Los almogávares. David Agustí

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Los almogávares - David Agustí

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y fatigosa marcha por territorio ocupado por los turcos, se encuentran ante las llamadas Puertas de Hierro frente a un poderoso ejército. Las Puertas de Hierro están situadas en un estrecho desfiladero en la cordillera del Tauro. Los almogávares, capitaneados por Rocafort, no superan los ocho mil soldados, mientras que el ejército turco alcanza los veinte mil y diez mil a caballo. Ante tal desventaja, la reacción de los almogávares es felicitarse unos a otros por luchar en un lugar como éste, tan lejos de su hogar y contra un enemigo muy superior. Su voluntad les lleva a vencer. Los almogávares no solo son fuerzas de asalto contra las tierras enemigas, sino que también realizan acciones defensivas: se agrupan cuando los musulmanes realizan incursiones, vigilan los pasos y los caminos para así coger desprevenido al enemigo… y además llevan a cabo servicios de espionaje y vigilancia para el ejército aragonés. Penetran sigilosamente en territorio enemigo para observar cualquier movimiento extraño. Pero volvamos a sus orígenes. Aunque son grupos bien organizados y con clara dedicación militar, su modo de vivir y las incursiones provocan que algunos se dediquen al bandolerismo e incluso saqueen pueblos de musulmanes que viven en paz en territorio cristiano, haciendo prisioneros y vendiéndolos como esclavos. Los almogávares peninsulares van desapareciendo con el paso del tiempo: la recuperación de las fronteras cristianas y el hecho de que la mayoría se embarque en la aventura mediterránea con la Gran Compañía Catalana hacen disminuir considerablemente el número de efectivos. El final de los almogávares como tal en la Península se produce con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos. La victoria sobre Granada significa que no queda ninguna frontera peninsular directa con territorio musulmán; el trabajo de los almogávares ha tocado fin. Los que sí hacen fortuna y dejan una fuerte impronta son los almogávares que se enrolan en la guerra contra los franceses para defender Sicilia. Primero, sorprenden al todopoderoso ejército medieval francés con una estrategia de combate hasta entonces nunca vista, mediante la cual un cuerpo de infantería vence por primera vez a la caballería, en la batalla de Cefis (Cefiso), de la que se hablará más adelante. Segundo, se adentran en Oriente Medio y expanden el territorio catalán más allá de los límites mediterráneos.

      El relato de toda esta época y de la conquista de Oriente por parte de los almogávares queda recogido en las cuatro grandes crónicas catalanas escritas. Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Navarra (1104-1134) Genealogía deis Reis de la Corona d’Aragó. Monasterio de Poblet Son las de Jaume I con su Llibre delsfeyts [Libro de los hechos], la crónica de Bernat Desclot, la de Ramón Muntaner y, finalmente, la de Pere III. Las tres primeras crónicas abarcan todo el periodo de expansión mediterránea de la Corona, desde el año 1213 hasta 1327. Relatan la vida de los monarcas de la dinastía de los Condes de Barcelona. En realidad, ninguno de los tres autores realiza una narración propagandística de la corona catalana, pero sí es cierto que las tres crónicas están enfocadas para que la historia de los reyes de la dinastía catalana sea leída y estudiada por posteriores monarcas y para ser recitada en público. La prueba de ello es que están escritas como los antiguos poemas provenzales, las “chansons”; son poemas recitados por trovadores y cuentan las hazañas de los grandes reyes. Las crónicas de los reyes catalanes influyen en la literatura medieval y llegan a inspirar obras tan importantes como Curial e Guelfa y Tirant lo Blanc. Son narraciones de tono épico, tanto es así que Muntaner y Desclot sitúan a sus reyes a la misma altura que personajes artúricos como Lancelot.

