La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey

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La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey Derecho

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Arnold Böcklin, 1883

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      Fuente: Recuperado el 14 de septiembre de 2020, de https://www.traveler.es/experiencias/articulos/viaje-a-un-cuadro-la-isla-de-los-muertos-de-arnold-bocklin/17568

      Connie Hedegaard tiene el dudoso honor de haber presidido la Cumbre que pudo haber cambiado el rumbo de la crisis. Ello no sucedió así, pero no por responsabilidad de Hedegaard sino de Lars Loocke, primer ministro danés, quien, o bien cedió a las presiones de los Estados Unidos, o bien no supo manejar las tensiones entre los grandes intereses en juego. Fue así como la COP 15 de Copenhague (realizada en 2009) pasó a la historia como el fracaso más rotundo de la diplomacia del clima (como ya dije). Hedegaard es actualmente la comisaria europea de Acción por el Clima, y recientemente hizo un esfuerzo pedagógico para explicar la emergencia que vivimos: “Si su doctor le dijese que está seguro en un 95 % de que padece una grave enfermedad, buscaría inmediatamente una cura. ¿Por qué deberíamos asumir más riesgos cuando es la salud de nuestro planeta la que está en juego?”53.

      En realidad, no es la salud del planeta lo que está en juego, como afirma Hedegaard, aunque, evidentemente, no se puede decir que nuestra ‘casa común’ goza hoy de su mejor salud. Resulta que el asunto es peor, mucho peor de lo que la mayor parte de nosotros imaginamos, como escribe el periodista Wallace-Wells. El asunto es que lo que está en juego hoy es la posibilidad de que la vida siga siendo posible en este planeta. Y si un día (que ojalá nunca llegue) se acaba la vida, la Tierra seguirá ‘viviendo’ tranquila sin nosotros, pues ella, como afirma Lynn Margulis, es una pícara tenaz que ha sobrevivido a embates de todo tipo, y ha desarrollado, a lo largo de miles de millones de años, poderosas capacidades para resistir; no se rinde fácilmente. Pero la vida no es tan fuerte. El Informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES)54 muestra que la crisis de biodiversidad está a la par con la amenaza climática. A nivel mundial, las especies se están extinguiendo a tasas de hasta mil veces las tasas típicas del pasado de la Tierra: las poblaciones de animales están disminuyendo y desapareciendo en la tierra y en el mar. El último índice de Planeta Vivo estimaba una disminución promedio del 60 % en el tamaño de la población de miles de especies de vertebrados en todo el mundo entre 1970 y 2014, con disminuciones aún más rápidas en las poblaciones de agua dulce. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el 40 % de los anfibios, el 25 % de los mamíferos, el 34 % de las coníferas, el 14 % de las aves, el 33 % de los corales formadores de arrecifes y el 31 % de los tiburones y rayas están en grave riesgo. Los arrecifes de coral, por ejemplo, ya están sufriendo extinciones masivas debido a las altas temperaturas. Según el Informe Especial del IPCC (2018), se espera que entre el 70 y el 90 % de todos los arrecifes de coral del mundo mueran con solo 1,5 °C de calentamiento por encima de los niveles preindustriales, y más del 99 % si llegamos a los 2 °C, el nivel considerado como ‘seguro’ de calentamiento en las negociaciones internacionales.

      Este libro

      Escribo desde el tiempo presente. No obstante, no es mi intención abrumarlos con datos sobre la crisis, ni mucho menos asustarlos. Escribo este libro porque creo que todavía podemos reaccionar, si actuamos juntos y coordinadamente con efectividad y sentido de urgencia. Reitero: si y solo si (actuamos juntos, coordinadamente y con sentido de urgencia). Tampoco apelaré a la proclamación de una esperanza vacía: tomémonos de las manos y digamos al unísono: ¡La vida es bella y triunfará! Mucho menos repetiré mensajes que considero equivocados (iba a escribir irresponsables) —dan la impresión de que si hacemos ‘eso’ (que nadie sabe cómo se hace) basta para resolver el problema—: ¡Salvemos la Tierra!

