Rukeli. Jud Nirenberg
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Al comienzo del siglo XX, los roma eran ampliamente repudiados. Se les veía como incapaces o reacios a encajar. En varios países, incluidos Polonia, Unión Soviética, Checos- lovaquia y los Estados Unidos, algunos roma establecieron asociaciones culturales, benéficas y políticas cuyo objetivo era mejorar la integración y desafiar la discriminación.
Hay una historia que circula entre algunos sinti y roma. Hitler fue a una adivina romaní. Mirando la bola de cristal, le prometió un gran poder. También le dijo que su caída sería más rápida que su ascenso. Se puso furioso. Decidió que podría vencer la maldición del vaticinio si vencía a la raza que lo había formulado. La verdad es que no hace falta ninguna historia especial para entender la creencia de Hitler y de gran parte de Europa de que los gitanos deberían morir. El dogma racial que los nazis llevaron hasta su conclusión lógica no era ni nuevo ni exclusivamente alemán9. Si el asesinato de los roma y los sinti hubiera sido una idea radical y desagradable para todo el mundo, no habría sido llevado a cabo con tanta eficacia. No siempre fue controvertido. En la Serbia ocupada por los alemanes, no había una directiva específica de Berlín sobre el exterminio de los roma. Los mandos militares, sencillamente, lo llevaron a cabo.
A principios del siglo XX, muchos miembros de las pequeñas comunidades sinti y romaníes de Alemania vivían de forma no muy diferente de la de sus vecinos no gitanos. Cuando los padres de Johann Trollmann se casaron, en 1901, sus familias habían estado en el norte de Alemania y en el área de Hannover durante siglos. Vistos en comparación con muchos de los gitanos de Europa, a los sinti alemanes no les iba mal. La mayoría de ellos tenían hogares permanentes. Aquellos que estaban «viajando» y que tenían carromatos o caravanas —como los que usaban los Trollmann a veces— solo mantenían tales medios de transporte para viajes de negocios o para las visitas a familiares en vacaciones y verano.
Los Winterstein eran otra familia similar sobre cuyo destino hablaremos. Habían tenido propiedades desde hacía varias generaciones antes de la Segunda Guerra Mundial. Tenían una casa y un granero en un pequeño pueblo llamado Lohr am Main, en el río Meno. La familia proporcionaba uvas a varias bodegas. Todos los niños iban a la escuela. No encajaban en las fantasías de la mayoría sobre los gitanos. Pero no importaba. De hecho, mientras que la matanza nazi de los judíos comenzó con aquellos a los que las definiciones nazis trataban como plenamente judíos y solamente después se extendieron a aquellos de orígenes mixtos, las ideas nazis sobre los gitanos consideraron a quienes provenían de familias mixtas —a menudo los más integrados y asimilados— como la mayor amenaza para la sociedad alemana. Los gitanos que vivían entre vecinos blancos y que se habían mezclado por matrimonio eran un peligro para la pureza racial del Volk alemán, de la nación, más que aquellos que vivían en el camino y que tenían limitado el contacto social con los blancos. Mucho antes de que los nazis ocuparan el Gobierno y antes de que se formularan las políticas del genocidio judío, el Gobierno empleó a higienistas raciales tales como Robert Ritter y los políticos escribieron sobre la necesidad de eliminar a la gente de herencia gitana mixta (parcial) mediante la esterilización y la concentración o el internamiento en campos.
La idea de que los roma y los sinti eran genéticamente proclives al crimen no era exclusiva de Alemania. En Austria, antes de que Alemania se anexionara a su vecino, hubo un debate gubernamental sobre el reasentamiento de todos los sinti de Austria en islas del Pacífico Sur10. En Italia, criminólogos de primera línea como Cesare Lombroso creían que los roma y los sinti eran «el vivo ejemplo de toda una raza de criminales»11.
