La difícil vida fácil. Iván Zaro
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En este tiempo, he trabajado en seis o siete ciudades. Mira, he estado en Valencia, en Valladolid, he estado en Madrid, Málaga, Palma de Mallorca y en Tarragona. Ahora me estoy planteando irme una temporada a Alemania, antes de marcharme a Brasil, a trabajar en un piso también.
Cada piso tiene sus normas o, como suele decirse, su política. Pero el funcionamiento de todos ellos es similar: tú ingresas en el piso, te ponen en su página web, tú también te anuncias —por ejemplo, en milanuncios.com—, y ya está. Luego está la pasarela. Obviamente, en el piso hay muchos chicos, así que, cuando llega un cliente, todos los chicos pasamos al salón y nos vamos presentando uno a uno. Cada uno le cuenta al cliente lo que hace, lo que le gusta o lo que no. Y si te selecciona, vas a la habitación y, de lo que pague el pase que tú tengas, es decir, el cliente con el que entras en la habitación, el cincuenta por ciento es para la agencia y el otro cincuenta por ciento es para ti.
Para poder acceder a un piso, yo creo que no hay requisito alguno. Pues la verdad es que no importa si uno es guapo o feo. Lo único que hace falta es tener un cuerpo apetecible para los clientes, es decir, que les dé morbo, que les dé ganas. Pero yo he visto de todo, los he visto gordos, delgados, feos y guapos. Yo creo que este trabajo no tiene ningún requisito físico. En algunos pisos, sí que es cierto que los dueños se quieren acostar contigo a modo de prueba, pero no en todos. Eso depende de cada piso. En algunos se dice que si te acuestas con el jefe vas a trabajar más, como que hacen trampas para que el chico que acepta acostarse con él trabaje más que los demás. Pero no en todos ellos tienes que acostarte con los gerentes. Yo, por ejemplo, en los pisos en los que he estado no me han mandado acostarme con el dueño, vamos.
Hay pisos donde las plazas son máximo de veintiún días, prorrogables hasta un mes, pero hay pisos en los que la verdad es que, si tienes trabajo y te llevas bien con el dueño, te puedes quedar más tiempo. Pero habitualmente las plazas son de veintiún días. Durante este periodo, te puede tocar hacer la limpieza, o tienes restricciones a la hora de salir. Cada piso tiene sus normas, pero es cierto que en algunos te sientes como si estuvieras en la cárcel, como secuestrado, porque apenas te permiten salir. En otros puedes hacerlo sin problemas mientras lleves tu teléfono y estés disponible para cualquier caso que surja. Esto suele ser lo más común, de hecho, que te dejen salir sin problemas.
Aunque la plaza sea para veintiún días o un mes, intentamos llevarnos bien, como hermanos, como miembros de una familia. Por supuesto, siempre hay riñas, como puede haberlas entre amigos que comparten piso o hermanos que viven juntos. Entre nosotros no se da la competitividad que se da en la calle o en la sauna, en absoluto hay esa competitividad.
En los pisos, hay todo tipo de chicos. Hay mucho brasileño, y también latinos, por decirlo de alguna manera. Por lo general, es lo más sencillo para los que acaban de llegar a España. Es una manera de ganar dinero rápidamente, ¿no? Pero muchos se meten a la prostitución y en cuanto ganan un dinero se salen de ella. Es algo puntual. En general, la prostitución para los hombres no es para toda la vida, es algo puntual. Ahora, yo creo que por la crisis, o no sé por qué, ahora están metiéndose a trabajar muchos españoles. Yo mismo, antes, en Tarragona, trabajaba en hostelería por la mañana y, por la tarde, como no tenía nada que hacer, pues estaba en casa ofreciendo mis servicios como trabajador del sexo. Trabajando por libre no tienes que dar el cincuenta por ciento que el piso siempre se queda. Todo queda para ti. Pero creo que es mucho más seguro trabajar en un piso que hacerlo por libre. En un piso de chicos tienes más seguridad. No te va a pasar nada, mientras que al trabajar por libre puedes encontrarte con muchos problemas con los clientes y no tienes a nadie cerca que pueda defenderte. Además, es más discreto trabajar en un piso que hacerlo en casa. Sobre todo por los vecinos. No es que yo viva oculto, pero tampoco es que vaya pregonando por ahí a qué me dedico. Pero si a mí me preguntan, yo no reniego de lo que trabajo. En cierta manera, estoy muy orgulloso porque ni estoy robando ni cometiendo ningún delito. Estoy ahí para ganar dinero.
