El Cuarto Poder. Armando Palacio Valdés
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El Cuarto Poder - Armando Palacio Valdés страница 24
– Oye, tú— saltó Valentina levantando el rostro con su ceño habitual algo más pronunciado,– no te pongas tan fanfarrona. Di que te gustan los señoritos, bueno… yo no me meto en eso; pero no vengas quitando el crédito a los rapaces de tu igual… Se emborrachan, los que se emborrachan… Más de un señorito y mas de dos he visto yo venir como cabras para su casa… Y pegan a sus mujeres, también los que pegan… Si ellas no tuvieran la lengua larga, no las llevarían la mitad de las veces… Atiende; y don Ramón el maestro de música cuando llegaba a casa por la noche ¿daba bizcochos a su mujer? Tú lo debes de saber… bien cerca vivías.
– Mujer, yo no hablo por todos— repuso Teresa amainando por el temor de que su díscola compañera le sacase a relucir el acompañamiento nocturno de Donato Rojo, el médico de la Sanidad,– sólo digo que los hay muy brutos…
– Bueno, pues déjalos en paz y no te acuerdes de ellos, que ellos tampoco se acuerdan de ti. Cada una es cada una, y la que más y la que menos sabe por dónde corre el agua del molino.
– Oyes, Valentina— dijo Elvira sonriendo maliciosamente,– cuando te cases, ¿piensas llevarlas de Cosme?
– Si las merezco las llevaré… Más quiero llevar dos bofetadas de mi Cosme que el desprecio de un señorito, ¡alza!
– Así me gusta; ¡aprended, aprended, chiquillas!– dijo Pablito.
Gonzalo, después de un rato de conversación en voz baja con su novia, se levantó, dió tres o cuatro vueltas por la sala, y vino a sentarse al lado de Venturita, con la cual solía tener jarana. Gustaban ambos de embromarse y retozar después que había nacido la confianza. La niña estaba dibujando unas letras para bordar.
– No vengas a hacer burla, Gonzalo. Ya sabemos que dibujo mal— dijo clavándole una mirada provocativa, relampagueante, que obligó al joven a bajar la suya.
– No es cierto eso; no dibujas mal— respondió él en voz baja y levemente temblorosa, acercando el rostro al papel que Venturita tenía sobre el regazo.
– Pura galantería. Convendrás en que podía estar mejor.
– Mejor… mejor… todo puede estar mejor en el mundo. Está bastante bien.
– Te vas haciendo muy adulador. Yo no quiero que te rías de mí, ¿lo oyes?
– ¡Oh! yo no me río de nadie… pero mucho menos de ti…– repuso él sin levantar los ojos del papel, con voz cada vez más baja y visiblemente conmovido.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.