Rukeli. Jud Nirenberg
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Sin embargo, la mayoría de los boxeadores puede que pelearan menos para probar algo que para ganarse la vida. No se trataba de jóvenes que hubieran elegido entre el boxeo o la universidad, o entre el boxeo y algo mejor, en absoluto. La población judía de Estados Unidos y Nueva York estaba compuesta principalmente de trabajadores manuales y primeras y segundas generaciones de estadounidenses que vivían por debajo de la clase media. No era gente que lo tuviera fácil. En 1911, el 72 % de las prostitutas de Nueva York eran judías. Probablemente tampoco lo fueran porque estuvieran intentando demostrar nada.
Los boxeadores no vivían en una sociedad libre de intolerancia, y sin embargo el antisemitismo no era un problema en el negocio, ya que no solo los hombres que entraban al ring eran judíos. Todo el mundo lo era. Los judíos estaban presentes como entrenadores, mánagers, promotores. La Compañía Everlast, la principal marca de equipamiento de boxeo, fue fundada por inmigrantes judíos rusos. Además, «la mayoría de los fans eran judíos», según Vic Zimet, que fue mánager y entrenador en aquella época30. Y el boxeo era un deporte en el que, incluso antes de que se legalizara en Alemania o en Estados Unidos, lo único que importaba era lo que un luchador fuera capaz de hacer. Esto era cierto no solo para los romaníes en Gran Bretaña, donde Daniel Mendoza, también judío, fue campeón de Inglaterra entre 1791 y 1795. Aquellos años marcaron una época en la que los judíos no eran bienvenidos en la cima de todas las profesiones.
El centro de la escena del boxeo profesional era Nueva York, que era además el centro de la comunidad judía de Estados Unidos. Charley Phil Rosenberg peleaba en Ohio un mes después de haber ganado el título mundial de peso gallo en el Madison Square Garden. Alguien sentado junto al ring no paraba de gritar a su oponente «mata al judío bastardo» y Rosenberg no podía aguantarlo más. Después de haberse levantado del taburete de su esquina, y escupido por encima de las cuerdas todo el agua, la saliva y la sangre de su boca a los ojos de aquel hombre, se enteró de quién era: el alcalde de Toledo. Los boxeadores de minorías de Estados Unidos no estaban aislados de las actitudes de su época.
La cultura en la que el boxeo existía no solo era diferente de la actual en lo referente a las actitudes sobre la etnicidad. Las actitudes hacia chicos que golpean y son golpeados eran también distintas. Charles Gellman, un peso medio de la época, recuerda: «Llegué a casa con un par [de magulladuras], pero era normal. Todo el mundo se metía en una pelea callejera en esos tiempos. Había un tipo en la casa de bomberos de al lado, que te daba un par de guantes y se ponía a mirar».
Por extraño que pueda resultar hoy imaginar a un bombero, un servidor público, animando a los niños a que dirimieran sus disputas mediante la fuerza física mientras él observaba el espectáculo, aquello era la norma. Charlie Nelson creció en un orfanato de Hell’s Kitchen, en Nueva York. Los sacerdotes que cuidaron de él solían ordenar a los chicos que discutían que resolvieran sus diferencias con guantes de boxeo. Aparentemente no había nada impío en dejar que la fuerza otorgara la razón.
En Alemania, el boxeo ganó popularidad rápidamente. Surgieron clubes de pugilismo vinculados a partidos políticos. Hubo una época en la que ningún deporte podía afirmar ser el pasatiempo nacional —el fútbol era también una importación reciente del mundo anglosajón— y el boxeo tenía tantas posibilidades de convertirse en la pasión nacional como cualquier otra actividad atlética. La esgrima llevaba tiempo siendo importante entre los que habían sido educados en la universidad y las clases altas, pero no era para todo el mundo. Era elitista tanto por su imagen como por el coste de su aprendizaje. El boxeo era un juego para el hombre común.
