El gran libro de las civilizaciones antiguas. Patrick Riviere
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El gran libro de las civilizaciones antiguas - Patrick Riviere страница 5
el párpado de tus ojos, el resplandor del sol del cielo,
la forma de tu boca, maestro, el Ishtar de las estrellas.
Anu y Antu son tus labios, tu palabra…
Esto no tiene que hacernos olvidar la importancia del dios An-Anu, cuyo nombre significa «cielo», y que, sin embargo, fue representado simbólicamente por una estrella, aunque esta poseía una denominación distinta.
An parece reinar sobre el conjunto de los dioses, en efecto, más que gobernarlos, y parece asumir del mismo modo una cierta supremacía con respecto a ellos. De hecho, era en Uruk – la ciudad de Gilgamesh– donde estaba establecido su santuario más antiguo: el E-An-na, o templo de An.
¿Podemos considerar en este sentido que la «estrella sumeria» no es más que la manifestación del dios-Sol Shamash y no sugiere en absoluto la epifanía del dios An, hierofanía suprema si la hay? ¡Un análisis no demasiado reduccionista parecería aquí erróneo, puesto que Zeus (en griego) y Deus (en latín) designarán más tarde también la luz debida a los rayos estelares!
Algunos fragmentos de textos sagrados
El sacrificio de Kingu
Y le hicieron sufrir su castigo,
le cortaron las venas.
De su sangre nació la humanidad
y Marduk le impuso el servicio a los dioses,
para liberarlos de él.
La obra de Marduk
Al escuchar la llamada de los dioses
Marduk decidió crear una obra.
Tomando la palabra, lo comunicó a Ea
para saber su opinión sobre el plan concebido:
voy a hacer una red de sangre, formar una osamenta
para producir una especie de ser cuyo nombre será «hombre».
Quiero crear una especie de ser, el hombre,
sobre el que descanse el servicio a los dioses, para la tranquilidad de estos.
Quiero perfeccionar la obra de los dioses.
Como respuesta, Ea pronunció las siguientes palabras.
Para la tranquilidad de los dioses, le comunicó su idea:
que uno solo de sus hermanos, que un solo dios fuera entregado.
Él perecerá para que nazca la humanidad.
Pero los grandes dioses reunidos deben decidir
a qué culpable habrá que entregar, para que ellos mismos
puedan sobrevivir.
La obra de Ea y la diosa Mami
La diosa Mami tomó catorce puñados de arcilla.
Colocó siete puñados a la derecha.
Colocó siete puñados a la izquierda.
Ea, arrodillada sobre una estera, abrió el ombligo de las figurillas.
De los dos grupos, siete produjeron hombres.
Siete produjeron mujeres.
La diosa que crea los destinos
los completó por parejas. Mami
diseñó las formas humanas.
Siduri Sabitu pone a prueba a Gilgamesh:
¿A dónde vas, Gilgamesh?
La vida que buscas
no la encontrarás.
Cuando los grandes dioses crearon a los hombres
les destinaron la muerte
y se quedaron para sí la vida eterna,
no para ti, Gilgamesh.
Que tu vientre esté siempre lleno.
Sé feliz día y noche,
baila y juega,
haz de cada día de tu vida
una fiesta de alegría y placeres.
Que tus ropas estén limpias y sean lujosas,
lava tu cabeza y báñate,
acaricia al niño que te coge la mano,
regocija a la esposa que está entre tus brazos.
Esos son los únicos derechos que poseen los hombres.
Utnapishtim revela a Gilgamesh el misterio de la planta de la inmortalidad:
Gilgamesh, voy a desvelarte
una cosa oculta.
Sí, voy a desvelarte
un secreto de los dioses:
existe una planta como el espino
que crece en el fondo del agua,
su espina te pinchará
como una rosa.
Si tus manos arrancan esta planta
encontrarás la vida nueva.
Y acerca de las convergencias con los textos bíblicos, principalmente con relación al Diluvio:
Igual que las inscripciones reales, la poesía épica fascinaba a la imaginación por la luz que proyectaba sobre la Biblia. Durante los años en que se produjo la publicación de estos documentos, la Biblia había sido seriamente atacada. En 1859, Darwin publicó su libro El origen de las especies, y, ese mismo año, se reconocía la autenticidad de las herramientas de la Edad de Piedra halladas entre las gravas del Somme (donde estaban mezcladas con huesos de animales de la misma época, pertenecientes a especies desaparecidas desde hacía mucho tiempo).
Con su teoría de la evolución, la biología atacaba al mito de la creación, mientas que la geología ponía en duda el concepto de un Diluvio Universal con sus discusiones sobre la era glaciar. Por tanto, no había nada sorprendente en que uno se adueñara ávidamente de los anales de los reyes de Asiria – donde estaban relatados numerosos acontecimientos que tenían que figurar más tarde en los libros del Antiguo Testamento– para descubrir en ellos una prueba en contra de la verdad de las Escrituras.
En 1812 se descifró en una de las tablillas de la biblioteca de Assurbanipal en el British Museum el relato asirio de un Diluvio Universal.
Esta tablilla era el «capítulo» undécimo de la Epopeya de Gilgamesh, el rey semimítico de Erech que pasó en vano varios años de su vida en busca de la inmortalidad. El poema es la relación de la visita a Uta-Napishtim, el único hombre al que se le concediera la inmortalidad, el único superviviente del Diluvio. Encantado de tener un interlocutor, al anciano no había que rogarle que describiera con todo detalle la Gran