La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey страница 11

Жанр:
Серия:
Издательство:
La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey Derecho

Скачать книгу

ser humano se enfrenta a los asuntos más importantes con los que se ha encontrado en toda su historia, los cuales no se pueden eludir o aplazar si se quiere mantener alguna esperanza de preservar, ya no digamos mejorar, la vida humana organizada en la Tierra. Desde luego, no podemos esperar que los sistemas de poder organizados, estatales o privados, lleven a cabo las acciones apropiadas para afrontar estas crisis; no a menos que se vean empujados por una movilización popular y un activismo constantes y entregados. Una tarea de gran envergadura, como siempre lo es la pedagogía39.

      La mayor parte de la población tiene la información general de que hay una serie de fenómenos en curso que se conocen como cambios climáticos, pero desde el año del coronavirus no se habla (por lo menos en los círculos científicos y periodísticos) de cambio climático, sino de crisis climática40. Y las relaciones de esta catástrofe con otras crisis, quizá subsidiarias de esta, resultan más contundentes, visibles, inmediatas: las migraciones masivas en el Cuerno del África, la pérdida de medios de subsistencia (alimentos, agua dulce, territorios apropiados para vivir) en las pequeñas islas, en algunos países del África subsahariana y en el sur de Asia, los incendios de Australia. Lo cierto es que hay, evidentemente, un eje conductor de todas estas crisis: los efectos de la crisis climática, pero esto (aunque a veces parezca) no es la crisis global, ni es un tema de la naturaleza, no. A la crisis global llegamos mediante etapas más o menos definidas, durante periodos que, si bien fueron más o menos largos cuando todo esto comenzó, cada vez son más cortos. Esto nos hace pensar que estamos frente a una sola y única crisis: la crisis del Hombre de nuestro tiempo (más adelante me referiré a la acepción que le concedo a la palabra Hombre).

      Sobre cómo estamos pasando de un cuadro gris a un cuadro más gris

      Aventuro una especie de sobrevuelo cronológico por los hitos más significativos de la crisis. Luego aterrizaré y volveré a levantar vuelo (varias veces) en estos puertos, algo difusos en el tiempo, pero que permiten ubicar el nacimiento (también difuso) de las problemáticas:

      • Aproximadamente entre 1930 y 1980 generamos lo que se conoció como la crisis ambiental global 41, un primer desajuste entre las relaciones de los seres humanos con la naturaleza. La principal característica de este periodo, precedido y marcado por la Gran Depresión de 1929 y después por la Segunda Guerra Mundial, fue la consolidación del paradigma del crecimiento ilimitado. Con él se pretendió resolver la crisis económica y definir nuestra ruta hacia el progreso. Resulta oportuno señalar la década de 1950 como un primer punto de ruptura. Aquí empezó lo que G. Lipovetsky llama la “mutación sociológica global”42 o era del consumismo ilimitado, fenómeno articulado en lo macro con el paradigma del crecimiento ilimitado.

      • Entre 1950 y 1980 sospechamos que se estaba formando una crisis mayor: la crisis climática global, pero confundimos el síntoma: el cambio climático no era “una de las consecuencias” de la crisis ambiental global. Si era cierto que esta última había sido consecuencia de “un primer desajuste en las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza”, ni la crisis ambiental ni la crisis climática en ciernes respondían exactamente a la categorización de crisis ecológica. Se trataba, más bien, de una crisis de la cultura, pero eso fue lo que omitimos (o equivocamos) considerar. Quiero decir que nos estábamos adentrando en una misma y única crisis relacionada con el pensamiento “del Hombre”43, con el modo de civilización y de cultura que habíamos escogido para progresar, para desarrollarnos, para crecer. Esa era la verdadera índole de la problemática. Durante este periodo pretendimos resolver estas crisis de manera aislada; pero en ninguna de las dos instancias internacionales de análisis en que se dirime el futuro de las problemáticas (la Convención Marco de Cambio Climático y la Convención de Diversidad Biológica de las Naciones Unidas) hemos abordado a fondo las causas de los problemas.