Y pese a todo los roma y los sinti de Alemania no vieron venir el genocidio. No supieron adivinar lo que estaba sucediendo ni por qué mientras eran detenidos sin aviso, sin permiso siquiera para coger un abrigo de invierno, eran conducidos a centros de detención y después subidos a trenes que los llevaban a los campos. Años después de que comenzase la encarcelación forzosa en campos de concentración, muchos seguían sin imaginar lo que los aguardaba. Pálidos de fatiga tras días y noches sin dormir, habiendo perdido peso por la falta de alimento, con ojeras y las narices moqueando después de días en transportes sin calefacción, hombres gitanos formaban orgullosos en sus uniformes militares y enseñaban las medallas que habían recibido por su servicio en combate por la patria.
Tras ocuparnos de los roma, ¿qué hay de los sinti? ¿Quiénes son?
En la Alemania actual, la discriminación contra los sinti no ha desaparecido. Miembros supervivientes de la familia Trollmann han hecho de la lucha contra la discriminación, y no solo contra los sinti, una parte central de sus vidas.
Mientras que puede que haya doce millones de roma en Europa, probablemente no haya más de 80.000 sinti12. Incluso esta estimación parece inflada, ya que incluye a los manouche de Francia. Mientras que los manouche son vistos por algunos como una clase de sinti, la mayoría de manouche insisten en que no son ni sinti ni roma13 y en que tienen su propia y orgullosa identidad. Los sinti, sea cual sea su número, eran antes de la guerra y siguen siendo la mayoría de los «gitanos» de Alemania. Fuera de Alemania y Austria, uno se olvida a menudo de ellos al hablar de los roma; en Alemania, no.
Jud Nirenberg fue preguntado una vez por su origen étnico en una cena. Explicó su mezcla e incluyó la parte roma.
«En Alemania, decimos roma y sinti», le corrigió su interlocutor alemán.
«Sí, bueno, yo soy roma solamente. No hay sinti en mi familia».
Cohibido por el error de no haber utilizado lenguaje políticamente correcto, el alemán bajó la voz y repitió, «Nosotros decimos roma y sinti». La idea de que hubiera dos etnicidades distintas se le escapaba.
Los sinti parecen a muchos observadores similares a los roma en apariencia, cultura y, por supuesto, en la historia de su persecución. Para muchos, los roma y los sinti son todos gitanos y las distinciones apenas tienen importancia.
Sin embargo muchos sinti se apresuran a señalar que ellos no son roma.
En el pasado, antropólogos y otros estudiosos dieron ampliamente por sentado que los sinti eran un subgrupo de los roma y que los primeros sinti fueron roma que de algún modo formaron, mientras vivían en la Europa germanohablante, una subidentidad y un dialecto único. La visión predominante hoy día es diferente. Es muy probable que los sinti hayan sido siempre un pueblo distinto, incluso aunque hayan estado siempre muy estrechamente vinculados a los roma. Tal vez los sinti, quienes también han demostrado tener raíces genéticas y lingüísticas en el norte de India, vinieran a Europa junto con los roma y hayan mantenido ciertas costumbres compartidas —así como sufrido un maltrato similar— incluso mientras permanecían apartados de la sociedad mayoritaria. Antropólogos culturales alemanes han llegado a la conclusión de que los sinti alemanes ya hablaban una lengua muy diferente de la de los roma en el siglo XIV14.
Mientras que los roma estuvieron y siguen encontrándose por toda Europa —así como por lugares tan lejanos como Australia, norte y sur de América y Sudáfrica— los sinti históricamente han tenido un área de dispersión más pequeña. Los sinti vivieron en o cerca de la Europa germanohablante. Se debería recordar, sin embargo, que la Europa germanohablante del siglo XIX incluía más que solamente Alemania, Austria y Suiza.
Había grandes pueblos y comunidades germanohablantes en la región de los Sudetes (en la actual República Checa), Hungría, Croacia, Rusia, Ucrania, etc. Algunos sinti vivían en Francia, Holanda y el norte de Italia. Pese a ello, el área por el que se