¿Por qué los buenos soldados hacen cosas malas?. Giovanni Alberto Gómez Rodríguez
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Así, definimos la ética como valores comunes colectivos e identificamos la moral con la conciencia moral, con la libertad y la autodeterminación del sujeto. La preocupación de Arendt acerca del uso indiscriminado de los términos se fundaba en que, al tratarse de un simple conjunto de costumbres o maneras que pudieran reemplazarse por otros, se despreciaba el papel de la conciencia moral y se disolvía la responsabilidad personal. Esto queda perfectamente claro cuando afirma: “En el centro de las consideraciones morales de la conducta humana se yergue el yo; en el centro de las consideraciones políticas del comportamiento se alza el mundo”.
Entre tanto, en el plano material, el problema se manifiesta en las dificultades para formular una ética militar profesional que articule con éxito los niveles social, institucional e individual en torno a los fines de la misión. Las determinaciones del contexto postmoderno y los nuevos desafíos han modificado la doctrina y los procedimientos operacionales: estos exigen que se otorgue mayor responsabilidad a los comandantes de pequeñas unidades y a los combatientes individuales, que se incremente la competencia ética y la autonomía individual de todos los miembros de los ejércitos. Tales variaciones técnicas suponen una considerable modificación en los procesos de educación, instrucción o entrenamiento, y en las relaciones de mando, subordinación y liderazgo.13 De forma generalizada, los ejércitos occidentales se enfrentan a la disyuntiva de verse obligados a reconocer la mayor autonomía e independencia de sus hombres y, de manera simultánea, a asumir el riesgo de que la disciplina y la obediencia debidas se vean menoscabadas. Por otro lado, se presenta una oportunidad sin precedentes para empoderar a los soldados y elevar de forma proporcional su competencia profesional y su carácter, desarrollando las facultades reflexivas de la conciencia moral: el juicio y el pensamiento.
Los actos inhumanos cometidos por los ejércitos durante las guerras en el siglo XX, así como los casos registrados de transgresión moral de militares y ejércitos occidentales en el contexto postmoderno, deben valorarse atendiendo a las consideraciones que justifican nuestra investigación y destacan la importancia del problema. La postmodernidad es ante todo una noción temporal, puede datarse tras la caída del Muro de Berlín. Si bien es un concepto con expresiones diversas, filosóficas, epistemológicas, sociales y culturales, es también en rigor un contexto objetivo en el cual se desarrolla la política interna e internacional de los Estados y las naciones. Por ello, su descripción y comprensión en este trabajo se realiza en el segundo capítulo de la primera parte de forma comprehensiva, incluyendo una reflexión filosófica y otra política.
Terry Eagleton ofrece una perspectiva integradora de estos enfoques:
La postmodernidad es un estilo de pensamiento que desconfía de las nociones clásicas de verdad, razón, identidad y objetividad, de la idea de progreso universal o de la emancipación, de las estructuras aisladas de los grandes relatos o de los sistemas definitivos de explicación. Contra esas normas iluministas considera el mundo como contingente, inexplicado, diverso, inestable, indeterminado, un conjunto de culturas desunidas o interpretaciones que engendra un grado de escepticismo sobre la objetividad de la verdad, la historia y las normas, lo dado de las naturalezas y la coherencia de las identidades. Esa manera de ver, podrían decir algunos, tiene efectivas razones materiales: surge de un cambio histórico en Occidente hacia una nueva forma de capitalismo, hacia el efímero descentralizado mundo de la tecnología, el consumismo y la industria cultural, en el cual las industrias de servicios, finanzas e información triunfan sobre las manufacturas tradicionales, y las políticas clásicas basadas en las clases ceden su lugar a una difusa serie de políticas de identidad.14