      • Entre 1992 y 2007 confirmamos las sospechas a partir de los primeros informes científicos: estábamos ante una crisis de mucho mayor alcance y gravedad que la crisis ambiental global. La habíamos empezado a llamar la crisis del calentamiento global. Confiábamos en que podríamos resolverla, pero sin negociar nuestros modos de vida. No era una crisis de dominio público.

      • Entre 1992 y 2007 (también) reaccionamos globalmente por primera vez. Hicimos el Protocolo de Kioto, pero como habíamos confundido los síntomas con las raíces nos dedicamos a formular objetivos sobre los síntomas (la disminución del carbono en la atmósfera). Al ignorar el examen sobre las raíces del problema (el desajuste en las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, y el paradigma del crecimiento ilimitado), permitimos que se profundizaran los modelos mentales que alimentaban a las crisis: el modo de civilización y de cultura del siglo XX.

      • Entre 2007 y 2020 sucedieron la mayor parte de los hitos confirmatorios sobre la índole, el alcance y la gravedad de la crisis. Lo primero que hicimos fue abandonar la denominación de calentamiento global (era inexacto y no abarcaba todos los factores del problema), y empezar a hablar de cambio climático, pero muy rápidamente nos dimos cuenta de que esta denominación también era inexacta. Entonces comenzamos a llamarle cambio global, y, poco después, Antropoceno. Habíamos dado quizá una primera muestra de comprensión del carácter sistémico de los problemas, pero, en materia de ‘acuerdos internacionales’ mantuvimos nuestra proclividad a actuar frente a los síntomas.

      • Entre 2010 y 2020 se produjo, probablemente, el punto de inflexión entre lo que se creía ‘una crisis más o menos controlable’, y una crisis de dimensiones y connotaciones globales de incierto desenlace. El Grupo Intergubernamental de Expertos reveló en 2018 que el punto de no retorno para que la crisis adquiriera dimensiones de catástrofe global no era la barrera de los 2ºC de calentamiento, sino la de 1,5ºC. El Acuerdo de París, firmado en 2015, ya no era suficiente. No obstante, en materia de acuerdos internacionales mantuvimos (otra vez) nuestra proclividad a actuar frente a los síntomas44: en las cumbres de Katowice (Polonia, 2018) y Chile/ Madrid (España, 2019) se aplazaron las decisiones fundamentales. Si los científicos del IPCC habían revelado que el Acuerdo de París no era suficiente para detener el calentamiento por debajo de 1.5ºC, era necesario formular una enmienda a este Acuerdo para adecuarlo a los nuevos datos de la ciencia. No se hizo y no está previsto que se haga en la pospuesta cumbre de Glagow, que ahora se celebrará en 2021.

      • A partir de 2020 (la pandemia) tenemos una certeza científica: estamos entrando en una crisis de dimensiones tales que algunos la han caracterizado como una nueva era geológica: el Antropoceno. Estamos en la crisis global.

      • La década 2020-2030 debía ser (ya lo dije) la de los grandes cambios orientados a preparar a las sociedades para una economía libre de carbono; esta era una recomendación (perentoria, urgente) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2018). Si estos cambios ‘tremendamente radicales y de gran alcance’ no se hacen antes de 2030, la humanidad conocería una cascada de catástrofes encadenadas de dimensiones imprevisibles. El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (AR6) será publicado en 202245. Pues bien, ahora debemos hacer todos estos cambios en medio de una economía global seriamente averiada por la pandemia.

      La noción de cambio global incluye factores como los cambios en el uso del suelo, los cambios geopolíticos y económicos, el incremento de la población humana (lo que se conoce como la sobrepoblación), las alteraciones en la biodiversidad, los procesos de desertificación y degradación de algunos ecosistemas de la Tierra, y las alteraciones en los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno, el carbono, el agua, el calcio, el oxígeno, el azufre y el fósforo; incluye también el cambio climático. Todos estos factores están más relacionados con el modo de vida que diseñamos para ser felices, por lo tanto, la del cambio global es una crisis del pensamiento del Hombre: la manera como decidimos ocupar los territorios y usar sus recursos naturales, la manera como decidimos crecer y la manera como decidimos depender de una sola (y casi exclusiva) fuente de energía: los combustibles fósiles.

      Si la crisis global es una crisis

Скачать книгу