La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey
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Sobre el tiempo presente, José Ángel Valente66
Escribo desde un naufragio,
desde un signo o una sombra, discontinuo vacío
que de pronto se llena de amenazante luz.
Escribo sobre el tiempo presente,
sobre la necesidad de dar un orden testamentario
a nuestros gestos,
de transmitir en el nombre del padre,
de los hijos del padre,
de los hijos oscuros de los hijos del padre,
de su rastro en la tierra,
al menos una huella del amor que tuvimos
en medio de la noche,
del llanto o de la llama que a la vez alza al hombre
al tiempo ávido del dios
y arrasa sus palacios, sus ganados, riquezas,
hasta el tejo y la úlcera de Job el voluntario.
Escribo sobre el tiempo presente.
Con lenguaje secreto escribo,
pues quien podría darnos ya la clave
de cuanto hemos de decir.
Escribo sobre el hálito de un dios
que aún no ha tomado forma,
sobre una revelación no hecha,
sobre el ciego legado
que de generación en generación
llevará nuestro nombre.
Escribo sobre el mar,
sobre la retirada del mar que abandona en la orilla
formas petrificadas
o restos palpitantes de otras vidas.
Escribo sobre la latitud del dolor,
sobre lo que hemos destruido,
ante todo en nosotros,
para que nadie pueda edificar de nuevo
tales muros de odio.
Escribo sobre las humeantes ruinas de lo que creímos,
con palabras secretas,
sobre una visión ciega, pero cierta,
a la que casi no han nacido nuestros ojos.
Escribo desde la noche,
desde la infinita progresión de la sombra,
desde la enorme escala innumerable de números,
desde la lenta ascensión interminable,
desde la imposibilidad de adivinar aún la conjurada luz,
de presentir la tierra, el término,
y la certidumbre al fin de lo esperado.
Escribo desde la sangre,
desde su testimonio,
desde la mentira, la avaricia y el odio,
desde el clamor del hambre y del trasmundo,
desde el condenatorio borde de la especie,
desde la espada que puede herirla a muerte,
desde el vacío giratorio abajo,
desde el rostro bastardo,
desde la mano que se cierra opaca,
desde el genocidio,
desde los niños infinitamente muertos,
desde el árbol herido en sus raíces,
desde lejos, desde el tiempo presente.
Pero escribo también desde la vida
desde su grito poderoso,
desde la historia,
no desde su verdad acribillada,
desde la faz del hombre,
no desde sus palabras derruidas,
desde el desierto,
pues desde allí ha de nacer un clamor nuevo,
desde la muchedumbre que padece
hambre y persecución y encontrará su reino,
porque nadie podría arrebatárselo.
Escribo desde nuestros huesos
que ha de lavar la lluvia,
desde nuestra memoria
que será pasto alegre de las aves del cielo.
Escribo desde el patíbulo,
ahora y en la hora de nuestra muerte,
pues de algún modo hemos de ser ejecutados.
Escribo, hermano mío, de un tiempo venidero,
sobre cuanto estamos a punto de no ser,
sobre la fe sombría que nos lleva.
Escribo sobre el tiempo presente.
Algunas preguntas
Me hago algunas preguntas orientadas a confrontar un mito de reciente data, que no por estúpido deja de tener adeptos: el cambio climático no existe, y si existe, no es tan grave. Wallace-Wells es más benigno. Le llama patrañas tranquilizadoras al mito en construcción (el estúpido y homicida mito)67. Las preguntas son: