La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey

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La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey Derecho

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normalidad’? ¿Una pandemia de implicaciones ambientales, sociales y económicas impredecibles que, no obstante, confirmará la índole del Antropoceno y nos enfrentará a un escenario de mayor complejidad?

      Lo cierto es que debemos aprovechar el inesperado laboratorio global de sociedad baja en carbono —como ya dije—; hemos llegado a él, no como consecuencia de una decisión colectiva para hacerle frente a la crisis climática, sino como medida sanitaria para evitar el contagio de un virus. De manera que aunque no es precisamente un ensayo planificado de sociedad baja en carbono puede servirnos para dos propósitos generales: 1) calcular el impacto de la reducción drástica de emisiones de carbono, la recuperación súbita de los ecosistemas y la disminución de la contaminación en las grandes ciudades, y 2) parar y pensar de nuevo.

      Desde el punto de vista técnico, se nos dice que se trata de una pandemia relacionada con mutaciones biológicas imprevisibles. He ahí una tercera palabra que puede ayudarnos a entender lo que sucede: mutaciones. ¿Una mutación biológica que repercutirá en una mutación de la sociedad global? ¿Estamos en los comienzos de un cambio estructural profundo y no simplemente ante una ola que volverá a decrecer hacia ‘la normalidad’? ¿Un nuevo orden y no simplemente una crisis?, o mejor: ¿un nuevo orden catapultado por una pandemia? Más preguntas que respuestas. Pero de todas ellas hemos ido derivando una certeza, que quizá podemos descomponer en partes para ir armando, poco a poco, este incierto rompecabezas que nos espera.

      Primera pieza: habrá nuevas pandemias. Segunda: las pandemias, probablemente, estarán relacionadas con la pérdida de hábitat de múltiples ecosistemas acorralados por el crecimiento ilimitado de las ciudades y el uso indiscriminado de recursos naturales. Tercera: las nuevas pandemias, así mismo, estarán relacionadas con el aumento de la temperatura global de la Tierra, la acidificación de los océanos y las altas concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Cuarta pieza: el inusitado laboratorio de sociedad baja en carbono que hemos vivido tendrá tan solo aplicaciones e interpretaciones académicas, mas no derivaremos de este cambios conductuales profundos en nuestros sistemas de producción y consumo. Quinta: aunque un cuadro de incertidumbres de corto y mediano plazo desestabiliza nuestro consabido ‘control’ sobre las cosas, una lenta certeza se irá formando en la conciencia colectiva: la de que de la crisis saldremos no para la conocida ‘normalidad’ del mundo, sino para un punto de bifurcación que señalará dos caminos divergentes. Antes de hablar sobre lo que, a mi juicio, implicará ese punto de bifurcación, quiero detenerme un momento en la necesidad de encontrar, cuanto antes, un modelo de plataforma global para gestionar el conocimiento sobre esa bifurcación, sin duda ya inminente.

      Plataformas de reacción global

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      Plataforma Gisaid en 2020

      En enero de 2020 investigadores de China divulgaron la primera secuenciación del genoma del virus que hoy nos amenaza. Los científicos unen esfuerzos a nivel global en otra tarea monumental: descubrir cómo está mutando el virus que causa la enfermedad. Según la BBC de Londres, hasta la fecha, más de 18 000 genomas del SARS-CoV-2 han sido secuenciados por investigadores en diferentes países. Y entonces hemos decidido aprovechar una fabulosa plataforma pública —que se había construido en Internet para conocer mejor la evolución del virus de la gripa—; la plataforma Gisaid, que permite comparar estos genomas y analizar sus diferencias. Se trata de una base de datos de acceso abierto creada en 2008: la Iniciativa Global para Compartir Datos sobre Influenza. Hoy nos servirá (probablemente) para saber de dónde vino, y para dónde va la Covid-19.

