Para mi biografía. Héctor Adolfo Vargas Ruiz

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Para mi biografía - Héctor Adolfo Vargas Ruiz

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años y que este año cumpliría un centenario de vida, mismo que en vida inició este proyecto al que denominó: “Para mi biografía” escribiendo a puño y letra el contenido de estas páginas en un ahora viejo y desgastado cuaderno común (que reposa, gracias a la intervención de mi Abuelita Julia, en el archivo de la biblioteca nacional para su conservación) texto que mi padre ha trascrito inicialmente a máquina de escribir y recientemente ha digitalizado junto al contenido de otros tantos papeles, un “libro verde”, hemerotecas, libretas personales, pequeñas hojas sueltas que hemos atesorado en archivos familiares, como también grabaciones de audio domésticos guardados en cassettes, y algunos otros fonogramas encontrados en varias fonotecas nacionales como la de la radio nacional y otras grabaciones como las de caracol radio y de la ya extinta radio sutatenza, además de fotografías y partituras de las obras musicales.

      En estas páginas se muestra la vida de un hombre extraordinario, a quién yo he conocido a través de amigos y admiradores, siendo el número uno: mi padre, y he reconocido aún mejor a través de estas palabras escritas en las que él expone en prosa, verso y melodía su intimidad en una especie de autoautopsia, suya y de muchos que compartieron su momento histórico y geográfico; por medio de su relato y obras yo he podido viajar en el tiempo y experimentar sus vivencias sensoriales: a través de sus ojos vi un grupo de casas moviéndose, así describió su primer encuentro con algo desconocido para él: un tren; Olí la caja de mierda que recibió disfrazada de regalo siendo un niño vendedor de tintos en la fría Bogotá de los años 30, he escuchado los versos cantados por los promeseros que pasaban por su pueblo vía Chiquinquirá, he degustado la gastronomía boyacense que exalta en sus composiciones y he sentido las manos ásperas y los fuertes músculos de nuestros campesinos, así como la suavidad de otras pieles gracias a sus innumerables alusiones a la sensualidad femenina.

      En este libro se leen muchas de sus vivencias hechas canción y también se muestra su legado que perdura tras su inevitable deceso físico, legado que expande mi pecho al saberme orgullosa heredera: al oír a mi abuelo en las voces que cantan sus canciones y sentirlo vivo en las manos que las interpretan, o sonreír en su presencia al esperar el cambio de luz del semáforo en las intersecciones cercanas a la plazoleta de las nieves en Tunja, en programas de radio u homenajes varios desde los más sencillos a los más solemnes, como el que espero atestiguar cuando se abra la “Cápsula del tiempo” en 2052, de estas y muchas maneras reconozco que su legado no es sólo mío, sino que es nuestro: de mi familia, de mis pueblos y paisanos: Boyacenses y Colombianos todos.

      La vida y obra de mi abuelo son en conjunto una invitación a sentir la dicha de ser quiénes y de dónde somos y a conocer y ser embajadores de nuestra: “Historia, raza y paisaje, cultura, clima y riqueza” teniendo la certeza que “No hay en el mundo otra tierra que encierre tanta grandeza” “con sus vivos, con sus muertos y los que están por nacer”.

      Naira Esperanza Vargas Galindo

      PRÓLOGO Y PREFACIO

      Hiende el espacio con su voz sonora,

      El tiple rasga con pausado ritmo,

      Canta el bambuco que, cual patrio himno,

      Tiene en sus notas lo que más se adora:

      Olor de campo, atardecer, aurora,

      Recuerdos idos del placer divino.

      Vuelca su canto en alegre ambiente

      Al compás de música olvidada,

      Recuerda a todos nuestra edad pasada,

      Gustando el néctar del amor ardiente

      Ante la reja de la novia amada:

      Serenatas, amigos y aguardiente.

      (Tunja, agosto de 1978)

      Hay un hombre como artista consagrado

      En el canto, en la música, en el trago;

      Con su tiple, que maneja como un mago,

      Toca y canta con amor de colombiano.

      Otras veces, bien mareado y sin centavo,

      Revélase atrayente y sugestivo.

      Vive siempre cabizbajo y pensativo

      Al sentir los efectos del guayabo.

      Recibe mil aplausos cuando arranca

      Girones de la Patria con su canto,

      Aplausos que se tornan en quebranto

      Si la fiesta se termina en una “tranca”.

      Pedro A. Rosas

      (Aquitania, Boyacá)

      Sutamarchán

      Vengo de Leyva con gran anhelo,

      donde turistas vienen y van:

      quiero embriagarme bajo este cielo

      que te cobija, Sutamarchán.

      Vengo a postrarme feliz y en calma

      a tu santuario santo y divino;

      traigo canciones dentro del alma

      para las fiestas del torbellino.

      Cuna bendita de un trovador

      que, de Colombia, palmas merece

      y ha enriquecido nuestro folclor

      con su famoso “Soy Boyacense”.

      En mis guayabos los lunes sigo

      tras tu cuchuco entre risa y risa

      y cuando calmo, cantando digo:

      ¡Que viva Suta y su longaniza!

      Luis Salazar Ojeda

      (Cocuy, Boyacá: 1907)

      Prefacio

      No sé si será fortuna

      la de nacer y crecer,

      porque vivir pa’ sufrir

      ¿qué fortuna puede ser?

      De cuatro, quedé sin padre,

      porque un tifo lo mató;

      sin madre, quedé a los cinco,

      porque ella me abandonó.

      Una abuela octogenaria

      de maternal corazón

      fue, de mi trágica infancia,

      mi guía y mi protección.

      Mis juguetes siempre fueron

      pica, pala y azadón

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