      La primera de las crónicas es el Llibre delfeyts del rei en Jaume de Jaume I. La crónica narra los hechos acaecidos desde la muerte de su padre, el rey Pere I en Muret en 1213, hasta el propio fallecimiento de Jaume I. Como el mismo rey Jaume es el autor, esta crónica se diferencia de las otras en que se trata de una autobiografía, aunque a lo largo de la historia algunos autores han dudado de la autenticidad de esta narración. Sin embargo, existen claras pruebas de que realmente es Jaume I el autor: utiliza la primera persona y narra hechos concretos de su vida; puede que algunos pasajes de la obra aparecen versos, y puede que éstos los hubiera escrito algún trovador, pero es impensable que un poeta pueda narrar con tanta precisión y seguridad toda la vida del monarca. Sí es probable que tanto el prefacio de la obra como los últimos capítulos no estén escritos por el rey, ya que en el prefacio encontramos muchas citas eruditas y el enfoque de la obra no es el de una narración histórica, sino que está escrita desde una perspectiva mucho más moralista. Este hecho nos puede dar a entender que el autor pueda ser un clérigo, en concreto el obispo de Huesca, Jaime Sarroca, que acompañaba siempre al rey en su séquito. El resto de la obra relata la vida del monarca con gran precisión y con detalles netamente autobiográficos. Claro ejemplo es la narración de sus pensamientos cuando, siendo todavía un adolescente, se dirige a ocupar la isla de Mallorca:

      “[…] nós anam en est viatge en fe de Déu, e per aquells que no el creen; e anam sobre ells per dues coses: o per convertirlos o per destruirlos e que tornem aquell regne a la fe de nostre Senyor. E pus en nom d’Ell anam, havem fiança en Ell que Ell ens guiara”.

      […] vamos en este viaje con la fe en Dios, y para aquellos que no creen en Él; vamos sobre ellos por dos razones: para convertirlos o para destruirlos y volver aquel reino a la fe de nuestro Señor. Vamos en su nombre y con la confianza de que Él nos guíe].

      Pero no podemos olvidar el carácter épico de las crónicas, y en el Llibre deis feyts la narración de la conquista de Mallorca y Valencia se parece notoriamente a algunas canciones cantadas por los trovadores. Esta primera gran crónica finaliza con la muerte, en el año 1276, del gran monarca Jaume I el Conqueridor [Jaime I el Conquistador].

      La segunda gran crónica se debe a Bernat Desclot. El autor escribe su obra entre los años 1283 y 1288, Y en ella narra las vicisitudes de la dinastía de los condes de Barcelona, pero centrando su relato en la figura de Pere II el Gran (Pedro II el Grande). La narración es contemporánea a los hechos y finaliza el relato con la muerte de Pere (1285). Desclot, clérigo y funcionario de la corte del rey, utiliza en su obra un lenguaje épico, lejos de la estructura de los informes administrativos que realiza un funcionario de la corte. No se conoce el lugar de nacimiento del autor, pero se cree que procede de las cercanías de Lérida. Un estudio realizado por Miquel Coll i Alentorn refleja que durante el reinado de Pere II fue nombrado tesorero real un funcionario llamado Bernat Escrivá, perteneciente a una larga saga familiar de funcionarios. Coll i Alentorn, cree que este funcionario de nombre Escrivá decide cambiarse el apellido por el nombre de su lugar de origen, Es Clot, una casa situada cerca del castillo de Castellnou, en el Rosellón. De ahí deriva su nombre a Desclot. La crónica de Desclot rememora la historia de la dinastía catalana durante 168 capítulos, de los que 50 están dedicados a los hechos del rey Pere. Desclot elige al soberano como ejemplo de monarca medieval y lo ensalza como si de los grandes héroes de la época se tratara. Tras el retorno del rey del famoso desafío de Burdeos, Desclot empieza a escribir la crónica. El nombramiento como tesorero de otro funcionario le permite retirarse a su casa de Barcelona y acabar la obra. Debido a su cargo, recibe información y documentación privilegiada, lo que le permite describir con exactitud todos lo sucesos de la vida de Pere el Gran. Pero más allá de la aventura, del tono épico y de la descripción de las hazañas del monarca, Desclot se centra en el retrato del carácter del soberano. La crónica de Desclot tiene un gran valor histórico, ya que narra con gran exactitud todos los sucesos. En cierto modo, parece como si hubiera vivido los hechos personalmente (es posible que participara activamente en la expedición a Túnez). Hay un incidente puntual en que por primera y única vez el narrador aparece como testimonio del hecho; sucede en el momento que una flecha se clava en la silla de montar del monarca durante el combate de Santa María de Agosto:

      “[…] e d’açó fa testimoni cell qui aço reconta en aquest llibre, que veé la sella del rei e lo ferro que hi era romas”.

      [… y de esto hace de testimonio aquel que escribe este libro, el cual ve la silla del rey y el hierro que estaba clavado].

      La crónica de Desclot se diferencia

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