Cómo desarrollar su intuición. Bernard Baudouin
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Justamente porque es un fenómeno natural, la intuición se expresa de distintas maneras, tanto físicamente (olfato «animal»), como a través de la emociones (atracción o rechazo instintivo), tanto en el plano mental (estímulo intelectual), como en la esfera de lo espiritual (experiencia mística).
Tal y como subraya justamente Claude Darche, «para Jung, la intuición procede de una conexión de la persona, de su consciente, con las capas más profundas de su inconsciente, pero sobre todo del inconsciente colectivo:[9] los arquetipos[10] y los símbolos. El inconsciente colectivo es una auténtica base de datos: acumula todas las experiencias del universo y de la humanidad. Así el hombre está en posesión de muchas cosas que nunca ha adquirido por sí mismo, sino que ha heredado de sus antepasados».[11]
Como afirma el propio Jung, el hombre no nace sin nada, desnudo y desprovisto de todo, como el animal que viene al mundo, sino simplemente inconsciente de todo lo que posee en él desde el nacimiento, es decir, de «sistemas organizados específicamente humanos y preparados para funcionar, que debe a los miles de años de evolución humana».
Pero lo que por encima de todo constituye la aportación fundamental de Jung a la comprensión de la intuición es, sin duda, lo que denomina el fenómeno de la «sincronicidad», según el cual las perturbadoras coincidencias de la vida cotidiana, a menudo teñidas de intuición, aparecen bajo una nueva luz. Para Jung, se trata de un paréntesis en el tiempo: a partir de ese momento, ya no se puede hablar de una percepción del desarrollo del tiempo como se acostumbra a vivir normalmente, sino de «otra» realidad, otra «organización» espacio-temporal, con la que la intuición nos conecta de repente.
En este sentido, la intuición nos permite explorar un universo desconocido, paralelo, en el que las circunstancias concretas y los fenómenos físicos se organizan, se coordinan fuera de toda conciencia, según parámetros exteriores a nuestra razón, pero también a nuestro psiquismo individual.
Los exploradores de otra dimensión de la mente
Jean Charon,[12] físico y filósofo francés, auténtico investigador del pensamiento humano, después de iniciar investigaciones nucleares y «desplazarse» después hacia la física fundamental, ha contribuido al avance de nuestra conciencia del fenómeno intuitivo gracias a sus estudios sobre la teoría general del conocimiento. En su deseo de prolongar los trabajos de Einstein, basándose en una teoría unitaria, se ha interesado particularmente por todos los fenómenos con repercusiones en el físico del hombre, entre los que se encuentra, evidentemente, la intuición.
Pero Charon va más lejos que sus predecesores: concibe un mundo mucho más amplio que el que pensamos aprehender, compuesto de energía. Llegando en algunos aspectos a lo que Jung llama el inconsciente colectivo, Charon considera que cada uno de los electrones que nos constituyen[13] es una memoria portadora de una infinidad de informaciones. Los electrones tienen la capacidad de comunicarse entre sí, instantáneamente y en el lugar que sea, ya que el alejamiento en el espacio no tiene ningún efecto en su difusión.
Demostrando que cada uno de nuestros electrones encierra un tiempo y un espacio de la mente, Jean Charon llega a la conclusión de que la mente es lo que constituye verdaderamente al ser humano. Las interacciones permanentes de las informaciones contenidas en nuestros electrones se resumen entonces en un verdadero «intercambio espiritual» sobre el que descansa toda nuestra vida.
Esto nos conduce a concebir la intuición como intercambio de informaciones, en un universo en el que resulta que quizá sea la mente, a través de los electrones, que son también «campos vivos» – y «sabios», por su saber casi eterno–, la que condiciona la materia. En este sentido, ya no es necesario ver para saber, sino simplemente existir. El conocimiento intuitivo, portador de saber profundamente escondido en nuestros electrones, puede así utilizar nuestros cinco sentidos para transmitir sus mensajes a nuestra conciencia.
