Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez
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Por ello, integración, migración, multiculturalismo o diversidad son los grandes temas de discusión en el siglo XXI no solo en los diferentes estudios sobre movilidad, sino también en estudios literarios, pues el texto literario trata en definitiva las salidas a estas preguntas constatables en nuestros días (Hess, et al., 2009). Por ello, también gozan de gran presencia estas dentro de los estudios culturalmente orientados, que en definitiva consideran con total naturalidad que autores interculturales sean aquellos cuyos orígenes y perfiles biográficos interculturales marquen su escritura (Mecklenburg, 2008, p. 21). De este modo, además, una literatura culturalmente expandida ha asumido especialmente el discurso de la diversidad cultural en sus múltiples variantes. Así, gracias a la Teoría de la Literatura Cultural disponemos de una amplísima perspectiva metodológica que considera cuestiones filosóficas, antropológicas, sociológicas, políticas, etc. Es una orientación similar a la que sobrevoló a las preguntas «postestructuralistas» latentes en la Teoría de la Literatura a finales del siglo XX, las cuales encontramos de nuevo en la Teoría de la Cultura, por lo que se vinculan a su vez también con el discurso de la postmodernidad en literatura (Hoffmann, 2006, p. 288 y sig.).
La Teoría de la Cultura ha puesto de manifiesto una literatura que parecía estar relegada a un segundo plano. Metafóricamente se ha afirmado que las propuestas culturales han despertado con furia a un gigante que parecía dormido, demostrándole cuánto tenía todavía por decir (Schößler, 2006, p. IX). Ciertamente, la Teoría de la Literatura ha intentado asumir muchos de los postulados culturales en una estrecha combinación con las directrices de las disciplinas, permitiendo así la mentalidad transversal a la que apelan las intenciones interdisciplinares (Reinalter, 1997, p. 109). Gracias a la fructífera colaboración es posible apuntar hoy en día cuál es la tendencia de trabajo que le espera a la Teoría de la Literatura en los próximos años:
«Der Zusammenhang von Literatur- und Kulturwissenschaft lässt sich heute […] anhand der über die philologischen Aufgaben im engeren Sinn hinausgehenden Kernbereiche der Literaturwissenschaft ablesen: Textanalyse und Textinterpretation […], Analyse von Medien und Medialität als konstitutive Elemente kultureller Kommunikation und die Rekonstruktion und Konstruktion der Geschichte der Literatur als kulturwissenschaftlich ausgerichtete Funktionsgeschichte der Literatur» (Voßkamp, 2008).
«La conjunción de Teoría de la Cultura y de Teoría de la Literatura se aprecia ante todo en los ámbitos centrales de las tareas filológicas en sí que nacen de la Teoría de la Literatura: análisis e interpretación textual, análisis de los medios y medialidad en tanto que elementos constituyentes de la comunicación cultural, así como la reconstrucción y construcción de una historia de la literatura como una historia de funciones de la literatura culturalmente orientada».
La difícil tensión de estos últimos años parece haberse ido aflojando recientemente gracias a los ya mencionados principios culturales en la Teoría de la Literatura (Bollenbeck & Kaiser, 2011). Y, frente a los retos de las Humanidades del siglo XXI, la Teoría de la Cultura parece venir justo en el momento idóneo para atender estos miedos con un ímpetu renovador e incentivador. No se habla por tanto de postulados, sino más bien del refuerzo de las propias disciplinas interconectadas y, a partir de ahí, de una expansión de las propias prácticas conforme a los nuevos paradigmas (Schößler, 2006, p. IX). Es por ello que en el caso concreto de la Teoría de la Literatura, la orientación cultural ha ampliado el horizonte, caracterizándose por su dinámica y su tendencia a la formulación de nuevos retos (Köppe & Winko, 2008, p. 239). Este hecho es de gran trascendencia a la hora de defender el sentido de las Humanidades, ya que con esta perspectiva de búsqueda de novedades se mantiene vivo el ímpetu de la investigación. Tras la expansión cultural, los textos, que son «complejas configuraciones de la experiencia y de la comprensión del mundo» (Benthien & Velten, 2002, p. 23), no pierden su jerarquía ni su interés ni su entidad, sino que tan solo se redefine su estatus de un nuevo modo (Müller, 1999, p. 582).