Para nuestro estudio, el rasgo más relevante de la postmodernidad, en cuanto contexto en el que las acciones militares tienen lugar, es la forma particular de los conflictos. El estado de guerra global contemporáneo no es comparable con las guerras del siglo XX ni con las nociones tradicionales de guerra. Sin embargo, coinciden en la situación excepcional que configuran y, por ello, los dilemas y las crisis morales sin resolver, o aquellas circunstancias en las que la violencia puede emerger y extenderse sin control son preocupaciones e inquietudes de investigación que persisten. La ética como disciplina y la mayoría de las ciencias humanas todavía tratan de superar la perplejidad causada por los actos inhumanos cometidos durante el holocausto nazi, tal como expresa Jonathan Glover: “Estos desastres ponen en evidencia puntos débiles en los recursos morales en los que descansamos para contener el salvajismo. Nuestros principios morales o bien resultan inoperantes en un contexto particular, o bien son deliberadamente neutralizados o dejados de lado”.15 La descripción de los fallos en la ética del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial refleja el debilitamiento moral de los soldados y la fuerza del poder situacional: estar allí, desempeñando un rol en determinadas circunstancias. Lo que era válido en la guerra hoy lo sigue siendo para cualquier profesión jerarquizada.16
La postmodernidad configura condiciones y circunstancias provistas de amenazas y peligros peculiares, distintas formas de violencia y fenómenos como la violencia directa, la violencia pura y la violencia estructural, que convergen en una guerra global, que no llamamos guerra postmoderna porque equivaldría a asumir que se trata de una guerra convencional más, librada por medios tecnológicos. Por el contrario, nos referimos al contexto en los mismos términos que Hardt y Negri: “No podemos imaginar una paz verdadera, ni albergar una esperanza de paz […] el mundo está en guerra de nuevo y la guerra se está convirtiendo en un fenómeno general, global e interminable, dominado por una forma supranacional de soberanía, el imperio”.17
La violencia no se manifiesta de forma homogénea por todo el orbe, sino que se trata más bien de una situación generalizada en la que “podrán cesar las hostilidades en algunos momentos y en ciertos lugares, pero la aparición de la violencia letal es una posibilidad constante, siempre dispuesta a estallar en cualquier momento y lugar”.18 En este contexto, han surgido a la par nuevas misiones para los ejércitos que han generado retos técnicos, operacionales y éticos; además, han incorporado nuevas variables de análisis que no habían sido consideradas en los estudios precedentes acerca del militar postmoderno.19
De ahí que el énfasis principal del contexto postmoderno radique en el estudio de la violencia contemporánea, en particular de la violencia institucionalizada —legal o ejecutiva— ejercida mediante fuerza militar. En este análisis abordamos sus características, naturaleza, formas de daño y localización en tres apartados: “Topología de la violencia”, “Tipología de la violencia” y “Política de la violencia”. Así, los tipos de violencia destacan en relevancia; la violencia directa, estructural y el biopoder son formas de violencia que los ejércitos infligen en determinadas misiones, según la cantidad de fuerza que su ejecución precisa. La forma de violencia inmanente a la estructura social contemporánea es la biopolítica ejercida por un biopoder, es decir, por una autoridad o fenómeno que regula la vida social misma; en la postmodernidad, se trata de la guerra global.
En esta guerra se erige el soldado biopolítico, el cual debemos entenderlo desde dos perspectivas: en primer lugar, como “agente” de producción biopolítica, implicado y destinado a cumplir determinada tarea dentro de la gestión política de la vida de las comunidades con las que interactúa —en la actualidad de manera particularmente intensa—. En segundo lugar, como “objeto” de la gestión biopolítica generalizada de la vida por parte de determinadas autoridades políticas, la disposición de su cuerpo, tiempo y recursos articulada y coordinada mediante procedimientos y regulaciones —existentes siempre en la profesión militar jerarquizada—.
Realizadas las descripciones del contexto postmoderno y su violencia peculiar, conviene precisar el sentido y el uso de la palabra “riesgo” y de la expresión “riesgos de transgresión moral”. Comúnmente se confunden los términos “peligro” y “riesgo”, y esto se debe a que juntos constituyen una cadena causal que determina la posibilidad y probabilidad de daño, es decir: sin peligros,