Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México. Alberto Espejel Espinoza

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Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México - Alberto Espejel Espinoza

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cambio es posible y que tiene dos fuentes potenciales de origen: la endógena y exógena. Al respecto, la literatura apunta a que entre los factores internos es posible plantear dos cuestiones. En la primera, es pertinente englobarlo dentro de la idea de lucha interna de poder, y, en la segunda, bajo la idea de intencionalidad del detentador de poder.

      1. Barnea y Rahat (2007) resaltan que el cambio en el balance de poder intra-partido, tal como la sucesión de liderazgo o la unificación con otros partidos, constituye posibles causas de una modificación en los métodos de selección de candidatos. Algunos estudios dan evidencia empírica de los conflictos entre diversos actores internos que se traducen en diferentes centros de poder (Hoffman, 1961; Panebianco, 1990). De lograrse, este cambio podría ser duradero y se reflejaría en los siguientes estatutos y métodos de selección.

      2. Algunos autores reconocen la intencionalidad de quien dirige al partido, la cual puede tener como objetivo lo que Katz y Mair (2007) y Scarrow, Webb y Farrell (2004) plantean como estrategias utilizadas para ganar autonomía frente a los activistas o élites regionales, empoderando a la militancia.30 Otra posible intencionalidad estaría relacionado con atraer militantes, movilizar apoyo o aumentar su legitimidad y, con ello, imitar a un rival exitoso en sus reglas y procesos (Field y Siavelis, 2009).31 Ahora bien, este segundo factor de cambio puede no ser duradero, ni reflejo de un cambio real en la distribución de poder, ya que “si los partidos amplían la democracia dentro del partido porque están imitando una técnica que parece haber funcionado para otros, más que por una convicción genuina de que esta técnica refleja sus ideales, son más propensos a abandonarla rápidamente” (Scarrow, 2005: 20). Entonces corresponde observar si se vuelve estable en caso de presentarse.

      Ahora bien, dentro de los factores externos se pueden plantear tres aspectos. El primero lo podemos englobar dentro del marco institucional; el segundo dentro del contexto en el cual el partido actúa; y el tercero se relaciona con el gobierno.

      1. El primero refiere a que algunas leyes o reformas pueden ordenar al partido ser democrático en su interior (Janda, 2009).32 Aunque varían en su grado de especificidad, algunas leyes o reformas exigen organizarse “democráticamente”, pero dejan a los partidos interpretar ese mandato, lo cual abre la posibilidad para pensar que, en un sentido más amplio, las “exigencias institucionales” pueden, incluso, favorecer o no la democracia interna.33 Así, corresponde observar que en caso de existir la exigencia institucional, se lleva a cabo en pro o en contra de la democracia interna.

      2. El segundo factor se refiere al contexto, el cual puede lograr cambios significativos en los partidos, alterando su equilibrio interno. Esto significa que “alteran la distribución de recursos e incentivos dentro del partido y, por tanto, la pauta de interacciones dentro de él” (Katz y Mair, 2007: 120). Es probable que en un contexto democrático los partidos sean más propensos a ser democráticos en su interior, situación contraria a lo que ocurriría, posiblemente, en uno autoritario (Scarrow, 2005). Aunque lo anterior no es universal, por lo que debe observarse si el cambio es impulsado por un contexto favorecedor.

      3. El tercer aspecto se relaciona con el resultado electoral que modifique la situación de oposición o gobierno del partido. Es probable que la pérdida o triunfo del gobierno suponga algún cambio en torno a la democracia interna, disminuyendo o incrementándola.34 Como plantean Barnea y Rahat (2007), las derrotas electorales, los daños potenciales, o los escándalos de corrupción son algunos elementos que pueden provocar que los partidos consideren cambiar sus reglas y procesos en aras de obtener votaciones altas. Esto es, una pérdida o riesgo de pérdida del control del gobierno puede originar cambios. Por su parte, asumir el gobierno puede plantear retos para el detentador de poder, en virtud del poder presidencial, en el caso mexicano. En ambos casos se debe observar si, de existir el cambio, se vuelve estable o es efímero.

