El gran libro de las civilizaciones antiguas. Patrick Riviere
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De este dios primordial manifestado nacerán ocho principios (neter) o deidades, en forma de parejas: Shu y Tefnut, que designarán respectivamente la atmósfera y la humedad; Geb y Nut, la Tierra y el Cielo; Osiris e Isis, la pareja luminosa; Set y Neftis, la pareja de las tinieblas.
Así nació la «Enéada Sagrada»,[50] por emanación de la divinidad primordial.
«Atum divide su corazón en nueve partes», afirman de manera unánime los textos.
Los misterios heliopolitanos
En Heliópolis (literalmente, en griego, «Ciudad del Sol»), sobre la «Colina de Arena» del templo del Sol, tiene lugar el acto genesiaco que muestra los neter, en el contexto de la Enéada:
Oh, gran Enéada de los Neter que estáis en Heliópolis: Atum, Shu, Tefnut, Geb, Nut, Osiris, Isis, Set, Neftis, que Atum pone en el mundo por proyección de su corazón, como su propio nacimiento […], que ninguno de vosotros se separe de Atum.
En el contexto heliopolitano, Atum, surgido del océano cósmico primordial Nun, encarna el fuego virtual potencialmente contenido en el Agua que se coagulará en Tierra bajo la acción conjugada de los principios metafísicos sometidos al Neter-Neteru (Causa suprema o Dios único).[51] Como apuntó acertadamente John Wilson, hallamos aquí una doctrina que se acerca en esencia a la del Logos, el Verbo creador de la teología cristiana, principalmente en el Prólogo y el Evangelio según San Juan. Por otra parte, Atum se asocia a Rê (Ra: el Sol) y a Jepri (el escarabajo sagrado).[52]
Otro extracto de los Textos de las Pirámides añade:
Atum se hace: tú te levantas como montículo primordial.
Te levantas como el pájaro de la piedra (ben-ben)
en la morada del Fénix[53] en Heliópolis.
Tú has escupido a Shu,
tú has expectorado a Tefnut.[54]
Y de esta «atmósfera húmeda», de esta nube primordial, nacerían el Cielo (Nut) y la Tierra (Geb), que constituyeron así un auténtico hieros gamos, que sería luego diferenciado. Entonces, la vida en la Tierra se organizó bajo el influjo de la pareja luminosa (Osiris-Isis) y de la pareja de las tinieblas (Set- Neftis).
En Heliópolis también se veneraría al dios del Nilo (Hapi), río sagrado por excelencia que, con cada nueva crecida, fertilizaba la tierra sagrada gracias a sus aluviones.
Uno de los textos – extraído del Libro de los Muertos– que insistía en la importancia de Heliópolis nos dice lo siguiente:
He recorrido todos los caminos de Sekhem a Heliópolis
para instruir al Fénix divino.
En un texto anterior, se podía leer:
Conozco el Nombre misterioso
de la gran Divinidad que está en el Cielo;
soy el gran Fénix de Heliópolis;
soy el guardián del Libro del Destino
donde está escrito todo lo que ha sido
y todo lo que será.
El fénix, ave mítica de color rojo «que renace de sus cenizas», estaba considerado una manifestación del alma de Ra, directamente asociado a la Ciudad del Sol: Heliópolis.
El carácter profundamente sagrado vinculado a los «misterios de Heliópolis» es particularmente evocado en un capítulo posterior (capítulo 115) del Libro de los Muertos, donde el iniciado se expresa de la siguiente manera:
Oh, vosotras, Almas perfectas, ¡sabedlo! Soy uno de los vuestros,
ya que conozco a los Espíritus divinos de Heliópolis.
¡En realidad, el saber del Gran Vidente[55]
no sobrepasa mi Saber oculto!
¿No he superado los obstáculos con mi energía?
¿No he dirigido la palabra a los dioses?
¡Pues entonces no! ¡Los demonios no podrán destruirme,
no a Mí, el Heredero de los dioses de Heliópolis!
