Los almogávares. David Agustí

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Los almogávares - David Agustí

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Y a su lado, la evolución de todos aquellos personajes importantes en esta historia: Carlos de Anjou, Roger de Llúria y Jaume III de Mallorca, entre otros.

      La tercera crónica que hace referencia a la expansión mediterránea de la Corona catalano-aragonesa es la escrita por Ramón Muntaner. Esta crónica es la que nos acerca más a la aventura catalana en Oriente. Muntaner vive directamente las hazañas de los almogávares al formar parte de la Gran Compañía Catalana. Ramón Muntaner nace en Perelada, en el año 1265. Desde su infancia, sigue con curiosidad la vida de los monarcas; siendo muy pequeño conoce personalmente al rey Jaume I, quedando muy impresionado con la figura del monarca. Años más tarde conoce asimismo al infante Pere durante su estancia en el albergue que regenta su padre. Estos dos encuentros le marcan profundamente y, muy pronto, en 1276, con tan solo once años, abandona su casa en Perelada y se incorpora al grupo que dirige Roger de Llúria. Diez años más tarde se traslada a vivir a Mallorca, pero al poco tiempo se desplaza a Sicilia, donde conoce a Roger de Flor. Este momento es crucial en su vida. El vínculo de amistad y lealtad que le une a Roger le lleva a seguirle a Constantinopla y a convertirse en su hombre de máxima confianza. Vive como guerrero y cronista las aventuras catalanas de Oriente desde 1303 hasta 1307, ya muerto Roger de Flor, momento en que decide abandonar la Compañía y ponerse al servicio del infante Ferran de Mallorca (Fernando de Mallorca). Durante su ayuda al infante es capturado por los venecianos en el Negroponte y devuelto a los almogávares. Los venecianos creen que los almogávares tratarán como un traidor a Muntaner, pero éste es recibido con grandes vítores y grandes demostraciones de afecto, no en vano es uno de los guerreros más valorados de toda la Compañía. Una vez más abandona a los almogávares y, después de ver al infante en Tebas, se dirige a Mesina para poder ser recibido por el rey Federico III. Éste le encarga el gobierno de las islas de Djerba, situadas frente a la costa tunecina. A ello se dedica desde 1309 hasta 1315. En el año 1316 se establece en Valencia, donde trabaja como procurador de Bernat de Sarriá. Aún en Valencia, a los sesenta años empieza a escribir la crónica de sus aventuras junto a Roger de Flor y los almogávares. La crónica abarca el periodo histórico desde 1205 hasta 1327 y la escribe durante tres años. A pesar de su avanzada edad, Muntaner no puede estar en un lugar durante mucho tiempo y se establece de nuevo en Mallorca (1331), donde ocupa un cargo de confianza del monarca Jaume III (Jaime III) como batlle (cargo administrativo parecido al de alcalde actual) de Ibiza. A los setenta y un años, el guerrero y cronista muere en aquella isla.

      La crónica de Muntaner relata la vida de los almogávares en Oriente. El autor utiliza un leguaje épico y, al igual que Desclot, compara al monarca y a Roger de Flor con héroes míticos como Roland o Lancelot. Pese a narrar los hechos con gran dosis de fantasía, la imaginación utilizada no quita veracidad al relato. El autor inicia su crónica dándole forma de sueño, un sueño en el que él mismo se imagina en un viaje en el que participa activamente. Durante este sueño se le presenta un hombre vestido de blanco que le ordena:

      “Muntaner, lleva sus e pensa de fer un llibre de les grans meravelles que has vistes qué due ha fetes en les guerres on tu és estat, com a Déu plau que per tu sia manifestat”.

      [Muntaner, despierta y haz un libro de las grandes maravillas que has visto en las guerras dónde has estado, como a Dios le place que por ti sea escrito].

      La narración de Muntaner, aunque fantasiosa en algún pasaje, relata a la perfección el comportamiento de los almogávares y los hechos que se van sucediendo a su alrededor. La mayoría de las veces nos cuenta la historia en primera persona, mostrándose así como un testigo de excepción. Un ejemplo claro es cuando narra el asesinato de su gran amigo Roger de Flor:

      “I encara féu majar malvestat el ditxor Miqueli: que ordanat hac que els turcoples, amb partida deis alans, que hac trameses a Gal’lípol, i hac ordenat que aquell dia que el cesar moriria”.

