La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey

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La armonía que perdimos - Manuel Guzmán-Hennessey Derecho

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      La isla de los muertos, S. Rachmaninof

      Invito a escuchar el poema sinfónico de Sergei Rachmaninoff La isla de los muertos. Invito, además, a leer el comentario puesto en el YouTube del poema por quien se identifica como “Guerrero espectral”:

      Eras la vida y no lo sabías, porque te comportabas como la muerte, entonces me confundías. Pero ahora, a la distancia, me doy cuenta de que eras la savia, la civilización, la destrucción y nuevamente la vida. Renacía. Eras la muerte y yo te apreciaba, como a todo lo oscuro que siempre amé, pero te comportaste tan bien que pensé que eras la vida y te acepté, pero eras la ruina, la consumación, la alteración, el arrepentimiento58.

      Sobre el tiempo presente

      Tienen los buenos libros esa virtud oculta de descubrir los vericuetos del alma de quienes los han escrito, más con el corazón que con el cerebro. Vericuetos hechos de nombres, citas, versos, signos, puntos suspensivos que nos llevan a pasadizos, planicies, cimas, simas. Ventanas para asomarnos al corazón de quienes los han escrito; y desde allí, como un efecto rebote, saltar hasta el corazón del lector que es uno, desde donde se vuelven a abrir pasadizos, invisibles pero ciertos, hasta el corazón de otros lectores cuyas señas intuimos, ya dejadas en los libros como huellas en la arena: subrayados, ojos, admiraciones, exclamaciones, interjecciones, flechas de una dirección, de dos, rayas cruzadas, rayas simples, palabras sueltas, deleite en incoherencias quizá, como escribió Pedro Salinas: “Palabras sueltas, palabras, deleite en incoherencias, no eran ya signo de cosas, eran voces puras, voces de su servir olvidadas”.

      Este rodeo (algo largo) se debe a la necesidad de atenuar un robo que en el siguiente renglón quedará expuesto (una cita de un poema y el poema). La cita es de Alejandro Gaviria y está en su libro Hoy es siempre todavía59 (2018): “Escribo, hermano mío, de un tiempo venidero, sobre cuanto estamos a punto de no ser, sobre la fe sombría que nos lleva. Escribo sobre el tiempo presente”.

      Y el poema Sobre el tiempo presente de José Ángel Valente (1929) pueden leerlo más adelante. Ese tiempo venidero que nos puede llevar al tiempo del no ser, de la nada casi absoluta, desolación de voces y de cielos. Pues bien, yo también escribo este libro desde el tiempo presente y desde un tiempo venidero; pero, vislumbrado con la esperanza de que podamos impedir todo ‘cuanto estamos a punto de no ser’. Por eso, más que una reflexión académica (o intelectual) sobre la educación, sobre la crisis, es (también como escribe Gaviria) “‘un testimonio de amor y gratitud’: a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a mis alumnos”. Un testimonio del aprendizaje que he podido obtener de todos ellos.

      También lo escribo desde la razón. Inevitable. Pero no olvido la persistente lluvia de poesía que aún gotea en mi alma de gaviero, desde cuando abandoné mis estudios ‘de mar y de guerra’ en la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena de Indias. Entonces creí (a veces aún lo sueño) que sería mejor idea dedicar el esfuerzo de mis días a escribir poemas en lugar de derribar aviones enemigos o dirigir la tropa como “‘Dios y la Patria se lo ordenan’ […] mi ambición más grande es la de llevar con honor el título de colombiano, y llegado el caso, morir por defenderte”60. Traté de escribir poesía (durante aquellos años del mar y de la guerra, de las dudas existenciales y de la soledad), y aunque nunca me abandonó aquella luz temblante que sostenía la vida (que la sostiene), con el pasar de los años, cuando fui asumiendo y luego abandonando otros oficios y profesiones considerados como respetables y lucrativos —al decir de mi padre—, y dediqué mis días al ambientalismo, a la enseñanza, al periodismo; cuando ocurrió todo ello, mantuve abierta una puerta secreta que me conectaría (si fuere menester) con la luz de la poesía. Así fui descubriendo (en el tiempo presente) que lo que había hecho con mi vida (ese azar) había sido regresar a mis orígenes: el ambientalismo existe para sostener la vida, ese es su fin último y superior. Y la poesía en particular, y el arte en general, ayudan a ver mejor lo que el racionalismo esconde, camufla o tergiversa. Por eso muchas veces he sentido que mi verdadera plataforma es la poesía.