Los misterios menfitas
La «teología menfita» fue formulada casi tres milenios antes de nuestra era, y el dios Ptah constituye su punto central.
El legendario Menes pasa por haberle dedicado la ciudad de Menfis. Así pues, es en este lugar privilegiado donde se enseñaba la obra de Ptah, que consistía en dar formas a la Creación (dios alfarero), y luego animarlas. Así, Ptah se identifica con un «demiurgo que crea a través del corazón (sede de su espíritu y del amor) y de la lengua (órgano del verbo)». Según un texto del Imperio Antiguo, recuperado en la XXV dinastía, bajo el reinado del faraón Shabaka, Ptah fue proclamado el más grande de todos los dioses. Es el que «ha permitido la existencia de los dioses».
Este mismo texto del Imperio Antiguo cita los nombres de los ocho neter que emanan de Ptah, que preexistía en el «Nun primordial» e indica que «bajo la apariencia de Atum, es el Ptah muy antiguo».
Ptah, por tanto, organizó el Cosmos gracias a la acción de la inteligencia creadora, expresada por el corazón, y del verbo creador, simbolizado por la lengua:
Así, Ptah se sintió satisfecho después de crear todas las cosas y todas las palabras de los dioses. Realmente dio a luz a los Neter, construyó las ciudades, fundó las provincias y colocó a los Neter en sus lugares de adoración.
También determinó sus ofrendas y fundó sus santuarios; hizo sus cuerpos tal como ellos los deseaban. Así, los Neter entraron en sus propios cuerpos, de todas las especies de maderas, de todas las especies de minerales, de todas las especies de arcilla y de todas las especies de otros materiales posibles, en los que adoptaron forma.
La representación del dios Ptah era antropomórfica. Se trataba de un personaje de cráneo afeitado, cuya frente tan alta parecía particularmente desarrollada.
Su postura era hierática, con el cetro[56] siempre colocado sobre su pecho, dejando traslucir una gran nobleza de alma que caracterizaba su estado. Una estatua de bronce y oro, que hoy se encuentra en el Museo del Louvre de París, dice mucho en este sentido.
Los misterios hermopolitanos
En Hermópolis,[57] en el Egipto Medio, la cosmogonía del lugar incluía un «Huevo-loto»[58] que nacía de las Aguas primordiales, en este caso del lago de Hermópolis,[59] asimilado aquí a un «montículo
50
Esta Enéada Sagrada, vinculada por emanacionismo a la divinidad primordial, sugería el principio de «unidad-enéada», tan fundamental en el estudio comparado de las religiones, y al que regresaremos más adelante, sobre todo cuando hablemos de los mitos griegos.
51
Véase Schwaller de Lubicz,
52
Jepri o Khepri simboliza al sol saliente y significa «escarabajo», pero también «el que es», «el que existe» (con una noción de evolución), ya que el verbo
53
El fénix, ave fabulosa «que renace de sus cenizas» según la leyenda, se asociaba directamente a la ciudad de Heliópolis.
54
Las diferentes versiones hacen alusión a la Creación, como aquí, por una expectoración, o por una masturbación (traducción literal: «hacer salir el semen de sus riñones»): «Cogió su falo con su mano; hizo que entrara el gozo en él, y nacieron dos gemelos: Shu y Tefnut» (Sethe,
55
El hierofante, sin duda alguna el sumo sacerdote de Heliópolis, como se desprende del final del capítulo.
56
Este cetro
57
La ciudad de Hermes (Tot-Hermes).
58
Este «huevo cósmico» no está desvinculado del simbolismo del «escarabajo pelotero» que se enrolla para convertirse en bola, ya que este último encarna al Sol, pero también al Huevo del Mundo, del que debía nacer la Vida.
59
Según algunas versiones, se trataba de una ciénaga, y este «huevo cosmogónico» salía de las entrañas de la «oca del Nilo» (¡el «Gran Graznador»!).