Inspiración y talento. Inmaculada de la Fuente
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En 1913 viajó a Argentina, primera etapa de un periplo de seis meses a América, pensionada por la Junta de Ampliación de Estudios. De este viaje trufado de conferencias y encuentros con otras mujeres avanzadas, surgieron los escenarios de nuevas tramas narrativas: Malos amores, ambientada en un barco que hace la travesía España-Buenos Aires, y Sorpresa, el retrato de una pareja poco convencional que contiene claves de su propia relación con Gómez de la Serna. En el viaje de vuelta hizo escala en Canarias y sus conferencias a favor de la educación y los derechos de la mujer tuvieron un eco destacable. Se había convertido en un referente de la emancipación femenina.
La generación del 14, con Ortega a la cabeza, representaba un punto de inflexión en el terreno de las ideas. El modernismo quedaba atrás, y se imponía la estética novecentista. Colombine no fue inmune a esa atmósfera, pero sin dejar atrás sus anteriores influencias. Dentro del ciclo dedicado a Rodalquilar, en 1914 publicó Frasca, la tonta (y en 1918, El último contrabandista y Venganza). Escritora y periodista versátil, en 1914 inició su colaboración en una publicación que acababa de salir, La Esfera, con Mundanidades. Sus nuevos compromisos no le impidieron emprender ese verano un ambicioso viaje a los países nórdicos y Rusia que acabará siendo accidentado. Visitó hasta los recónditos paisajes noruegos y admiró su organización social, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial frustró sus planes de llegar a Rusia. Viajando en un tren alemán, al enterarse de que la escuadra rusa en el Báltico había sido aniquilada, pecó de imprudente y manifestó su pena por razones humanitarias, pero otros pasajeros se sintieron molestos. Ella y su hija sufrieron su rechazo y en un cambio de tren fue acusada de espía rusa. Consiguieron salir de Alemania, no sin dificultades, en el mercante español Ciscar con otros compatriotas, pero las peripecias no terminaron hasta llegar a Londres, desde donde, ya a salvo, regresaron a España. La aventura fue narrada en El Heraldo y La Esfera y acabaría registrada en un nuevo libro.
Si años antes la columna encarnaba su principal discurso, ahora el vehículo elegido es la novela corta —inspirándose en realidades o ambientes conocidos—. En Ellos y ellas, o ellas y ellos aborda la homosexualidad en una atmósfera mundana y nocturna. En El abogado muestra la parálisis de la justicia ante una mujer que demanda a su amante, tras ser abandonada, para que reconozca la paternidad de su hijo. Pero el amante soborna al abogado de ella y entre ambos dilatan los plazos. Esta ficción le valió que un amigo abogado se querellase contra ella por sentirse retratado. Por fortuna, la escritora demostró ante los tribunales que no se basaba en él. De sus viajes en 1916 a Londres y 1917 a París (acompañada por Ramón) para tomar el pulso a la Europa en guerra, nacieron Pasiones, una novela antibelicista, y El Permisionario, sobre la forzosa separación de una pareja cuando a él se le agotan los días de permiso para volver a la guerra. Sus propias vivencias de viajera las volcaba a sus tramas novelescas para darles mayor verosimilitud: «[…] tuvieron que pasar toda la noche, mezclados todos los pasajeros, en una inmunda sala de la estación de Tarascon, alrededor de una estufa medio apagada». Aunque la Carmen de Burgos novelista no ocultaba su propósito literario, lo real, lo inmediato y lo urgente se filtraban en sus historias.
