Hernán Cortés. La verdadera historia. Antonio Codero
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Práctica de sacrificios humanos, «una industria de matanza humana» alrededor de la cual se desarrollaba gran parte de la actividad administrativa, de recaudación, religiosa y militar del imperio azteca. «Había la necesidad de alimentar al cosmos, el sol perdería su fuerza si no recibía la sangre de los sacrificios, ya que ésta era la fuerza vital que movía el universo». Contra tal práctica, Cortés no escuchó argumentos: combatió la costumbre apenas tuvo contacto con ella.
Hay un intento de supresión de sangre destacable en la era prehispánica y esta es fruto de las enseñanzas de Quetzalcóatl15, quien, como personaje histórico o leyenda, fue enemigo de los sacrificios humanos, tesis que recoge Sahagún, para identificar a Cortés como heredero «mítico» del dios emplumado y posicionarlo en la vida indígena con antelación a la Conquista. Por eso es importante resaltar el principal legado cortesiano para con el país que México es desde entonces.
La lengua (la patria es el idioma, decía Unamuno), las costumbres, un gobierno con economía y leyes unificadas, la religión y un territorio definido son lo que hace nación. Estos elementos comunes son los que identifican a los mexicanos y aparecen en su territorio después de 1521. Repito: antes de la Conquista se trataba de diferentes poblaciones antagónicas y dispersas, después, con muchos defectos, surgió la nación. Cualesquiera habitantes de una nación deben, primero, reconocerse juntos, ser, sentirse parte, para luego pretender figurar en el mundo. «Para que Dulcinea fuera universal, primero fue del Toboso», dice, en Mis Tiempos, una inteligencia brillante.
8 Cempoala fue un señorío prehispánico ubicado en el Golfo de México, habitado, según la época, por totonacas, chinantecas y zapotecas, en palabras de algunos expertos, desde 1.500 años antes de la llegada de los españoles.
9 Término derivado de la lengua náhuatl para designar a un gobernador elegido por la nobleza.
10 Guajolote: del náhuatl huey (viejo) y xólotl (monstruo), es el término que se usa en esa lengua para designar al pavo doméstico.
11 Tlaxcala es uno de los 32 estados de la República Mexicana. Durante la época prehispánica se distinguió por el bloqueo que los aztecas aplicaron en ese territorio para comerciar con los pueblos del Golfo, Centroamérica y el Valle de México.
12 Se le conoce como Guerras Floridas a los enfrentamientos que los aztecas libraban contra otros pueblos para mantenerlos subyugados y obligarlos a pagar tributo. Como parte de ellas, se capturaban prisioneros, a quienes se sacrificaba ritualmente o se consumía.
13 Tzompantli: altar donde se montaban ante la vista pública las cabezas sanguinolentas de los cautivos sacrificados.
14 Tlalcaelel, «el que anima el espíritu», fue un sacerdote y consejero mexica. Asesoró a tres gobernantes: Itzcóatl, Moctezuma y Axayácatl.
15 Quetzalcóatl: uno de los más importantes dioses del panteón azteca. Dios de la vida, la luz y la fertilidad. El significado de la palabra en lengua náhuatl es «serpiente emplumada».
Capítulo III
Ya que evocamos al Quijote, hablemos de su patria. La intervención más importante que ha tenido España en la historia del mundo es la obra que realiza en América. Se equivocan quienes sugieren la conveniencia de haber sido conquistados por otra nación más «avanzada». En aquella época, asevera Agustín Basave Fernández del Valle, «España fue la más preparada para la incorporación y comprensión de los pueblos sometidos». Y dice Vasconcelos: «a través de España, accedemos a la cultura más vieja y más sabia e ilustre de Europa: la cultura latina; y latino es el mestizo hispano-indígena desde que se formó la raza nueva».
Cuando los romanos llegaron a la Península Ibérica en el siglo segundo antes de Cristo, se encontraron con íberos, celtas y tartesios, los pueblos más antiguos de la hoy España. También estaban ya los griegos y cartagineses disputando el dominio de ese suelo estratégico del mundo antiguo. Los romanos, tenaces, dejaron ahí casi «nada»: un nombre (Hispania), caminos eternos, ciudades de piedra, acueductos, organización política, códigos y, al final del imperio y ya oficializado, el cristianismo. Es decir, la principal aportación de ese imperio fue unidad. Las conquistas romanas comenzaron en tal época y se extendieron por casi todo el territorio.
Anfiteatro de Mérida, España. El peninsular hispano recibe el legado greco-romano y lo riega en América. La organización política, la lengua, la religión, entre otras muchas expresiones humanas, son la herencia cultural que Europa implanta en el «nuevo continente».
Su dominio militar tardó siete siglos en decaer, pero su soberanía subsiste hasta nuestros días a través de una fuerza aún más poderosa: la cultura, que se traduce en orden, disciplina y estructura, pero también en tecnología, filosofía y ciencia. En conclusión, otorgaron la supremacía de ideas y valores, una estructura mental y una forma de organización.
Diecisiete siglos después, ese mismo mundo romano envía al nuevo continente un procónsul, Hernán Cortés, y funda igualmente ciudades, dicta leyes, impone la religión, da estructura al territorio, nombra autoridades y establece gobiernos. Es decir, Roma, españolizada, vuelve a dar unidad a lo que no tenía. La principal herramienta fue una lengua común, el castellano, hija del latín. Hasta hoy, la mitad occidental del mundo sigue siendo romana, incluyendo México, así como su organización en municipios, el senado, el derecho, la iglesia, la división política, la estructura diplomática, la lengua latina, entre otros rasgos.
Pero también ingresamos a la civilización bajo el estandarte hispano que riega en América todo el bagaje cultural que recibe. A través de España y de distintos influjos, nos llega una vasta herencia. Además de los pueblos ya mencionados, hubo influencia fenicia, románica (como heredera cultural de Grecia), visigótica (de los descendientes germánicos), además del refinamiento y la ciencia árabe, con todo lo que representa. Asimismo, hubo influencia judía, pues España es el país más judío del mundo, Israel incluido. Convivieron tantos siglos y su cultura subterránea permeó a tal grado que en México lo constato cada día que me desnudo. Encontramos rostros judíos no solo bajo el kipá en alguna sinagoga de Polanco16, sino también en cualquier celebración de la colonia española.
España no era cualquier cosa, venía de una misión espiritual autoimpuesta: salvar la cultura cristiana y recuperar el territorio de la península. Lo anterior, dice López Portillo y Weber, «dota a la Historia de España