Río torrentoso. Lawrence M. Friedman

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Río torrentoso - Lawrence M. Friedman Extramuros

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supuesto, muy pocos hombres ‘saltaron’ desde la cabaña de troncos a la mansión; era muy raro que alguien que naciera en la pobreza terminara siendo millonario. Nunca fue fácil cruzar del bajo al alto status social. Aun así, en comparación con las sociedades tradicionales —como la mayoría de las sociedades europeas de la época—, la escalera hacia el éxito fue real. El clásico de Alexis de Tocqueville, Democracy in America, se publicó en dos volúmenes, en 1835 y 1840. Para un lector moderno, el título casi parece irónico: ¿no era esta una sociedad con millones de esclavos negros? ¿esta sociedad no relegó a las mujeres a una esfera separada y subordinada? ¿y qué hay de los pueblos nativos? Pero De Tocqueville no se dio cuenta de esto; hizo hincapié en el contraste entre Estados Unidos y el viejo país —su país. La escalera hacia el éxito era resbaladiza, a veces difícil de alcanzar, siempre difícil de subir; pero estaba ahí. Los hombres —y estamos hablando principalmente de varones— eran libres de moverse, probar suerte en nuevos lugares y nuevas ocupaciones, de subir (o caer). Eran libres de triunfar —o fracasar. Mucha gente se cayó de la escalera del éxito hasta el barro. La ideología de la movilidad, de la oportunidad, era real; fue un hecho social. Y hubo suficiente base en esa realidad, suficiente apertura y oportunidades reales, que no podemos descartar esta ideología como pura ilusión.

      A mediados del siglo XIX, Estados Unidos era quizás muy diferente de Inglaterra; y también de Europa, América Latina y Asia. Hoy, culturalmente hablando, y en términos de ciencia, tecnología, y (en muchos países) estructura política, estas diferencias son quizás menos obvias. La movilidad ha aumentado en todas partes. Y esto ha tenido un profundo impacto en la identidad personal, que es nuestro tema. Lo hace más o un problema, o un tema. Cómo sucedió esto en el siglo XIX, y cuáles fueron las consecuencias, se explicará en los siguientes capítulos. Después de ello, analizaremos tiempos más contemporáneos.

      7 Nota del traductor: Aquí el autor utiliza la expresión ‘rolling stones’, que se usa para referirse a una persona que está siempre viajando y cambiando de trabajo, y que tiene la ventaja de no tener responsabilidades, pero también la desventaja de no tener un lugar permanente para vivir.

      8 Larry Long, Migration and Residential Mobility in the United States (1988), p. 29.

      9 Patricia Kelly Hall y Steven Ruggles, “Restless in the Midst of Their Prosperity: New Evidence on the Internal Migration of Americans, 1850-2000”, J. American History 91:829 (2004).

      10 Lawrence M. Friedman y Paul Davies, “California Death Trip,” Indiana L. Rev. 36:17 (2003).

      11 Andrew Miles, Social Mobility in Nineteenth and Early Twentieth-Century England (1999), pp. 177-178.

      12 Ver en general, Alexander Keyssar, The Right to Vote: The Contested History of Democracy in the United States (2000).

      13 Frances Trollope, en Domestic Manners of the Americans (published originally in 1832), sostuvo que en los Estados Unidos “llamar sirviente a un ciudadano libre implica más que una pequeña traición a la República”. En su opinión, para una mujer joven, incluso la “pobreza abyecta” era “preferible al servicio doméstico”, lo que probablemente era una exageración. Ibid (1949 edition, p. 52).

      14 Ibid., p. 234. Masticar tabaco era “un hábito vil y universal.”

      15 Anthony Trollope, North America (publicado originalmente en 1862); la cita es de una edición de 1951, pp. 266-267.

      16 Ver en general, J. R. Pole, The Pursuit of Equality in American History (2nd ed., 1993).

      17 Frances Trollope, Domestic Manners of the Americans, p. 121.

      Capítulo 2

      Un gemelo malvado

      La famosa novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y el Mr. Hyde, se publicó en 1886. El Dr. Henry Jekyll, el personaje principal, es un inglés que vive en Londres; él es un miembro de la clase alta, un hombre con sirvientes, un hombre que viaja entre círculos exclusivos. Desde su nacimiento, el Dr. Jekyll, según cuenta su historia, había sido dotado de “piezas excelentes” y de un suministro importante de dinero, lo que le parecían garantizar “un futuro honorable y distinguido”. Sin embargo, el Dr. Jekyll también era culpable de “irregularidades”; él hablaba de una “profunda duplicidad de la vida”. (Stevenson nunca nos dice en qué consistían estas “irregularidades” o “duplicidades”). El Dr. Jekyll cree que el hombre tiene una especie de “naturaleza dual”; una persona como él tiene un ser externo respetable y un ser interno, más propenso al mal. A través de ciertas drogas, el Dr. Jekyll puede liberar ese ser interior y malvado. Puede convertir al Dr. Jekyll en una criatura enana y siniestra, a quien le da el nombre de Edward Hyde. Hyde es el alma del mal. Para otras personas, que lo ven en las calles, parece feo y deformado, aunque nadie puede identificar ninguna deformidad específica. Las drogas hacen que el Dr. Jekyll sea capaz de “destronar” al ser exterior, dejando que la criatura demoníaca, el Mr. Hyde, se suelte en el mundo. Las drogas superan “la verdadera fortaleza de la identidad”; Hyde merodea por la ciudad, cometiendo crímenes, de los cuales, por supuesto, lamenta cuando vuelve una vez más a su otro yo, el bueno y respetable Henry Jekyll. Esta situación tenía que terminar en tragedia; y sucede así cuando Hyde comete un asesinato; las drogas comienzan a perder el poder de revertir la personalidad de Hyde; esta personalidad parece tomar el control completamente cada vez más. El Dr. Jekyll se da cuenta de que no hay salida para él; tanto Jekyll como Hyde deben morir; y así lo hacen.

      En la famosa novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, un conocido artista, Basil Hallward, pinta

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