Los mejores reyes fueron reinas. Vicenta Marquez de la Plata

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Los mejores reyes fueron reinas - Vicenta Marquez de la Plata

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      En 1863, Gordon, a pesar de las brillantes ofertas de los chinos, volvió al servicio del Reino Unido con el grado de teniente coronel.

04.tif

      Mapa de la provincia de Guangxi, donde se inició el levantamiento Taiping

05.tif

      Salón del palacio en donde vivió la emperatriz

      En 1855 había muerto la emperatriz viuda de Daoguang. La prima de Yehenara, Niohuru (que pasó a llamarse Zhen), había pasado a ser emperatriz consorte y ella ascendió en la escala de palacio; de concubina kueyeng pasó a ser concubina peng, o sea de la tercera categoría ascendió a segunda. Con el triunfo sobre los taiping y el nacimiento de un heredero, el hijo de Yehenara, se acrecentó el prestigio de emperador… y también el de su concubina porque el monarca, casado ya por dos veces a los veintiséis años, no había engendrado un varón hasta que llegó la concubina kuenyeng.

      Quiso la suerte —mala para el emperador y buena para Yehenara— que el soberano sufriese una grave parálisis y que la concubina kuenyeng en calidad de madre del futuro emperador, y por su enorme energía, pasara a encarnar el Gobierno efectivo del imperio. Afortunadamente para ella la verdadera emperatriz, Zhen, no mostraba ningún deseo de gobernar. Por entonces Yehenara fue de nuevo ascendida y pasó a ser concubina de primera categoría.

      Al nacimiento del heredero en 1856, la joven fue elevada de nuevo a otro rango, uno que la igualaba en estatus al de la emperatriz, su prima Zhen, y desde entonces se cambió de nombre y recibió el de Tz’u-hsi (Cixí, españolizado) en vez de Yehenara, el nuevo apelativo quiere decir ‘la emperatriz del este’ porque con este motivo fue trasladada a un palacio en la parte este de la Ciudad Prohibida.

06.tif

      El príncipe Kung, profesor de Cixí

      Allí tenía su propia pequeña corte, sus servidores, sus músicos, sus eunucos y también sus murmuraciones, habladurías de palacio y comentarios. Ella, sin que otros lo supieran, se enteraba de muchas cosas.

      En poco más de dos años la joven inexperta que se llamaba Yehenara pasó a estar a la altura de la emperatriz de la China y con más prestigio que ella.

      Pero esto no era suficiente. Yehenara, dándose cuenta de sus insuficiencias pidió que se le enseñara todo lo necesario sobre el gobierno del Imperio por lo que pudiese suceder, ya que su hijo había sido nombrado heredero del trono. Ante esta petición se eligió al príncipe Kung (la tradición era elegir al sexto tío del heredero por línea paterna) para que la enseñase y adiestrase. Kung destacaba por su sabiduría y honradez, y enseguida supo ver la inteligencia de Ye-ho-na-la, ahora Cixí. La concubina, para evitar habladurías, solicitó estar acompañada en cada lección por algunas de sus damas y alguno de sus eunucos, que más tarde jugaron un papel muy importante en su vida. Desde entonces, todos los asuntos del imperio estuvieron en sus manos, una mujer sin experiencia, concubina, de veintidós años.

      Aunque aún andaba en la treintena, la salud del emperador Xianfeng no era buena, con seguridad su afición al opio había minado su resistencia física y su voluntad. Se había decidido que en la primavera de 1861 abandonaría el lugar en que estaba y regresaría a Pekín, pero su enfermedad impidió que se moviese de Jebol, que era el sitio en que se encontraba entonces. No se sabe exactamente por qué o cómo, aunque se dice que por su fragilidad y salud ya muy debilitada, se dejó aconsejar en muchos asuntos por el príncipe Tse-Yuen (también conocido como Yi), el cual, aliado con otros miembros de la familia imperial, decidió adueñarse del poder, ya que estaba seguro de que el fin del emperador estaba cerca y de que pronto atravesaría la Puerta del Dragón. Tal vez con un poco de ayuda…

