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Disrupción tecnológica, transformación y sociedad  - Группа авторов Derecho, innovación y tecnología: fundamentos para una lex informática

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pieza de ingeniería mecánica con variaciones exclusivamente estéticas. Esta tendencia ha trascendido en la industria automotriz hasta el día de hoy, mediante la introducción de nuevos modelos cada año, que en muchas ocasiones no aparejan mejoras o cambios técnicos en la motorización, estructura o aditamentos de los vehículos4.

      Un ejemplo paradigmático y vigente de ese tipo de obsolescencia, es el que se presenta en la industria textil y de accesorios, en la cual, pese a que los bienes conservan su funcionalidad y calidad in integrum, los consumidores se ven alentados y seducidos a comprar los productos más recientes que son presentados en épocas específicas del año, asegurando la existencia de demanda cíclica, para estar a la par con los arquetipos de la moda vigente (Soto Pineda, 2015b: 357).

      Sin perjuicio de lo anterior, se debe anotar que este tipo de obsolescencia no es exclusivo de ninguna industria o mercado concreto pues, de hecho, está presente en todas las industrias de manufactura en la medida en que, con la introducción de cambios a los productos, sin importar si son funcionales o estéticos, se crea un nuevo modelo del mismo, provocando en el consumidor, a través del desarrollo de campañas publicitarias, la idea de que debe adquirir el más reciente, simplemente por la novedad, lo cual, resulta mucho más barato y fácil de implementar5 para los productores, que invertir en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías que generen cambios técnicos y funcionales sustanciales en los bienes.

      La obsolescencia programada objetiva se puede definir como el conjunto de técnicas utilizadas por los fabricantes para incidir en la duración, funcionalidad, rendimiento o utilidad de los bienes producidos y comercializados, con el fin de asegurar que tengan una vida útil limitada, que una vez alcanzada, provoca que sean desechados y sustituidos.

      Este tipo de obsolescencia se puede desarrollar en variados formatos, vinculados con la técnica utilizada en su implementación, así como con el momento en que esta genera el efecto de inutilidad del bien.

      Fue definida por Soto Pineda (2015b: 336) como “la obsolescencia configurada desde el momento inicial de diseño, mediante la inclusión de los elementos que sean necesarios para garantizar que el producto ajustará su vida útil a la proyectada por la empresa productora”. También denominada por según Slade (2006: 5) como obsolescencia absoluta o de calidad, constituye la fase más desarrollada de la figura. Este método se empezó a implementar cuando los productores de bienes desarrollaron las técnicas necesarias para determinar la vida útil de los bienes desde el momento mismo de su producción.

      Al establecer la duración de los productos desde su concepción, los productores garantizan que mediante las técnicas de diseño y el uso de materias primas, la vida útil de los bienes se ajuste a sus ciclos productivos, garantizando la permanencia y funcionamiento de las empresas. Lo cual se refuerza mediante la adopción de conductas complementarias que consolidan y robustecen (Soto Pineda, 2015b: 337) esta técnica, por ejemplo, creando barreras que dificulten la reparación de los bienes, como: i) no comercializar, no producir o descontinuar piezas de repuesto; ii) no dar a conocer al público instrucciones de reparación, o los diagramas o planos de diseño; iii) dificultar la sustitución de piezas de los productos mediante la implementación de diseños intrincados; iv) ofrecer servicios de reparación y piezas de recambio a alto costo, y v) impedir que terceros diferentes a sus agentes presten servicios de reparación.

      Es una especie de la obsolescencia programada objetiva técnica o de calidad en la que, al momento de adquirirlo y durante su utilización, los productores anuncian la vida útil y/o el momento en el cual el producto deberá ser reemplazado por uno nuevo.

      Ejemplos de esta práctica los encontramos en los bombillos que anuncian su vida útil, en los cartuchos de impresora no recargables que anuncian el número de páginas que pueden imprimir, y en productos como las cuchillas de afeitar desechables, que tras un determinado tiempo anuncian al usuario que se han desgastado mediante la decoloración de una goma presente en ellas.

      La obsolescencia programada objetiva funcional o tecnológica es considerada la primera fase en el desarrollo de la obsolescencia (Slade, 2006: 4), y se refiere a la situación en la que “un producto existente se vuelve anticuado con la salida de uno nuevo al mercado que desempeña su misma función en una mejor forma” (Packard, 1960: 55), es decir, es la obsolescencia causada por el progreso tecnológico, técnico o científico que introduce mejoras funcionales a los productos nuevos, poniendo en desventaja funcional a los productos antiguos, acortando su vida útil por la simple existencia de un producto nuevo y mejor en términos funcionales.

      Este tipo de obsolescencia es categorizada por Soto Pineda (2015b: 337) como “no planeada”, cuando con las modificaciones surtidas se realicen mejoras técnicas en los bienes, y “forzosa” cuando los avances o modificaciones realizados no representan ninguna mejoría sino simplemente un cambio con el cual se busca incrementar el consumo de bienes similares, haciendo incompatibles los productos anteriores.

      En similar sentido a la denominada “obsolescencia programada objetiva funcional forzosa”, Chacón (2014: 307) propone un subtipo complementario de obsolescencia denominada “obsolescencia de compatibilidad”, y la define como los “cambios incorporados a versiones recientes de un producto que, como su nombre bien lo permite entrever, relegan totalmente a la incompatibilidad a las anteriores o a las posteriores, lo que obliga al usuario a actualizarse forzosamente adquiriendo una vez más el bien de consumo”.

      Como ejemplo de la obsolescencia técnica tenemos el encendido eléctrico en los automóviles (Slade, 2006: 4), con cuya incorporación en 1913 se generó la obsolescencia de todos los vehículos anteriores cuyo encendido requería el accionamiento de una manivela, siendo este un mecanismo menos cómodo y atractivo que el simple giro de una llave para encender el automotor.

      Otro ejemplo, lo encontramos en la industria de la música, donde los medios de reproducción y almacenamiento de audio mejoran progresivamente en materia de fidelidad de sonido y capacidad de almacenamiento. Por ejemplo, muchos dispositivos que durante el siglo XX eran los medios comunes para escuchar música hoy son considerados obsoletos o piezas de colección como los tocadiscos, los walkmans, los LP y los cassettes, entre otros, que perecieron ante la llegada de los discos compactos y los archivos de reproducción digitales. Lo mismo se predica del almacenamiento de datos de computación en medios portátiles, que ha evolucionado desde los ya desconocidos disquetes o floppy disk hasta la “omnisciente” nube.

      De acuerdo con Soto Pineda (2015b: 339), este tipo de obsolescencia se produce en dos situaciones: i) cuando un software es empujado al desuso debido a la aparición de uno nuevo, con el que a su vez es incompatible, y ii) cuando se altera el rendimiento de un hardware en razón de la evolución del software que soporta, quedando el primero obsoleto porque no ejecuta apropiadamente el segundo.

      Un ejemplo de este tipo de obsolescencia es el Batterygate (Soto Pineda, 2015b: 339; Business Insider, 2017), como se conoció a la controversia suscitada a nivel mundial respecto de las denuncias públicas hechas por los usuarios de iPhone en contra de Apple, alegando que la versión 10.2.1 del sistema operativo de los celulares (iOS) generaba que los modelos anteriores al iPhone 8 disminuyeran su rendimiento con la actualización del sistema operativo; o lo sucedido con el iPhone 4s, que tras la actualización de su sistema operativo a la versión 9.0, se tornaba inutilizable para sus usuarios.

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