Derecho administrativo y ciudades inteligentes. Grenfieth de J. Sierra Cadena

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Derecho administrativo y  ciudades inteligentes - Grenfieth de J. Sierra Cadena Derecho

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críticos frente a esta participación. Townsend y Lorimer (2015), por ejemplo, también reconocen que la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones puede cambiar a partir de los planes maestros digitales que han sido impulsados en ciudades como Nueva York, Chicago, Londres, Barcelona, Singapur, Hong Kong, Dublín y San Francisco. Sin embargo, ponen en duda las ganancias que obtienen los Gobiernos locales al abrir nuevos mercados a nuevos jugadores. Según los autores,

      [g]overnments give open data away so that private enterprise can create value from it, but governments do not state in what ways it will receive value in return. Enabling private sector data through funding internet access also creates value. For example, publicly-funded residential access enables smart thermostats in those homes, but the benefits of that data are not shared with the public funder. (p. 27)

      2.2. Gobernanza procrecimiento

      Por su parte, hay autores (Hollands, 2008 y Tomàs, 2015) que consideran que las políticas públicas de ciudades inteligentes han desembocado en una especie de gobernanza procrecimiento, que se basa en la estructuración concertada de acciones público-privadas con miras al desarrollo de la economía local (Pierre, 1999).

      A diferencia de la gobernanza participativa, este modelo de gobernanza se fundamenta en los intereses compartidos que hay entre los gobiernos locales y la élite de negocios de las ciudades, y por lo mismo, no admite la participación de otros actores de la sociedad. En palabras de Pierre (1999), “[l]a participación de masas nunca podría ser una opción simplemente porque tal participación inmediatamente politizaría la estrategia de crecimiento al traer opciones de gasto del gobierno local que compiten, tales como redesarrollo del vecindario y otras medidas distributivas” (p. 384).

      Precisamente por eso, la mayoría de los autores que sostienen esta perspectiva plantean una visión negativa de este nuevo modelo de Administración Pública.

      Para Hollands (2008), por ejemplo, el desarrollo urbano liderado por las empresas y el gran énfasis puesto sobre las industrias creativas y de alta tecnología no termina mejorando la participación de los ciudadanos y su influencia sobre la toma de decisiones públicas. Por el contrario, únicamente favorece las condiciones del hombre de negocios rico, móvil y creativo, profundizando así la desigualdad social y la gentrificación urbana.

      Por eso, este autor describe a las ciudades inteligentes como una variante de alta tecnología de la llamada ciudad emprendedora (entrepreneurial city). En palabras del autor, “[m]ientras que las ciudades inteligentes pueden llevar la bandera de la creatividad, la diversidad, la tolerancia y la cultura, el equilibrio parece inclinarse hacia el conocimiento y los trabajadores creativos, en lugar de utilizar las TIC y las artes para promover la inclusión social” (Hollands, 2008, p. 12).

      En forma similar, Tomàs (2015) también utiliza el término de ciudad emprendedora (entrepreneurial city) para caracterizar a las ciudades inteligentes. Concretamente, con dicho concepto busca hacer referencia a aquellas ciudades que: i) tienen un discurso sobre competitividad económica y mercado; ii) convierten las políticas de crecimiento económico y de atracción de capital en elementos centrales de la gobernanza y iii) extienden el uso de las alianzas público-privadas. Al respecto, considera que el modelo de gobernanza que se genera con las políticas de ciudades inteligentes es un modelo procrecimiento con elementos del modelo gerencial, en el que existe “una relación estrecha entre las empresas y el gobierno local orientada hacia los objetivos de crecimiento económico y eficiencia” (p. 7).