      [Aún hace mayor maldad el llamado Miguel: ha ordenado que los turcos, junto con los alanos que han llegado a Gallípoli, que ese día muera el césar].

      Muntaner, además, destaca por ser un brillante estratega y guerrero; y lo demuestra en la audaz defensa de Gallípoli, en la que tan solo partici pan mujeres y niños.

      La última de las cuatro grandes crónicas es la que el rey Pere II el Cerimoniós (Pedro III el Ceremonioso, 1336-1387) ordena escribir sobre su reinado. Una crónica donde hace balance de su política y del futuro de la casa dinástica de Barcelona. Pide a su secretario, en 1375, que describa en la narración todos los hechos, buenos y malos. La crónica aún tiene un claro estilo medieval, sobre todo en la concepción providencialista del poder del monarca. El rey Pere concibe la crónica cómo el paso por la historia de una corona poderosa en el Mediterráneo; conoce la historia de sus antepasados y confía en seguir sus pasos. La narración de Pere el Cerimoniós sigue el estilo del Llibre deis feyts de Jaume I; es una narración biográfica, aunque, a diferencia de las otras tres crónicas, esgrime en el relato una dramatización de la historia. Esta crónica marca el fin de la expansión catalana por el Mediterráneo y, prácticamente, de la dinastía de la Casa de Barcelona; con ella se cierra un ciclo importantísimo en la historia de la Corona de Aragón. La crónica está dividida en seis capítulos, aunque dada la extensión de cada uno de ellos se puede considerar que la estructura de la narración está dividida en seis libros. En toda la obra, pero sobre todo en el inicio, Pere el Cerimoniós alaba a Dios por su poder y por su participación en el momento histórico en el que él es protagonista. La obra comienza así:

      “Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam”.

      [No para nosotros Señor, no para nosotros, sino para la gloria de tu nombre].

      Nacido en el año 1240, Pere el Gran [Pedro el Grande], hijo del rey Jaume I el Conqueridor [Jaime I el Conquistador], se dedica durante su juventud a gobernar los reinos peninsulares mientras su padre expande el territorio por el Mediterráneo, sobre todo cuando decide llegar hasta Tierra Santa. Por lo tanto, nos encontramos con un joven que antes de reinar conoce a la perfección sus territorios. Su experiencia bélica la inicia con los enfrentamientos contra los sarracenos, rebeldes valencianos, y ayudado por un cuerpo militar que empieza a adquirir notoria importancia, los almogávares. Según cuentan las crónicas de Ramón Muntaner, el infante Pere se caracteriza por su enorme dureza, su gran capacidad táctica y su gran experiencia política, todo ello unido a una gran nobleza. Además de la tarea de pacificación de sus territorios, Pere el Gran se enfrenta a la revuelta de los barones catalanes. Estos se quejan de que el rey no se ha presentado a jurar los privilegios de Cataluña y de que exige una serie de tributos sin el permiso de las Cortes catalanas. Finalmente, cuando consigue pacificar todos sus territorios, se despierta en Pere la necesidad de la búsqueda de nuevos objetivos, sobre todo el que ha perseguido su padre, Jaume I, constantemente: la ampliación mercantil del reino; pero para ello resulta imprescindible el control sobre Sicilia. Aunque en primer lugar debe ocuparse de la definitiva pacificación de las fronteras exteriores de la corona catalana-aragonesa. El primer reto que tiene que afrontar es llegar a un acuerdo con el Reino de Castilla. Y para ello aprovecha un inesperado golpe de fortuna, una ventaja insospechada para llegar a un pacto con el reino castellano. Fernando, primogénito de Alfonso X el Sabio, fallece en un encuentro con los sarracenos. La política castellana se agrava con la disputa por la sucesión al trono de Castilla. Por un lado, se sitúan los infantes de la Cerda, Fernando y Alfonso, hijos del difunto Fernando. Por otro lado, Sancho, segundo hijo de Alfonso X, reclama su derecho sucesorio. La disputa se prevé sangrienta. Blanca, viuda de Fernando, para evitar la muerte de sus dos hijos, huye al Reino de Aragón junto a la reina Violante de Castilla, hermana de Pere el Gran. El rey catalán resuelve retenerlos en Aragón para así tener a Sancho de Castilla a su merced. El monarca dispone que si el rey castellano no cede a sus designios, puede provocar

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