El paraíso portugués
El paraíso estaba mucho más cerca: Portugal se convertirá en su segundo hogar desde 1915 y en su Rodalquilar de la madurez. En Peregrinaciones (con epílogo de Ramón Gómez de la Serna) funde su odisea en el norte de Europa con su descubrimiento de Portugal, ese país tan querido por su padre. Y tan presente en su propia infancia. A pesar de fijar por fin su domicilio madrileño en Luchana 20 —donde Gómez de la Serna se encontraba empadronado en 1920—, vivirá largas temporadas en el país vecino. En la novela La flor de la playa, tomará prestadas vivencias ya descritas en Peregrinaciones para construir una ficción autobiográfica en torno al rústico hotel de A Flor da Praia, donde Ramón Gómez de la Serna y ella pasaron días felices. La pareja cumpliría su sueño de contar con casa propia al comprar Ramón un terreno cercano a Estoril y construir El Ventanal, el chalé donde ambos escribían y hacían vida de pareja sin testigos escrutadores. Aunque la relación con Gómez de la Serna no llegó a tener carácter oficial y adoptó la moderna fórmula de una amistad amorosa, Ramón ha dejado diversos retratos de su amiga y compañera. En el prólogo del libro de entrevistas de Carmen de Burgos, Confidencias de artistas, ofrece un retrato de Colombine y una de las claves de su relación: «[…] solo ante Carmen he podido respirar libre […] sin necesitar pactar reduciendo, callando, invirtiendo, puerilizando el alma». En Automoribundia repite la misma idea al hablar de una relación que le hacía crecer como autor y le libraba del pánico al compromiso experimentado ante otras novias de juventud: «Aquella unión hizo posible la bohemia completa, establecida en el más noble compañerismo, trabajando enfrente de la mujer con el pensamiento en alto, sin distracción ni inquietud por huir a la calle». Una relación innovadora y adelantada a la época en la que sus contemporáneos dieron a cada uno de ellos un trato y enfoque desiguales. Mientras consideraron que para Ramón Gómez de la Serna fue una etapa de aprendizaje y de afirmación en la que cimentó su obra, a ella la veían de otro modo: era la mujer madura que aprovechaba sus últimas bazas con un hombre más joven.
En esos años tomó cuerpo la tertulia del Café Pombo, situada en la calle Carretas, cerca de Sol. A ella acudían, además de Ramón Gómez de la Serna y Carmen de Burgos, Bergamín, Salvador Bartolozzi, Bagaria, Gutiérrez Solana, Tomás Borrás y Rafael Cansinos Assens. Margarita Nelken, en su faceta de crítica de arte, también frecuenta la tertulia. «Algunas noches voy a cenar con una mujer que ha llenado de una amistad única media vida mía», evoca Gómez de la Serna en su libro sobre Pombo. En el segundo volumen, La sagrada cripta de Pombo, Carmen de Burgos aparece como «la liberal, la romántica, la que compromete su pluma y su vida cuantas veces es menester».
Su hija, siempre en el filo de la rebeldía, aspiraba a ser actriz de teatro y, ya en 1917, intervino en El mal que nos hacen, de Jacinto Benavente, con Margarita Xirgu como protagonista. Aunque Colombine era una periodista versátil, la inclinación de su hija por el teatro pudo reforzar su propio interés por el mundo de la escena en sus columnas. La joven se casó en 1917 con el actor Guillermo Mancha, lo que inauguró una nueva relación entre la escritora y su hija. Entregada al teatro y al naciente mundo del cine, una larga gira por América alejaría a María de su madre durante años. Una ausencia que la escritora reflejaría en El silencio del hijo. La contrapartida era una mayor libertad si cabe para dedicarse a la escritura. En 1918 publicó una novela larga, Los anticuarios, una sátira en la que describe un mundo que conocía bien por sus incursiones en los mercados y rastros de Madrid y París. Y en 1918 abordó una obra de mayor aliento, la biografía de Mariano José de Larra, que verá la luz en 1919, un año en que sus estancias en Portugal se intensificaron.
Hacia la mujer moderna
La pareja dedicaba tiempo a escribir en Portugal, pero su aislamiento no era absoluto. Entre otros contactos, la escritora mantenía amistad con la portuguesa Ana de Castro, un referente en el campo del sufragismo luso. A través de ella De Burgos impulsó la Cruzada de Mujeres Españolas, organización homónima de la que Ana de Castro lideraba en Portugal. La organización de Colombine dio nuevos bríos a otras asociaciones ya existentes, como la Unión de Mujeres Españolas de Concepción Aleixandre y el Consejo Nacional de Mujeres, presidido por Lilly Rose Schenrich, marquesa consorte del Ter, una sufragista francesa casada con un diplomático y aristócrata español.
El 30 de mayo de 1921 Carmen de Burgos y otras afiliadas de la Cruzada de Mujeres Españolas se concentraron