      Al igual que Hollands (2008), Tomàs (2015) llama la atención sobre los efectos negativos de ese nuevo modelo de Administración Pública para la participación de la ciudadanía. De conformidad con el autor,

      [m]ientras que se ha establecido una relación directa entre el gobierno local y las empresas, la smart city no se ha traducido por una relación similar con la sociedad civil; ésta ha quedado al margen de la definición de la smart city, aunque sea paradójicamente la receptora sus beneficios. En otras palabras, los ciudadanos pueden probar nuevas apps y acceder a nuevas bases de datos del ayuntamiento, pero no tienen los mecanismos para decidir si quieren una smart city y cómo debería ser. Lo quieran o no, se espera de ellos que sean smart citizens. (p. 6)

      2.3. Gobernanza tecnocrática

      Un tercer grupo de autores (Kitchin, 2014; Dirks, Keeling y Dencik, 2015 y Bouskela, Casseb, Bassi, De Luca y Facchina, 2016), caracteriza el nuevo modelo de Administración Pública que se genera a partir de las ciudades inteligentes, como una gobernanza tecnocrática. Con ello, se refieren al tipo de Administración Pública que basa sus decisiones de política pública en evidencia, producida a partir de los datos de la ciudad.

      Dentro de esos autores se encuentran Dirks, Keeling y Dencik (2015), quienes, como parte del Instituto para el Valor Empresarial de IBM, venden las ciudades inteligentes como una herramienta de generación de soluciones inteligentes para resolver los grandes retos de las ciudades. De hecho, es precisamente esa la razón por la cual los autores destacan la inteligencia como uno de los tres elementos que componen las ciudades inteligentes. Según ellos, “[i]ntelligence —in the form of new kinds of computing models and new algorithms— enables cities to generate predictive insights for informed decision making and action. Combined with advanced analytics and ever-increasing storage and computing power, these new models can turn the mountains of data generated into intelligence to create insight as a basis for action” (p. 2).

      Ese también es el caso de Bouskela, Casseb, Bassi, De Luca y Facchina (2016), quienes sostienen que las ciudades inteligentes pueden ayudar a superar los retos de gestión de las ciudades. ¿Cómo? Por medio de lo que comúnmente se conoce como una gobernanza tecnocrática. En palabras de los autores, “solamente se puede administrar aquello que se puede medir; por ello, uno de los puntos más importantes de las plataformas de Ciudades Inteligentes es exactamente basar su funcionamiento e instancias de decisión en la recopilación y análisis de los datos de la ciudad” (p. 49) (cursiva añadida).

      Otro de los autores que ha planteado este nuevo modelo de gobernanza es Kitchin (2014), quien sin embargo tiene una visión crítica al respecto. Para este autor, la gestión de las ciudades a través de sistemas de recolección y análisis de datos promueve un modo tecnocrático de gobernanza urbana que puede atentar contra los intereses de las ciudades y contra los derechos de los ciudadanos. Por un lado, el modelo de la ciudad instrumentada5 hace que las ciudades se vuelvan vulnerables a virus, fallos de funcionamiento, accidentes y hackeos de seguridad que pueden ser devastadores. Así mismo, puede eventualmente generarles un bloqueo tecnológico (technological lock-in), así como una dependencia de determinadas corporaciones de tecnología (corporate path dependency). En lo que respecta a los ciudadanos, estos ven amenazada su privacidad, confidencialidad y su libertad de expresión, por medio de prácticas como la vigilancia tradicional (surveillance) y la vigilancia de datos (dataveillance). Así mismo, sus problemas son tratado como problemas puramente técnicos, olvidando las variables culturales, políticas y de capital social que los subyacen.

      2.4. Gobernanza de datos

      Por último, existe un cuarto grupo de autores (Van Zoonen, 2015; Gómez, 2015; Finch y Tene, 2015; Taylor, Richter, Jameson y Perez del Pulgar; 2016) que ve la gobernanza de datos urbanos como el nuevo modelo de Administración Pública que surge a raíz de las políticas de ciudades inteligentes y que se concentra principalmente en el manejo y administración de los datos que son recolectados y tratados en la ciudad. A diferencia de la gobernanza participativa y de la procrecimento, que apuntan a una distribución de la toma de decisiones entre actores, en este modelo de Administración Pública se pretende desarrollar un control más centralizado sobre los datos.

      Este es por ejemplo el caso que plantea Van Zoonen (2015). Según este autor, la Administración Pública propia de las ciudades inteligentes se enfrenta a lo que él llama un problema super malvado (super wicked problem). Es decir, un

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