En la actualidad hallamos esta noción de conocimiento adquirido y conservado con el tiempo, accesible en ciertas circunstancias a cada uno de nosotros, en los trabajos de Rupert Sheldrake,[14] que, al definir lo que denomina los «campos mórficos», ilumina los fenómenos intuitivos con una nueva luz. Según Sheldrake, todo sistema natural que exista tiene su propio «campo», en cierto modo es la suma de las informaciones que lo caracterizan.
Todos los intercambios, los contactos, las influencias entre una persona y otra, entre un ser humano y un animal, o un vegetal, o más ampliamente con una cosa – y, evidentemente, por extensión, entre dos elementos existiendo en el mismo plano de materialización– dependen de una conexión entre un campo mórfico y otro que le corresponde. A partir de entonces, la transmisión de informaciones que tiene lugar, en perfecta conciencia o implícitamente, representa una forma de «armonización», de equilibrio de los niveles vibratorios que llevan al conocimiento, y se realiza sin ningún límite en el espacio, pero tampoco en el tiempo: «Cuando un sistema organizado particular deja de existir – cuando un átomo se desintegra, cuando un copo de nieve se funde o cuando un animal muere– su campo organizador desaparece del lugar específico donde existía el sistema. Pero, en otro sentido, los campos mórficos no desaparecen: son esquemas[15] de influencia organizadores potenciales, susceptibles de manifestarse de nuevo, en otros tiempos, en otros lugares, en otras partes cada vez que las condiciones físicas sean las apropiadas. Cuando es el caso, encierran una memoria de sus existencias físicas anteriores».
Todas estas aproximaciones al fenómeno intuitivo, aunque muy diferentes, se revelan complementarias, en el sentido de que descubren un proceso sorprendentemente natural y, a la vez, de una complejidad sin límites. Porque, a fin de cuentas, al recorrer los estudios de los grandes pensadores, deteniéndonos a leer entre líneas, desde Leibniz,[16] que asegura que «todo fragmento de materia es una colonia de almas», hasta Teilhard de Chardin,[17] que considera que «el universo material se baña en un tejido físico», o incluso Costa de Beauregard,[18] que afirma que el «universo material estudiado por la física no es todo el universo, sino que esconde, demuestra y deja entrever la existencia de otro universo mucho más primordial, de carácter psíquico, del que sería un doble pasivo y parcial», nos damos cuenta de que, en realidad, de estos análisis, como decíamos, se deduce que hemos subestimado hasta ahora la realidad de nuestra existencia, en lo vivido por nosotros diariamente, la extensión de nuestros conocimientos – que son infinitos– y, desde luego, la naturaleza indisociable e indispensable de nuestras capacidades intuitivas.
A partir de este momento, nos centraremos en entender mejor y, para ello, redefiniremos el proceso intuitivo, así como las estrechas relaciones entre intuición y conciencia.
Segunda parte
INTUICIÓN Y CONCIENCIA
Todos los conocimientos derivan de lo que sentimos.
Leonardo da Vinci
Existen algunos temas que, más que otros, son portadores de sueños y misterios. La intuición es uno de ellos.
A medida que penetramos en su universo, que pedazos de definiciones van delimitando sus impalpables contornos, es necesario reconocer que entramos en
9
Inconsciente colectivo: conjunto de informaciones reales e imaginarias, adquiridas y transmitidas de generación en generación por grupos de personas desde tiempos inmemoriales. Es una parte de la psique que se distingue del inconsciente personal porque no es una adquisición personal.
10
11
Claude Darche,
12
Es autor de
13
Nuestro cuerpo contiene millones, el número 4 seguido de 28 ceros, y se considera que la duración de un electrón es de mil millones de millones de años, es decir, ¡la edad del universo!
14
Rupert Sheldrake: bioquímico y biólogo británico, autor de
15
Esquema: estructura o movimiento de conjunto de un objeto, de un proceso.
16
Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716): filósofo y matemático alemán.
17
Teilhard de Chardin (1891-1955): paleontólogo, teólogo y filósofo jesuita francés.
18
Costa de Beauregard (1835-1909): historiador francés.