En una buena temporada, puede que ganes entre mil quinientos o mil seiscientos euros a la semana. Si la cosa está mal, puedes sacarte setecientos, ochocientos euros por semana. Todo depende de los trabajos que te salgan. Ten en cuenta que se trabaja veinticuatro horas, y a veces te pueden salir clientes que nosotros llamamos «de colocón». Estos pueden tirarse fácilmente trece, catorce o quince horas. Los pisos son como los puticlubs de las chicas, siempre tienen droga por si acaso llega algún cliente por sorpresa y pregunta por una dosis. No suelen tenerla físicamente por temor a posibles redadas de la policía o por si algún chico denuncia al piso. Temen que vaya la policía y encuentre algo. Pero por lo general tienen contacto con un camello que, tras una llamada, en diez minutos te tiene la droga en la puerta. Lo más frecuente es que los clientes pidan alcohol, cocaína y popper. Viagra también se consume, aunque eso ya depende del chico. Yo, por ejemplo, nunca la he tomado.
Otras veces tienes que hacer dos o tres pases diarios para llegar a una buena suma a fin de mes. Aunque sean muchas horas, eso no importa; y al acabar un servicio si quieres puedes volver a trabajar. Si quieres trabajar, trabajas, y si no, pues no lo haces. Depende del piso, sus normas y de lo que el dueño te diga. Trabajar tanto tiempo con clientes, por supuesto, desgasta, pero yo no hago nada particular. No sigo ninguna dieta especial, como lo mismo que cualquier persona. Tampoco hago mucho ejercicio. Yo creo que el secreto está en el descanso, aunque cuesta, uno allí no descansa bien, aguantas hasta que el cuerpo te dice «hasta aquí», y entonces tienes que parar. Porque se nota, se nota el estrés, y el agotamiento te acaba pasando factura. Algunos chicos consumen Viagra, pero yo nunca la he tomado.
Los servicios más demandados son el francés, la penetración, toqueteos, magreos, besos, caricias. Lo normal. A veces, servicios sadomasoquistas, pero eso ya son servicios especiales. Para ello tienen que pagar una tarifa extra. Yo he tenido servicios sadomasoquistas y en una hora de sado puedes llegar a cobrar hasta seiscientos euros. ¿Límites con los clientes? Son relativos, y va en función del cliente y la confianza que te dé, pero por lo general el único límite que pongo es que, para penetrar, ya sea yo a él o él a mí, siempre se use condón. Yo nunca he dejado de usar condón. Ese creo que es el único límite que tengo, ese y que se corran en mi boca. Eso tampoco lo acepto.
Es muy común que te pidan sexo sin condón y, claro, cuando les dices que no, te dicen: «Ay, pues un compañero tuyo aquí me acaba de decir que sí». «Pues entonces cógele a él. ¿Para qué me preguntas a mí sabiendo que te voy a decir que no? ¿Para qué me preguntas si antes él te ha dicho que sí, que lo va a hacer sin condón? Pues ahora vas y lo coges a él».
Algunos gerentes intentan obligarte a aceptar estos servicios, sobre todo si el cliente es un fijo de la casa. Ellos obviamente no te tienen ahí para perder dinero, así que, si el cliente se mete coca, te pedirán que tú te metas coca. Respecto al uso del condón, depende del dueño con el que topes. Cada uno tiene su manera de pensar y gestionar el sitio. Pero yo no, nunca he accedido a no usar condón. Otros compañeros sí, claro que otros acceden. Creo que en esos casos el cliente les da propina, les suelen ofrecer doscientos o trescientos euros de propina y, claro, por ganar más dinero lo hacen. Yo también podría haberlo hecho, pero prefiero mi salud a una propina. Por trescientos euros no voy a coger cualquier enfermedad. Cuando me entero de que un chico ha tenido sexo con un cliente sin condón, soy el primero que no entra a hacer tríos con él. Y de poder, buscaría otra «plaza» hasta que ese compañero se fuese del piso.
La mayoría de los clientes son mayores, con edades de entre cincuenta y sesenta años, casi todos ellos casados, con mujer e hijos. Hay un porcentaje grande de gay oculto, ¿no?,