Rukeli. Jud Nirenberg
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15 Zimmermann, M. (2002). Intent, Failure of Plans, and Escalation: Nazi Persecution of the Gypsies in Germany and Austria, 1933–1942. En Shapiro, P., y Ehrenreich, R. (Ed.). Roma and Sinti: Under–Studied Victims of Nazism. In Symposium Proceedings (pp. 9-21). Washington, Estados Unidos: The United States Holocaust Memorial Museum.
16 Zentralrat Deutscher Sinti und Roma, en alemán y Central Council of German Sinti and Roma, en inglés (N. del T.).
17 diRicchardi-Reichard, Op. cit.
18 Travellers se ha traducido por Nómadas, aunque este término en español no tiene las connotaciones que sí tiene en inglés, lengua en la que se usa para referirse a grupos nómadas que a menudo se confunden con los romaníes, como se verá cuando se trate la historia de Tyson Fury (N. del T.).
5
Las raíces de un luchador
Rukeli nació la mañana del 27 de diciembre de 1907, de Wilhelm y Friederike Trollmann. Lo hizo en el apartamento del tabernero local. Wilhelm, analfabeto, firmó la partida de nacimiento con tres equis.
Uno de ocho hermanos, fue criado en la pobreza en un duro barrio de la ciudad de Hannover. Creció en licenciosas calles, entre viejas y a menudo desoladas viviendas adosadas de propiedad municipal. Friederike, o Daju («mamá» en sinti), se quedaba en casa. El padre de Rukeli, Wilhelm, era conocido en la familia y por los amigos como Schniplo por sus habilidades cortando y cincelando. Veterano de la Gran Guerra, conseguía dinero donde podía. Pasó algún tiempo como fabricante de paraguas y trabajó durante una temporada para la «policía de protección del agua». Cuando algún mueble se rompía, Schniplo ponía en práctica sus habilidades y trataba de repararlo. Era un hombre de recursos y nada se tiraba.
Schniplo y Friederike se habían casado en 1901 en Hambergen y trasladado a los alrededores de la zona de Hannover antes de asentarse. Los Trollmann habían estado en el norte de Alemania durante siglos y muchos se habían establecido en un solo lugar durante largos periodos de tiempo. Entre ellos había titiriteros y músicos profesionales, afiladores de cuchillos y fabricantes de cestas. Ninguna de estas profesiones son raras para los sinti o los roma.
Daju fumaba cuando podía conseguir tabaco, aunque nunca en la calle. Los cigarrillos solo se habían convertido en algo común tras el final de la Gran Guerra y no se vendían aún por paquetes en Alemania. Una mujer fumando en público era algo raro (y con el tiempo ilegal una vez que los nazis hubieron llegado al poder). Daju ya era objetivo de suficientes miradas por el solo hecho de ser una mujer gitana, con sus pendientes de oro y su largo pelo negro. Evitaba comportamientos considerados inadecuados para no atraer más atención. La familia evitaba hablar sinti en público mientras hacían esfuerzos por no destacar.
Las calles vecinas eran el lugar de trabajo de prostitutas y los hombres se paseaban por ellas en busca de acción. A veces las hijas de los Trollmann recibían miradas y comentarios que no eran bien recibidos. Rukeli y sus hermanos jugaban con frecuencia con los hijos de los Weiss, que también eran sinti de piel oscura y vivían cerca. Iban a nadar juntos al río cercano, lo que siempre preocupaba a Daju. No había nada que temer. Rukeli era un fuerte nadador, un buen atleta.
Cuando Rukeli empezó a ir al colegio, recibió azotes por no responder cuando lo llamaban. No se había dado cuenta de que había sido registrado en la escuela como Johann. Nadie lo había llamado nunca antes por su nombre alemán. El pelo de los niños de tez blanca era corto. Él tenía largos y salvajes rizos negros y agujeros en los zapatos. Encajaran o no en la escuela, Rukeli y sus hermanos aprendieron a leer —principalmente enseñándose los unos a los otros—; pero no las chicas.
