Rukeli. Jud Nirenberg
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Alemania no era el peor lugar de Europa para ser gitano a comienzos del siglo XX aunque los sinti y los roma no gozaban de plena igualdad en ella. Pese a no sumar más del 0.03 % de la población alemana según datos del Gobierno en 191015 y aunque muchos de ellos llevaban vidas muy normales, la concepción mayoritaria era que los gitanos suponían un problema. Los alemanes creían que sinti y roma eran criminales que rehusaban vivir como la gente decente. Desde la década de 1880 y hasta el ascenso de los nazis al poder, algunas políticas y leyes gubernamentales se dirigieron explícita y distintamente a los gitanos, quienes debían ser tratados de forma discriminatoria por las fuerzas del orden.
En 1886, por ejemplo, el canciller escribió a sus ministros animándoles a que hicieran cumplir las leyes dirigidas específicamente a los gitanos. En 1890, el parlamento de Suabia celebró una conferencia sobre «la chusma gitana». La práctica habitual de repicar las campanas para avisar a los alemanes blancos cuando llegaban gitanos al pueblo fue impuesta por ley. En la República de Weimar, los roma tenían prohibido entrar en piscinas públicas, parques y otras áreas de recreo. Los gitanos eran retratados habitualmente en los medios de comunicación como criminales. Una directiva de 1906 en Prusia ordenaba que los gitanos fueran, al ser acusados de cualquier delito, «castigados sin clemencia». Las condenas discriminatorias eran el objetivo declarado.
Alemania y la región en la que nació Johann Trollmann no creían en la igualdad racial ni veían a los gitanos, que habían vivido allí durante incontables generaciones, como alemanes ni como iguales. No los veían como igualmente alemanes antes ya de que los nazis tomaran el poder ni, por supuesto, los consideraron humanos durante el Tercer Reich. Cuando las autoridades comenzaron a agrupar a los sinti y los roma para la Solución Final, afirma el historiador Guenter Lewy, «muy pocos gitanos encontraron refugio en familias no gitanas… Por el contrario, sabemos de casos en los que los gitanos fueron denunciados a la policía [para su deportación a los campos]».
No se debían hacer excepciones. En febrero de 1944 una mujer gitana, Helene K. fue llevada ante las autoridades de Colonia, Alemania, para su envío a Auschwitz. En junio, se descubrió el paradero de sus dos hijas, de doce y trece años de edad. Habían sido acogidas por una familia aria en una granja. Su tutor legal apeló al tribunal para lograr que se quedaran. ¿Había alguna apelación contra su deportación al campo?, preguntó la familia de acogida. Las niñas habían vivido con su familia de acogida durante cuatro años. No habían dado muestras de ninguna tendencia criminal. La hija mayor era una valiosa trabajadora de la granja. La respuesta fue escueta: se trataba de niñas gitanas de raza mixta y serían enviadas a Auschwitz. Punto final.
Los sinti muestran aún hoy las cicatrices del siglo XX. Si su cultura es menos conocida y su voz menos oída en el debate público europeo, es en parte porque la comunidad sinti es muy protectora respecto a sus fronteras. Como Romani Rose, presidente de la principal organización de la comunidad sinti alemana, el Consejo Central de Sinti y Roma Alemanes16, le dijo al escritor sinti esloveno Rinaldo diRicchardi-Reichard, «los sinti alemanes llegaron a la conclusión de que solo debía enseñarse nuestra cultura en el seno de las familias sinti [y no públicamente] [...]. Ninguna de las asociaciones alemanas de sinti [...] ha hablado nunca sobre sus normas. [...] Tales decisiones fueron tomadas tras la Segunda Guerra Mundial, después del régimen nazi»17. En resumidas cuentas, los sinti aprendieron por las malas que confiar en los de fuera es peligroso. A principios del siglo XX, algunas familias sinti dieron la bienvenida en su hogar y en sus corazones a antropólogos. Creyeron que se podía confiar en aquellos investigadores, que pasaron años conociendo y trabando amistad con los sinti. Aquellos mismos investigadores proporcionaron información y validación a los nazis cuando la política de genocidio fue establecida y puesta en práctica. Los líderes sinti aconsejan seguridad y unos límites claros. Esto no quiere decir que la cultura o la lengua sinti sean un secreto perfectamente guardado. El primer diccionario sinti-alemán de Bischoff fue escrito en 1927. El diccionario de Mihail Kogălniceanu apareció en 1837. Para el lector que desee conocer más a fondo la cultura sinti, hay recursos. Sin embargo, el miedo sinti al elemento de fuera es fuerte y, desde los 1940, solo poco a poco va mitigándose.
En 1971 en Londres, unos pocos roma de un amplio grupo de países celebraron un Congreso Mundial Gitano. Este encuentro fue el primer paso hacia la formación del Congreso Mundial Romaní de 1977 y finalmente la International Romani Union (IRU), que habría de convertirse en la organización internacional de roma más visible hasta 1990 (aún existe en la actualidad, si bien no es ya tan destacada y comparte objetivos con otras organizaciones internacionales sin ánimo de lucro). Los sinti mantuvieron conversaciones con los participantes de muchos encuentros y organizaciones pero no se les convenció para que se unieran. Con el tiempo, Romani Rose y el Consejo Central de Sinti y Roma Alemanes decidieron romper todo vínculo con la IRU, al considerarla dirigida por roma de países comunistas y socialistas y por lo tanto incapaz de independencia política. Los sinti permanecieron durante años ajenos al activismo romaní paneuropeo. Incluso en el momento en que esto se escribe, el mayor consorcio de romaníes y otras organizaciones de comunidades «gitanas» de Europa, el European Roma and Travellers Forum (Foro Europeo de Roma y Nómadas18) tiene más de un centenar de representantes de comunidades romaníes de más de cuarenta países pero ni un solo sinti.
Los tiempos cambian, sin embargo, y Romani Rose y su organización —pese a la objeción de muchos miembros de la comunidad sinti— están ahora empezando a trabajar con activistas romaníes de toda Europa. Rose se unió en 2015 a la junta directiva de un futuro Instituto Romaní Europeo que apoyará la investigación académica y los medios sobre las culturas, las artes y otros temas romaníes y sinti.
Aparte de la cooperación con los roma, como se verá, la comunidad sinti organizada ha luchado, cuando menos, por la compensación y la memoria de las víctimas del Holocausto.
8 Lewy, Guenter. (2000). The Nazi Persecution of the Gypsies. Oxford University Press.
9 En España los gitanos también fueron perseguidos y hubo un intento claro de genocidio. En El marqués de la Ensenada. El secretario de todo publicado por Punto de Vista Editores se relata dicho intento (N. del E.).
10 Weiss-Wendt, A. (Ed.). (2013). The Nazi genocide of the Roma: reassessment and commemoration. Berghahn Books.
11 Illuzzi, J. (2010). Negotiating the ‘state of exception’: Gypsies’ encounter with the judiciary in Germany and Italy, 1860–1914. Social History, 35(4), 418-438.
12 diRicchardi-Reichard, R. (2014). Crisis of Sinti (Gypsy) Ethnicity/Identity. Editor: Rinaldo diRicchardi-Reichard.
13 Williams,