Si bien los gitanos no tenían mucha presencia en el mundo del boxeo profesional de Nueva York, lo practicaban allá donde estuvieran y en cualquier modalidad de pugilismo que se encontraran. En 1920 un manouche de diez años que algún día llegaría a ser el gitano más famoso de Europa y uno de los músicos de jazz más célebres del mundo, Django Reinhardt, se peleaba a puñetazos con otros chicos para ganarse unas propinas de los espectadores en un ring de boxeo de un café de la avenida d’Italie de París31.
El estadounidense sinto romaní residente en Texas Aaron Williams (sin relación con el famoso atleta) cuenta que su abuelo Joe Schwartz boxeaba por dinero en el oeste de Estados Unidos en 1898. Su otro abuelo, Otto Wells, dirigía un ring de boxeo ambulante que servía de atracción en circos y ferias. Uno de los tíos de Williams actuaba en combates de exhibición. Dados los intereses locales de la época, no se presentaba como gitano sino como nativo americano. Entre los sinti que llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX, muchos se pusieron a trabajar en circos o shows ambulantes, que con frecuencia incluían algún tipo de número de pelea o lucha libre. Había muchos estilos de lucha y conjuntos de reglas, normalmente sin guantes. Según Williams, Joe Schwartz peleaba al aire libre o sobre suelos de tierra. Unas marcas trazadas en el suelo delimitaban el ring y los luchadores perdían si retrocedían o eran echados a golpes más allá de las marcas.
Los sinti del árbol genealógico de Williams se mezclaron tanto con romnitchels, o romaníes ingleses emigrados a América, que pronto dejaron de referirse a sí mismos como sinti. Llegaron a ser conocidos como «romnitchels holandeses» u «holandeses negros». «Muchos romnitchels aún lo hacen», dice refiriéndose a campeonatos de boxeo a puerta cerrada. No autorizadas e ilegales, las competiciones se celebran en la actualidad por todo el oeste y el medio oeste y atraen a gitanos que rara vez interactúan fuera de ellas. Por ejemplo, dice: «Es el único lugar en el que algunos de ellos se encuentran con los gitanos irlandeses». Cualquiera de los romanitchels y sinti de lugares como Oklahoma, Texas y el oeste que lucharon ante un público en las décadas de 1920 o 1930 lo habría hecho en eventos clandestinos. El boxeo legal llegó a esa zona del país más tarde.
Las no autorizadas pero muy concurridas competiciones continuaron también en Reino Unido e Irlanda, especialmente entre gitanos. Aun hoy, eventos así son a menudo organizados discretamente en ferias donde se reúne gente de caravanas, como en Appleby en el noroeste de Inglaterra, Musselburgh en Escocia o Ballinasloe en Irlanda y, a menor escala, en campamentos de caravanas32. A veces hay reglas similares a las del boxeo con guantes. Otras veces no hay apenas reglas.
Los romaníes y otros grupos gitanos continúan participando en deportes de lucha. Ahí está, por ejemplo, la reciente estrella de artes marciales de la UFC John Maguire. También siguen participando en el boxeo oficial. El campeón mundial del peso pesado de 2015 Tyson Fury dice de su cultura gitana: «Antes que cualquier otra cosa, aprendes a pelear. Mientras en otras culturas los niños dan patadas a un balón, nosotros estamos golpeando manos»33.
23 Gorman, B. (2011). Bareknuckle: Memoirs of the Undefeated Champion. The Overlook Press.
24 Carey, I. (2013). When Boxing was, like, Ridiculously Racist. eBookIt.com.
25 «El Chico Fuerte de Boston» (N. del T.).
26 El título de World Colored Heavyweight Championship se instituyó de manera oficiosa, sin sanción de ningún organismo, a finales del siglo XIX para los boxeadores negros, con quienes los blancos no querían pelear (N. del T.).
27 Carol Oates, J. (2012). Del boxeo. Punto de lectura.