      Pero, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es otra plataforma global de gestión de un conocimiento técnico y específico. Fue creado en 1988 para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Una plataforma colaborativa del más alto nivel científico que mereció el Premio Nobel de la Paz en 2007. Ha preparado cinco informes de evaluación de varios volúmenes. Actualmente se encuentra en su sexto ciclo de evaluación. Me pregunto si no será esta la hora de utilizar esta plataforma para estudiar colaborativamente y desde todas las perspectivas posibles el impacto de la crisis de la Covid-19 en la crisis climática global y su evolución inminente hacia un punto de bifurcación que muy probablemente se encuentre entre 2020 y 2030. Me pregunto si una de las probables evoluciones de esta crisis, que estamos empezando a transitar, no será la de un escenario completamente nuevo pero definitivo: la mutación de la sociedad del Antropoceno en una sociedad en proceso de bifurcación. Entonces será preciso (ya lo es) una plataforma global para compartir pensamientos y datos, percepciones y acciones, sentires y previsiones, anhelos y aprendizajes sobre la evolución de esta nueva realidad. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), concebido para darnos a conocer la índole y magnitud de la crisis climática, hoy podría adecuar sus estructuras para facilitar al mundo la búsqueda sistemática de esta nueva respuesta.

      Como civilización contemporánea ya hemos ensayado el camino de los grupos colaborativos conformados por expertos para enfrentar grandes problemas. Y el resultado de estos grupos arroja resultados muy positivos. Creo útil recordar que en 1968 dos empresarios visionarios, Alexander King y Aurelio Peccei, preocupados por el futuro de otra crisis: la ambiental, consiguieron fondos de las empresas y fundaciones Fiat, Ford, Volkswagen y Rockefeller, para convocar a 35 personalidades de 30 países (académicos, científicos, investigadores y políticos). ¿Cuál era el objetivo de esta convocatoria? Interesar a los funcionarios de gobiernos y grupos influyentes sobre las respuestas que debían preparar frente a la crisis en formación. Fundaron el Club de Roma, quizá una de las experiencias más exitosas de estos grupos de expertos. Uno de los científicos convocados fue Ervin Laszlo. Me propongo hablar de él en este texto de manera recurrente, debido a que años después abordaría un tema que hoy debería ocupar la mesa de esa plataforma colaborativa global que en este trabajo invoco. El tema de la bifurcación. El Club de Roma alcanzó a durar 30 años, y generó un documento aún vigente, sobre el cual volveré más de una vez: Los límites del crecimiento (1972). ¿Qué dice? Que no se puede seguir creciendo de manera ilimitada, teniendo en cuenta que este planeta es finito. Otro buen ejemplo de grupo colaborativo es el Grupo de Investigación de Evolución General ya nombrado, y el Club de Budapest. Recordemos sus fines: “Unir fuerzas para cambiar el rumbo de nuestro mundo (insostenible, polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética y el humanismo”. Lazlo, creador de estos dos grupos, señaló con una claridad y sentido de la anticipación y la audacia valorables asaz el punto de inflexión que nos esperaba, como civilización y como cultura, si no deteníamos el paradigma del crecimiento ilimitado y lo reemplazábamos por una economía global centrada en el cuidado de la casa común, el oikos, y no simplemente en la crematística, hoy llamada economía del mercado, pero caracterizada por Tales de Mileto como el arte de hacerse rico, la habilidad para adquirir riquezas que definía una actividad contra natura, según Aristóteles. Pues bien, esta actividad de tan común ocurrencia en todas nuestras culturas acaba por deshumanizar a quienes se dedican a ello. Así lo escribió Aristóteles y lo corroboraron, en época más reciente, el teólogo Hans Urs von Balthasar y el escritor Ernesto Sábato. El modelo mental del crecimiento ilimitado, ayudado por la creencia sacralizada por la sociedad de la acumulación y el capitalismo: el dinero es el poder supremo, su acumulación nos hará libres y felices; ese modelo mental nos ha deshumanizado hasta tal punto que hemos devenido en piezas de una poderosa máquina de producción y de consumo. Piezas, nada más, del monstruo posmoderno, cifras de una estadística feroz y letal. Balthasar dijo: “Hemos fracasado, sobre los bancos de arena del racionalismo demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca abrupta del misterio”26. Ernesto Sábato advirtió: “Todo corrobora que en el interior de los tiempos modernos, fervorosamente alabados, se estaba gestando un monstruo de tres cabezas: el racionalismo, el materialismo y el individualismo”27. Hoy no necesitamos de mucho esfuerzo para identificar las entrañas del monstruo: es el mercado y el mercado está ahí, en cada esquina y en cada nueva notificación de nuestro

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