      Por lo anterior, es necesario recurrir a una versión blanda del path dependence, para concebir dicho suceso. Cabe aclarar qué tipo de cambio se espera encontrar. No se trata del cambio abrupto en el cual los rasgos definitorios son significativamente diluidos (Hay, 2002: 151). Así, el probable tipo de cambio se trata de uno sustentado en dos supuestos claves que consideran que: 1) la dinámica se deriva de la interacción compleja entre factores ambientales e internos; y 2) la historia, aunque no determinante de los resultados futuros, fomenta la selección del curso posterior de los acontecimientos históricos, así como la selección de ciertos resultados frente a otros (Hay, 2002: 159). Es decir, el cambio puede surgir de diversos factores endógenos y exógenos, e incluso es más probable que sea de la interacción entre ambos. Pese a la posibilidad del cambio, es probable que éste se encuentre condicionado por el origen y, en cierta medida, el vuelco que pueda dar. Los periodos de relativa tranquilidad o estabilidad que podrían darse, suelen ser interrumpidos por la interrelación de factores endógenos o exógenos (Hay, 2002: 162 y 163).35

      Dicho todo lo anterior, se observa que los momentos de análisis de la investigación son los siguientes. 1) El momento originario donde se dan cita actores. 2) La articulación, vía los estatutos iniciales, que detona en estabilidad de las reglas y procesos y, por consiguiente, de la tendencia organizacional que refleja la distribución del poder (democracia interna). 3) Finalmente, el momento de cambio o consolidación, con base en la relación de retos internos y/o externos. Así, en cada partido es necesario analizar quiénes se dieron cita al inicio; cómo y por qué se llegó a los modelos de partido planteados y a la estabilidad de cierta distribución de poder; qué factores de cambio se presentaron y; finalmente, hacia dónde viró la tendencia organizacional y, de ser el caso, qué tipo de tendencia se consolidó.

      Como metafóricamente plantea Ragin, el fin de explorar la diversidad es importante porque en los temas de investigación, muchas veces el bosque no deja ver los árboles, pues “se tiende a asumir la uniformidad o generalidad cuando, de hecho, existe una gran cantidad de diversidad” (2007: 183). Precisamente la democracia interna es un ejemplo de cómo los partidos (árboles) se consideran similares entre sí: estructuras cerradas y nada democráticas. No solo ello, pues en las investigaciones referidas al caso mexicano, también son concebidos como estáticos en el tiempo (bosque). Lo anterior ha ocurrido, debido a que, desde una parte de las ciencias sociales, los estudios sobre los partidos políticos han privilegiado el análisis de coyunturas determinadas, sin considerar su desarrollo organizacional. Por tal razón es necesario observar cada uno de los casos con detenimiento y profundidad, a fin de detectar las continuidades y cambios.

      En principio, habría que hacer una precisión sobre el ámbito espacial y temporal. El primero se restringe al caso mexicano y, de forma particular, a los siete partidos políticos con registro vigente: PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC y MORENA. En ellos interesa lo que fue y es la democracia interna, así como el porqué de dicho tránsito, ya sea hacia su cambio o consolidación. El segundo, el ámbito espacial, está delimitado a procesos concretos como son: el origen del partido, la articulación de actores (vía estatutos iniciales) que da lugar a la consolidación de reglas y procesos (tendencia organizacional), y, por último, el cambio/consolidación. Precisamente, para el análisis del origen, la articulación y el cambio dentro de los partidos políticos, es pertinente la mirada institucionalista histórica. Antes de detenerse en la pertinencia de dicha perspectiva para el análisis de las trayectorias organizativas de los partidos políticos, es necesario dar cuenta de su potencialidad frente a otras miradas tradicionales en la ciencia política como son la racional y la conductista.

      Al respecto, Colin Hay (2002), al igual que Pierson y Skocpol (2008), plantea que actualmente existen tres paradigmas de análisis en la ciencia política: el racional, el nuevo institucionalismo histórico y el conductista. En los tres, la teoría cumple diversas funciones, además de poseer supuestos, enfoques analíticos y métodos propios.

      El racionalismo utiliza la teoría para simplificar el mundo. Se

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