Enciclopedia de la mitología. J.C. Escobedo

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Enciclopedia de la mitología - J.C. Escobedo

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style="font-size:15px;">      Dios del río homónimo. Según los autores, sería hijo de Zeus y Eurínome, de Poseidón y Pero o de Océano y Tetis. Se casó con Metope y tuvo dos hijos, Ismeno y Pelagonte, y veinte hijas, algunas de las cuales son: Corcira, Egina, Salamina, Pirene, Cleone, Tebe, Tanagra, Tespia, Asópide, Sinope, Enia y Calcis.

      ASTERIA

      Hija del titán Ceo y de la diosa Febe, hermana de Leto («la noche oscura»). Asteria es la divinidad de la noche estrellada. Del titán Perseo engendró a Hécate. Metamorfoseada en codorniz por Zeus, a cuyas instancias amorosas se había resistido, se arrojó al mar, donde se convirtió en la isla Ortiga (del griego Ortyx, «codorniz»), llamada luego Delos.

      ASTIANACTE

      Hijo de Héctor y de Andrómaca. Después de la rendición de Troya, lo mató Neoptólemo (Pirro), hijo de Aquiles, que lo mandó arrojar desde lo alto de una torre. Su verdadero nombre era Escamandrio y así lo llamaba su padre, pero los troyanos le dieron el sobrenombre de Astianacte («rey de la ciudad»).

      ASTIDAMÍA

      Esposa de Acasto, rey de Yolco. Cuando Peleo llegó a Yolco para asistir a los juegos fúnebres en honor de Pelias, Astidamía se enamoró perdidamente de él y, rechazada, lo calumnió ante su marido. Este, queriendo vengarse del joven, aprovechó un momento en que estaba dormido en el monte Pelión, fatigado por la caza; lo desarmó y lo abandonó en aquel lugar salvaje, seguro de que los Centauros darían buena cuenta de él. Sin embargo, Peleo consiguió salvarse con la ayuda de los dioses y, volviendo a Yolco, mató a Acasto y a Astidamía y, de esta manera, consiguió vengarse de ambos.

      ASTREA

      Hija de Zeus y de Temis, era la diosa de la justicia, llamada también Dike. Durante la Edad de Oro, habitó en la tierra; fue la última entre los dioses en abandonarla, después de haber cometido el primer delito.

      Se transformó, entonces, en la constelación de Virgo. Se la representaba como una joven severa que sostiene en una mano una espada y en otra la balanza. Era también una de las Horas.

      ATALANTA

      1. Cazadora de Arcadia, famosa por su belleza. Hija de Esquineo de Tagea. Famosa por su habilidad en las carreras, prometió casarse con quien la ganase en velocidad. Hipómenes, aconsejado por Afrodita, arrojó ante ella, mientras corría, tres manzanas de oro y consiguió vencerla, porque se entretuvo en recogerlas. Se casó, entonces, con Hipómenes, pero su felicidad fue breve, pues ambos fueron transformados en leones por Afrodita.

      2. Hija de Yasio, rey de Arcadia, y de Clímene. Participó en la famosa caza del jabalí de Calidón. Fue la primera en herir al monstruo, y cuando Meleagro, que le había asestado el golpe mortal, recibió los despojos como trofeo, los cedió a Atalanta, conquistado por su gracia. Este hecho suscitó los celos de los otros cazadores, que se los arrebataron; Meleagro, indignado, los mató y por esta causa estalló la guerra entre los calidonios y los pleuroneses.

      ATAMANTE

      Hijo de Eolo, rey de Orcómeno, ciudad de Beocia, se casó con Néfele, la bella diosa de las nubes, a la que más tarde repudió para casarse con Ino y luego con Temisto, que se suicidó cuando su antecesora, creída muerta por error, volvió a ocupar su puesto en el palacio de Atamante. Culpable de haber secundado las intrigas de esta última, que buscaba matar a los dos hijos de Néfele, fue castigado cruelmente por los dioses, quienes le privaron de razón. En el delirio de la locura mató a su propio hijo Learco, nacido de Ino, intentando asesinar también a esta y a su otro hijo, Melicertes; estos se salvaron arrojándose al mar. Expulsado de Orcómeno por estos delitos, murió en la miseria.