Este nuevo escenario quedará mucho más claro tras la relectura de algunos momentos literarios del pasado, tal y como se plantea en este trabajo, ya que de esta nueva ocupación pueden surgir interesantes aplicaciones prácticas del conocimiento archivado en la literatura. La nueva mirada cultural a periodos literarios del pasado permite también resaltar facetas de aquello que, quizá, pudo haber pasado desapercibido en ocasiones anteriores. En definitiva, los fundamentos teóricos de la Teoría de la Cultura no solo completan la tradición investigadora de la Germanística, sino que contribuyen también con sus resultados a las Humanidades en general y, gracias al análisis de todos los resultados de las disciplinas tradicionales, se abre la puerta de la comprensión moderna de la producción cultural. Mucho de lo que se hace con una Teoría de la Literatura Cultural es en realidad un recordatorio de que la Germanística salga de la torre de marfil (Gumbrecht, 2001) y no pierda su contacto con la realidad. Una renovación, una revitalización y una interconexión de las disciplinas que justifiquen la que pueda ser su utilidad a comienzos del siglo XXI.
1.1.2. Fundamentación teórica
Cultura
El fundamento teórico de este estudio se enmarca dentro de los presupuestos de las dos disciplinas más involucradas en el estudio de la cultura y de la literatura, esto es, respectivamente la Teoría de la Cultura y la Teoría de la Literatura. Sin embargo, la cantidad de posibles definiciones para los conceptos de «cultura» y de «literatura» es inmensa; por ello, es necesario establecer primeramente algunos puntos comunes para delimitarlos en este estudio. De esta cuestión pretende ocuparse el siguiente apartado.
El desacuerdo acerca de una definición objetiva de cultura es notable. El resultado de la oscilación de variantes epistemológicas se traduce en las diversas concepciones de cultura de las diferentes lógicas del estudio cultural (Wirth, 2008), así como en las trasformaciones que el concepto ha experimentado históricamente (Reckwitz, 2006). De los múltiples volúmenes compiladores sobre las teorías, tendencias y consideraciones acerca del término de «cultura» se induce que lo más importante a la hora de trabajar «culturalmente» no son las definiciones sino las aplicaciones, es decir, que por encima de definiciones holísticas, estructuralistas, etc. ha de prevalecer la reflexión sobre las repercusiones de cultura.
Las primeras hipótesis y propuestas conceptuales que han definido así «cultura» coinciden con la que puede considerarse fecha de nacimiento de las Teorías y Ciencias Culturales (Schößler, 2006, p. 3), esto es, en torno al 1900. Con estas definiciones se dio un notable paso adelante rumbo a una noción de cultura compiladora y descriptiva. En el siglo XIX se había fragmentado el concepto incorporando a la versión teórica una faceta social, lo que motivaría nuevas definiciones más descriptivas y funcionales, ya alejadas de las nociones prescriptivas e inamovibles precedentes. Así, junto a las definiciones «normativas» de cultura tendremos desde el siglo XIX también toda una galería de definiciones descriptivas en las que las formas de vida y los individuos ocuparán el centro de estudio. De este mismo punto de partida surgen las definiciones que evolucionaron durante todo el siglo XX hasta su punto actual en la Teoría de la Cultura. Heinrich Rickert sintetizó bien esta noción de cultura hablando del sistema de valores:
«Die Religion, die Kirche, das Recht, der Staat, die Sitten, die Wissenschaft, die Sprache, die Literatur, die Kunst, die Wirtschaft und auch die zu ihrem Betrieb notwendigen technischen Mittel sind, jedenfalls auf einer gewissen Stufe ihrer Entwicklung, Kulturobjekte oder Güter genau in dem Sinn, dass der an ihnen haftende Wert entweder von allen Gliedern einer Gemeinschaft als gültig anerkannt oder seine Anerkennung ihnen zugemutet wird» (Rickert, 1921, p. 23).
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