La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey

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La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey Derecho

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entender que no todo el pensamiento del Hombre está relacionado con la crisis. Cuando aludo al “pensamiento del Hombre”, me refiero solo con el pensamiento dominante del desarrollo que empezó a guiar buena parte de nuestras civilizaciones desde el siglo XVIII, y que desarrolló toda su potencia durante el siglo XX: el paradigma del crecimiento ilimitado. Por eso podemos decir que la crisis que hoy amenaza la vida es una crisis emergente de la cultura humana, y sucedió en el siglo XX.

      Las consecuencias macro de esta crisis pueden enmarcarse dentro de los siguientes marcos temporales, y caracterizarse mediante cuatro periodos más o menos definidos, lo cual, si bien puede parecer una simplificación del problema, nos sirve para ubicarnos en la índole de los cambios que se produjeron y en la manera como estos se trasuntan en el tiempo presente. Atenuaré la simplificación mediante el uso de la noción aproximadamente.

      • Periodo de formación: impacto de la biósfera. Entre 1930 y 1980 (aproximadamente) empezamos a crecer sin tener en cuenta los límites de la naturaleza. Crecieron las ciudades y creció la población mundial, creció la economía y se consolidaron los modelos de mercados; crecieron los conflictos entre países y creció la pobreza del mundo; creció el arsenal nuclear de destrucción masiva en poder de algunos países y cambió para siempre la geopolítica global; se conoció la inminencia del fin del petróleo barato y se desarrollaron las energías renovables (incluyendo la energía nuclear de fisión46). Pero los efectos del cambio global sobre la esfera de la técnica (la tecnósfera) concebida como la infraestructura del progreso lograron impactar la esfera de la vida: la biósfera, de una manera agresiva y letal. Muchos de los cambios que hemos producido en ella son irreversibles, especialmente los cambios en el uso de la tierra por la deforestación y la ocupación indebida de los territorios (el arrinconamiento invasivo de muchos ecosistemas que hoy parece haber producido nuevas mutaciones biológicas en formas de virus letales), y los que hemos producido en la atmósfera, debido a las moléculas de carbono (y otros gases de efecto invernadero) depositados allí.

      • Periodo del cambio climático. Entre 1950 y 2000 (aproximadamente) comprobamos la irreversibilidad de muchos de estos impactos, pero, en lugar de detener el tren suicida y cambiar los estilos de vida, al impactar de manera acumulativa e irreversible las condiciones físicas y químicas de la atmósfera, empezamos a impactar la esfera del conocimiento y de la cultura humanas: la noósfera47. Hoy el aislamiento global a que hemos sido sometidos por la pandemia hace saltar a un primer plano ese impacto en la esfera psíquica del mundo. Nos miramos en la soledad de nuestros hogares y nos preguntamos: ¿por qué ha sucedido todo esto?

      • Certeza del Antropoceno. Entre 2000 y 2020 (aproximadamente) hemos empezado a conocer los primeros signos de una catástrofe humanitaria global: las migraciones climáticas. Hemos empezado a considerar que los cambios ya irreversibles en la esfera de la vida le conceden a este periodo un nombre geológico: el Antropoceno. Nos aproximamos a una crisis civilizatoria global. Antes de 2020 no había habido ninguna pandemia que pudiera asociarse directamente con la crisis ambiental y climática. Casi 1900 catástrofes climáticas/ambientales causaron 24,9 millones de nuevos desplazamientos internos en 140 países y territorios en 201948, según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC) (ver figura 2), que depende del Norwegian Refugee Council. Es la cifra más alta desde 2012; desde hace medio siglo se tiene constancia de las migraciones climáticas, pero hace apenas dos años se ha puesto el foco en ellas. La aparición de la pandemia del coronavirus, por otra parte, nos enfrenta con la certeza científica de que puede haber nuevas pandemias de este tipo, lo cual corrobora las alertas que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático había hecho, por lo menos desde el año 2007.