      No obstante, resulta inevitable para los docentes de hoy (tan conminados por el pragmatismo y los indicadores de eficiencia) ‘pensar en concreto’, conectar el diagnóstico con la acción. Ojalá logren el equilibrio entre el arte y la ciencia que hoy resulta necesario para comprender el filo de la historia y sus vicisitudes. Ojalá puedan comprender que hoy, más que nunca, necesitamos restituir el dualismo mente cuerpo en beneficio de una nueva unidad que rescate el idealismo y el romanticismo alemanes pero que transcienda el posmodernismo. Esa nueva unidad ya fue enunciada por Schelling: “Yo soy uno con la naturaleza”61. No somos, evidentemente, parte de la naturaleza, sino que somos también naturaleza. No somos razón y emoción, somos una integralidad compuesta por razonamientos y sentimientos, por certezas y por intuiciones, por arte y por ciencia. Humboldt también lo entendió así, y le dedicó a Goethe su Ensayo sobre la geografía de las plantas y agregó en la portada de su libro la imagen de Apolo, el dios de la poesía. Pero Humboldt no solo subrayaría la importancia de la poesía, sino que él mismo sería un adelantado en escribir “desde la razón y la emoción”, como escribe Carl Langebaek en Humboldtiana neogranadina62.

      Pues bien, permitirán los lectores que enmarque mis ideas sobre la educación mediante los ejes de la cátedra de Acción Climática de la Universidad del Rosario63: 1) el reconocimiento de los límites de los sistemas implicados en la crisis global; 2) el reconocimiento de la complejidad de los sistemas; 3) la necesidad de estimular la formación de ciudadanías activas y resilientes que demanden y propongan respuestas sectoriales, locales y globales sobre todos los factores del cambio global; 4) el examen de las transiciones hacia un futuro sin carbono (si bien las transiciones económicas y energéticas constituyen el eje de las acciones climáticas, es preciso examinar primero las alternativas para transitar entre el paradigma aún vigente del “crecimiento ilimitado como idea rectora del progreso” y la nueva idea del progreso (aún por construir) que conceda primacía a la vida por sobre todo otro valor); 5) la urgencia de recuperar lo que de humanos hemos perdido, pues solo a partir de lo que somos como especie y como cultura podremos salvar la vida amenazada. Para este fin es necesario volver por la enseñanza de las artes y las humanidades, como complemento necesario de la formación técnica de los estudiantes.

      Si este enfoque es acogido, modificado, mejorado y multiplicado por los docentes, este libro habrá cumplido su propósito. Esta es una cátedra nacida más de la intuición que de la razón, que promueve un proceso orden-caos-nuevo orden, y que se aparta, de manera deliberada, del ecologismo tradicional para subrayar su énfasis en el contexto humano, político, social y económico del problema. Reconoce el avance de la ciencia y su principal referente es el Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

      La palabra enseñar no es adecuada. Lo que hacemos es comunicar una urgencia. Compartir la necesidad de encontrar una respuesta adaptativa global y una acción colectiva de gran envergadura que salve la vida amenazada. Docentes y estudiantes intentamos situarnos en un mismo plano: sencillamente humano. De manera, que, en lo posible, esta clase se dicta sin jerarquías explícitas o convencionales, debido a que necesita hacerse no desde la sentencia nietzscheneana (quizá presuntuosa en su aparente sencillez): “lo humano demasiado humano”, sino desde lo humano complejamente humano. No simplemente desde la ciencia (aséptica), no desde los hechos que hoy revelan la gravedad de la crisis (aunque estos hechos se revisan de manera crítica), no desde la conceptualización sobre la adaptación, la mitigación, la financiación y los múltiples ismos, siglas, acrónimos y jerigonzas con que se suelen envolver la diplomacia internacional y los expertos, para nombrar la problemática. No desde todo aquello, sino desde el sentido común de lo humano amenazado.

      La enumeración de los cinco ejes de la cátedra pretende servir de marco de trabajo a la convicción que la sustenta: la necesidad de apelar al sentido de lo humano, más que al propósito de una ciencia, una

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