      ATENEA PALAS (MINERVA)

      Hija de Zeus y de su primera esposa Metis. Cuando Metis esperaba un hijo, Gea y Urano revelaron a Zeus que, si su esposa tenía una hija, esta daría a luz más tarde a un hombre que llegaría a ser el dueño del mundo. Así lo disponían los hados. Zeus, sin vacilar y para salvaguardar su poder, se tragó a Metis. Al llegar el momento del parto, Zeus sintió un fuerte dolor en la cabeza y ordenó a Hefesto que lo golpease con el borde del hacha. De la herida surgió su hija completamente armada, la cual bailó una danza guerrera ante los atónitos dioses. Era la diosa Atenea. Todo esto ocurrió a orillas del lago Tritón, en Libia, y se cuenta que en el momento de nacer la diosa la tierra tembló y se estremeció, y el sol detuvo su curso. Nacida en medio de las luchas de los dioses y con las armas en la mano, a Atenea se la consideró una diosa guerrera y su ciclo relata muchas aventuras. Desempeñó un papel importante en la lucha contra los Gigantes. Mató al más fuerte y feroz de estos, Paladio, y, desollándolo, fabricó un escudo con su piel. De ahí, según algunos, deriva el nombre de la diosa. Se le representaba con el escudo, la lanza y la coraza. Sobre su escudo llevaba la cabeza de Medusa, regalada por Perseo, que transformaba en piedra a todo el que la miraba. Sin embargo, por un curioso contraste, Atenea era también la diosa de la paz. Guiaba los ejércitos durante el asalto, pero, a diferencia de Ares, que se complacía en las cruentas matanzas, ella inspiraba los movimientos más racionales y las más hábiles estratagemas guerreras. Armó a Heracles, sosteniéndolo en los momentos difíciles y asegurándole la inmortalidad. En tiempo de paz era la protectora de las ciudades y los Estados, y como tal, favorecía la agricultura, las ciencias, las artes y el comercio. Inventó muchos instrumentos útiles, como el arado, el carro y la flauta (que después rechazó porque al tocarla se hinchaban sus mejillas, desfigurando su hermoso rostro), y se la consideraba diosa tutelar de las artes femeninas en general. Era la protectora de tejedoras y bordadoras. Es conocida su rivalidad con la joven Aracne. La benéfica diosa tuvo un culto bastante difundido: se la veneraba en Argos, Corinto, Esparta y Arcadia; también en Beocia, en Tesalia y en la isla de Rodas.

      Pero la verdadera patria de dicho culto fue Atenas y todo el Ática. Cuando Cécrope fundó en Ática una ciudad había que buscarle un nombre. Poseidón y Atenea rivalizaban por patrocinarla. Todos los dioses actuaron como árbitros y decidieron consagrar Ática y dar a la ciudad el nombre de aquel de los dos que hiciese a la humanidad el regalo más útil. Con un golpe de su tridente Poseidón hizo surgir del mar un fogoso caballo, mientras que Atenea, golpeando el suelo con su lanza, hizo brotar un árbol de hojas estrechas y brillantes: el olivo. Gracias a aquel símbolo de la paz venció Atenea y la nueva ciudad llevó su nombre. Los atenienses le dedicaron dos templos: el Erecteón, dedicado a Atenea Políade («protectora de la ciudad»), que se alzaba en el lugar ocupado por el sagrado olivo, regalo de la diosa, y el Partenón, el magnífico templo que Fidias, en la época de Pericles, adornara con maravillosos bajorrelieves. En él se guardaba la estatua de Atenea Parthenos («virgen»), obra del mismo artista, toda de oro y marfil. La diosa aparecía representada con grave aspecto y nobles formas, vistiendo atavíos guerreros. Una rica túnica envolvía su cuerpo; sobre su pecho descansaba la égida, escudo con la cabeza de Medusa, y sobre su cabeza, el yelmo ático, adornado con una testa de esfinge y dos grifos. En su mano derecha, una Victoria. Con la otra mano se apoyaba en un escudo y sostenía la lanza. Fidias esculpió otras dos estatuas, que influyeron de forma decisiva en el arte figurativo posterior referente a la diosa. También estas se alzaban en la Acrópolis. Una, Atenea Promacos (o Centinela), de bronce, reflejaba el aspecto belicoso de la diosa; la otra, Atenea Leminia, representaba el pensamiento pacífico que ilumina a los hombres y los guía por los senderos de la civilización. Durante el tercer año de las Olimpíadas tenían lugar las grandes fiestas Panateneas, en las que participaba toda Ática. Consistían en juegos gimnásticos y atléticos, y en competiciones poéticas y musicales, pero la celebración principal era una gran procesión formada por las elegidas, representantes de todas las tribus áticas, a fin de testimoniar su profunda gratitud a la diosa, dispensadora de todo bien y de

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