      • La bifurcación. Entre 2020 y 2030 aún podemos hacer las grandes transformaciones, especialmente en la actual economía del carbono, para impedir la catástrofe anunciada. El papel de la educación será decisivo durante este periodo. Nos aproximamos a un punto de inflexión en las condiciones de la vida humana y la no humana.

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      Fuente: Informe mundial sobre desplazamiento interno (grid, por sus siglas en inglés) del Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés), Consejo Noruego para los Refugiados, publicado el 20 de abril de 2020.

      He aquí el cuadro más gris

      Si partimos del hito de 1930, conocido como la depresión económica o el crack de 1929, podemos decir que en poco menos de cien años hemos pasado de un cuadro gris a un cuadro más gris en la representación de la realidad del mundo; lo que Pedro Calderón de la Barca llamó, en el siglo XVII, el gran teatro del mundo. Al cuadro gris podemos llamarlo el cuadro de la crisis ambiental y climática (1930-2000). Al cuadro más gris lo llamaremos el del Antropoceno (2000…).

      Figura 3. El cuadro más gris

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      Fuente: elaboración del autor, 2017.

      Hemos pasado (me apoyo, nuevamente, en las prefiguraciones del arte) del cuadro La isla de los muertos49 de Arnold Böcklin (1883), al cuadro El verdadero cuadro de ‘La isla de los muertos’ de Arnold Böcklin a la hora del Ángelus de Salvador Dalí, pintado, ¡cómo no!, en 1932, cuando el mundo de la economía balbuceaba soluciones más o menos simplistas (como siempre ha sido) para salir del mayor fracaso de su historia reciente. Dalí tenía 28 años y mantuvo la obsesión por aquel cuadro, por lo menos hasta 1934, cuando pintó Elementos enigmáticos de un paisaje.

      En el cuadro de A. Böcklin puede verse una isla rocosa poblada de enormes cipreses, tan hermosos y exuberantes que alcanzan a comunicar la sensación de silencio y reverencia por la naturaleza y por la vida que el autor probablemente se propuso. La vida también cobra presencia por la muerte: un hombre ataviado de blanco va en una pequeña barca llevando hasta la isla el ataúd de otro que ha muerto. En el cuadro de Dalí, pintado 44 años más tarde, ya no hay cipreses, no hay nada. Solo un inmenso cielo azul testigo de la desolación y el silencio. Es la hora del Ángelus en aquella isla rocosa (¿el cabo de Creus, Carteret, Tuvalú, islas Marshall?). Es la hora de la oración y la esperanza. Tampoco hay vida humana. El mar es amarillo. Una taza de café sobre la cual parece caer desde lo alto un chorro de metal líquido es ahora la sombra de un pasado, pero hay esperanza en este cuadro. No sabría cómo explicarlo, pero algo más de mi intuición que de mi razón me dice que sí existe la posibilidad de ese cielo, sin una sola nube que presagie desgracias, tiene que haber esperanza. Lo cierto es que ahora hemos agregado complejidad a la crisis y estamos a punto de comprometer la continuidad de la cultura, como lo afirma Franny Armstrong en su documental The Age of Stupid (1972)50; allí muestra los efectos del Antropoceno sobre la cultura al poner en escena una torre construida en el norte de Noruega (el archivo mundial), cuyo objetivo es guardar las obras de arte y los archivos culturales y científicos de una época a punto de desaparecer, la nuestra51.

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      Documental The Age of Stupid

      ¿Por qué ocurrió todo esto?

      Debido a este panorama (gris, más gris), son cada vez más los pensadores que se han aproximado a la crisis para preguntarse: ¿por qué? James Lovelock, uno de los primeros, escribió en 1987:

      Tal vez el acontecimiento más extraño que se haya derivado de nuestra búsqueda de GAIA sea la comprensión de que, por muy robusta que sea, las condiciones de nuestra Tierra se están acercando al punto en que la vida misma puede que no esté lejos de su fin […] en términos gaianos, si la duración de la vida fuese

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