      Aquí estoy, escribiendo desde la peor pandemia que ha sufrido la humanidad en toda su historia (no sé si habrá sido la más letal, pero sí la más global); estoy aquí (repito) para invitar a la construcción de un pensamiento colectivo para enfrentar la crisis; me anima la certeza de que la transición hacia una economía sin carbono es aún posible; y como no estoy seguro de que la idea de la amenaza global sea de dominio público (ya lo dije), creo que la sociedad necesita ser informada sobre los riesgos que corre y las alternativas que tiene para salvarse. Propongo una cruzada global de comunicación y educación orientada a este fin. Un diseño apropiado de esta cruzada puede ayudar al propósito global de enfrentar la crisis, que bien podría tener tres etapas: 2020-2030: preparar los cambios; 2030-2050: hacer los cambios; y 2050-2080: profundizar y globalizar los cambios.

      Mi trabajo consiste en analizar los hechos de esta problemática: un desastre climático, un nuevo informe científico, una acción climática relevante, una protesta ciudadana, una cumbre de naciones, un acontecimiento local. Con el paso del tiempo fui encontrando que una bien balanceada mezcla de investigación, activismo, docencia y periodismo conviene a la búsqueda de un pensamiento colectivo para enfrentar la crisis. Entendí que a partir de esa mezcla es posible aproximarse a la complejidad de la crisis desde el doble flanco de la ciencia y de los hechos.

      El economista Manfred Max Neef (1932), coautor junto con Antonio Elizalde de trabajos que les merecieron el Premio Nobel alternativo de Economía en 1983, fue invitado a Bogotá en 1991 y dijo:

      Estamos viviendo una especie de megacrisis […] sobre la cual puede haber muchas interpretaciones, pero sentimos que ninguna de ellas es completa y suficiente. Al constatar este hecho, un mundo que empeora en tantos aspectos y crea tantas ansiedades y angustias, uno inevitablemente tiene que enfrentarse a unas preguntas: ¿y por qué hemos logrado crear este tipo de mundo?, ¿qué es lo que sucede con nosotros, ya que después de tantos miles de años de evolución llegamos a este mundo en una crisis tan descomunal como la presente?, ¿a qué se debe?, ¿qué es lo que hemos hecho para que sea esta la situación que impera?, ¿cuál ha sido nuestra contribución responsable a la evolución y al mundo?55

      Es cierto que todas las formas de vida están amenazadas, pero la crisis global proviene de una sola de ellas: la nuestra, también amenazada, por supuesto, pero es la única que tiene la oportunidad de reaccionar y detener la catástrofe. Interpreto la crisis ocasionada por la pandemia como un llamado a la humanidad. Es esta una catástrofe global selectiva: solo ataca de manera mortal a los seres humanos. Este libro se concentra en el aporte que puede hacer la educación desde el examen de dos frentes: la perspectiva ética del factor antropogénico de la crisis global (léase mejor: el factor antroposocial): la perspectiva ética del desarrollo; y la búsqueda de una respuesta colectiva (impulsada desde la ciudadanía) antes de que sea demasiado tarde. Para estimular la búsqueda de esta respuesta (y también de las respuestas que buscaba Max Neef), apelo al sentido de lo humano. Creamos o no en dioses (vivos o muertos), sabemos, en virtud de la biología, que a partir del cerebro humano pueden surgir objetivos trascendentes, más allá del individuo, más allá de la comunidad o de la tribu, capaces de producir grandes transformaciones en la sociedad.

      Me guía el pensamiento de Rabrindanath Tagore: “La civilización contemporánea ha reducido el sentido de lo humano a un solo fin: la producción y el consumo de bienes materiales y la noción de crecimiento como sinónimo de progreso”56. Es por ello que “estamos atrapados” y que “no hay salida”, como dijo José Saramago57. La verdad es que dentro de ese esquema de pensamiento y de acciones colectivas anticipado por Tagore, no hay salida. No obstante, algo más de mi intuición que de mi razón me dice que, desde un esquema nuevo de desarrollo, de producción y de consumo, y de respeto por la naturaleza, aún existe un resquicio de esperanza; a ese resquicio le apuesto, desde las cátedras, desde el periodismo y desde el activismo. Invito a los estudiantes (y a los ciudadanos) a formularse un propósito trascendente, los invito a trascender ellos, desde la potente posibilidad de sus cerebros. Trato de ubicarlos no en los años que corren sino más allá de 2030, y les digo que trabajen para que podamos construir, entre todos, una cruzada global en defensa de la vida. Una cruzada de tal alcance

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