      Aunque nominalmente, por su prestigio, el príncipe Tse-Yuen encabezaba la conjura, en realidad el miembro más activo y el organizador de la conspiración era un tal Sushun, hermano de leche del jefe de las ocho familias principales de manchúes. Sin ser originariamente nadie, Sushun, como hermano de leche de un poderoso manchú y de su mano, había llegado muy alto hasta considerarse él mismo como perteneciente a la familia imperial.

      El poderoso manchú, el hermano de leche de Sushun, era un verdadero príncipe de sangre real. Se llamaba Tse-Chen y podía, al igual que Tse-Yuen, aspirar al trono si el emperador fallecía y ambos se movían con rapidez, mientras que el brazo ejecutor, Sushun, era solo un instrumento en manos de los dos ambiciosos príncipes.

      Para lograr su fin, Sushun fue vivamente recomendado por los dos príncipes al debilitado emperador y este lo trajo junto a sí en calidad de ayudante al ministro de Hacienda. También acontecía que Sushun, como solía suceder con los arribistas y aduladores de los poderosos, era vicioso y disipado. Para no dejar el cuadro inconcluso era así mismo ambicioso, avaro y cruel.

      La concubina Yehenara, ahora ascendida a emperatriz del este, se percató de la nefasta influencia de este personaje, que para entonces era el primer secretario adjunto, y trató de contrarrestar su poder y la dependencia que el enfermizo soberano empezó a manifestar por este personaje.

      Con el favor del soberano, Sushun, elevado al cargo de Gran Mandarín, instituyó un verdadero régimen de terror y cualquiera que se opusiese a sus deseos era desterrado o degradado. En poco tiempo amasó una inmensa fortuna a base de enormes multas a los funcionarios, sobre todo a los de Hacienda o a los de otras administraciones, pues los acusaba de engañar y defraudar a las reales arcas, cosa que podía ser cierta, pero que él explotaba en beneficio propio. Con este dinero él y los príncipes esperaban financiar su proyecto de llegar al poder por el camino más directo. Sin embargo, había un problema: la emperatriz del este intentaba influir en el emperador para que alejase al favorito y esto no podían permitirlo, puesto que Sushun era el que, con malas artes, proporcionaba la financiación del proyecto.

07.tif

      El palacio de Jebol, residencia de verano de la familia imperial

      Empezaron a propagar calumnias sobre ella y al soberano le manifestaron que Yenehara lo engañaba con un apuesto militar que había estado prometido a ella antes de que entrase en palacio. Al mismo tiempo difundieron los rumores de que el príncipe y maestro Kung estaba en connivencia con los diablos extranjeros (las potencias occidentales). Todo ello hizo que el soberano separase al niño heredero de su madre, la emperatriz del este, y ordenara que lo entregasen a la madre de Tse-Yueng, el gran conspirador, para su educación y crianza. Con el heredero en su poder los conspiradores ya estaban más cerca del trono. La idea de los dos príncipes era hacer matar a todos los europeos residentes en Pekín y también a los otros hermanos del emperador. Incluso habían preparado el documento que justificaría tales acciones.

      En todo esto estaban cuando el séptimo día de la séptima luna la concubina Yenehara envió un mensaje urgente a su maestro el príncipe Kung haciéndole saber el mal estado de la salud del Hijo del Cielo, su real esposo. Asimismo le rogaba tomar medidas para proteger al niño heredero y a ella misma, y no menos a sí mismo, toda vez que los conjurados eran también enemigos a muerte del príncipe Kung. Para ello le pedía que enviase urgentemente un destacamento formado por militares del clan de la emperatriz del este, es decir, por sus simpatizantes, no adeptos a los dos príncipes.

      Los sucesos se precipitaron:

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