apogeo en la sociedad y la revolución cultural parece haber calado en el estudio de la literatura: nunca ha estado tan cerca la literatura de sus lectores, y nunca tan lejos su teoría de la realidad. En 1995, cuando la incipiente revolución de la Teoría de la Cultura estaba en plena ebullición, Ansgar Nünning hacía el siguiente balance de la situación «caótica» de la masiva producción de teorías, en el que comentaba que la proliferación

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