Rukeli no fue criado para ser una estrella que destacara bajo la luz de los focos, sino un miembro de un grupo, compartiendo siempre los momentos de diversión y los recursos con sus siete hermanos. El mayor de los chicos era Carlo. Si se dice con acento alemán suena «kahlo», que significa «negro». Era el que tenía la piel más oscura y responsable de sus hermanos. En primavera y otoño, cuando los granjeros necesitaban ayuda extra, toda la familia se subía a un carromato con otros parientes y buscaban trabajo itinerante. Los hijos iban a la escuela dondequiera que se detuvieran y encontraran trabajo. Rukeli, su hermano Mauso —tres años menor— y su hermano Benny, siete años más joven que Rukeli, eran muy flacos, por lo que llamaban la atención. La compasión a veces traía comidas gratis. Cuando no había trabajo ni caridad, Schniplo recurría a robar un conejo o una gallina. Los roma y los sinti que viajaban se dejaban unos a otros señales a lo largo de los caminos, tronchando hojas y ramas —la propia palabra que se usa para decir «señal» es patrin u «hoja» en romaní— para avisar cuando los lugareños eran malvados o para indicar si eran hospitalarios. Aún hoy, en Norteamérica, hay gitanos que enseñan a sus hijos a leer una patrin e incluso, sinti y roma usan señales mutuamente inteligibles.
A los siete años de edad, Rukeli y su familia vivían en el número cinco de Haus Tiefenhal, un sitio con baños en la calle y sin agua corriente. Nueve familias compartían tres casas. Esto no se debía a la pobreza de la familia. Los edificios de apartamentos en las ciudades alemanas de la época solían obligar a los inquilinos a compartir tales instalaciones. Cuando un niño quería usar el retrete, cogía un trozo de periódico viejo y una llave colgados de las escaleras y se iba fuera. Los retretes eran tablones con agujeros en la mitad.
El combustible y el calor se obtenían de la madera y el carbón cuando había suficiente. El carbón se guardaba en una caja en la cocina. En verano, la caja y la estufa se sacaban fuera para hacer sitio.
Rukeli compartía cama con Carlo y con chinches y ratones. La ciudad tenía planes para derribar el edificio y construir viviendas para familias en mejor situación económica. Los Trollmann y los demás inquilinos vivían con la conciencia de que el momento de buscar una nueva residencia estaba siempre a la vuelta de la esquina.
Así pues, por el momento, este era su hogar. Las mujeres lavaban la ropa en una olla de agua caliente en la cocina. Pensando en la casa, miembros de la familia recuerdan haber tenido una llave pero no haberla necesitado. Siempre había alguien en casa. La familia alquilaba un huerto cercano para cultivar judías. La mayoría de los días comían guisos de judías, patatas y cualquier grasa que pudieran conseguir. Sin el huerto, no habría habido suficiente. Toda la comida se cocinaba en una gran olla de hierro forjado. Rukeli no era lo bastante fuerte todavía para levantarla. A menudo comían chucrut rojo, coloreado con tomates o paprika. La paprika era crucial. A los sinti les gustaba su comida más picante que a otros alemanes.
La escuela a la que asistía Rukeli era una institución solo para chicos donde los profesores recurrían al castigo corporal. Rukeli era rápido y, cuando veía la mano del profesor acercándose, la esquivaba. Esto enfurecía a la figura de autoridad y empeoraba las cosas. A su profesor no le gustaba tener al resto de la clase riéndose mientras el pequeño gitano se escapaba de su castigo.
Rukeli, cuando no iba al colegio, cogía erizos para venderlos como comida. Para sinti y roma, un erizo asado es una delicia. Más gordos en otoño, cuando están cogiendo peso para la hibernación, se les pueden quitar las púas haciendo un agujero en la piel con una fina caña o una aguja y soplando después a través de la caña o algún tipo de paja, inflando el cuerpo para separar la piel y