Enciclopedia de la mitología. J.C. Escobedo

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Enciclopedia de la mitología - J.C. Escobedo

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animales como de costumbre, se durmió a causa del bochorno agobiante. Hermes le robó cincuenta hermosas cabezas de ganado. Para aplacar al dios, que amenazaba con matarlo, el ladrón le regaló un caparazón de tortuga en el cual estaban colocadas algunas cuerdas tensas, sujetas con clavijas; fue la primera cítara. Apolo no quiso separarse nunca de ella y llenó de armonía el Olimpo y la tierra. Al extenderse sus atributos de sanador de cuerpos y espíritus, Apolo se convirtió en protector de todo cuanto estaba sujeto a las reglas de la proporción y del ritmo en la tierra, y tenía el poder de infundir paz y tranquilidad en los ánimos, es decir, la música, la poesía, el canto, el arte de edificar y el de reproducir la figura de los dioses. Dirigió el coro de las Musas y residía con ellas en el Helicón. De ahí su título de Musageta. Fue desafiado como músico por Pan, experto en la flauta fabricada con cañas. Midas, rey de Frigia, hizo de juez y entregó el premio al velloso, al de las patas de cabra. En venganza, Apolo hizo que le creciesen orejas de asno. Otra competición tuvo lugar entre el dios y el sátiro frigio Marsias, hábil flautista. Marsias resultó vencido y Apolo, implacable, atándolo a un árbol, lo desolló vivo. Con esta leyenda de significado mítico y moral se pretendía atestiguar una supremacía de la música griega sobre la asiática, de la noble cítara sobre la flauta silvestre, mientras que se advertía que no se tenía que intentar lo imposible. Numerosas y generalmente infortunadas son las leyendas sobre los amores de Apolo. Se enamoró de la ninfa Dafne, transformada en laurel por la Tierra, cuando el dios estaba a punto de poseerla. Desde entonces, el laurel estuvo consagrado a Apolo y con él se coronaba a los héroes y poetas. Corónides, que concibió a su hijo Asclepio, lo traicionó con un mortal, atrayéndose la venganza de Apolo y la muerte. Apolo se prendó también de Casandra, hija del rey Príamo, y, para seducirla, se ofreció a enseñarle el arte de la adivinación. Casandra aceptó, pero no cumplió lo pactado, por lo cual Apolo la castigó quitándole el don de la persuasión; profetizaba pero nadie la creía; Apolo no amó tan sólo a mujeres, sino también a algunos donceles, entre los cuales los más célebres son Jacinto y Cipariso, cuya muerte, o mejor aún, cuya metamorfosis – el primero se transformó en flor homónima y el segundo en ciprés– lo afligieron profundamente. Apolo era representado como un joven bellísimo, de figura atrayente y armoniosa, de rostro sereno e inspirado. Según sus distintos atributos aparecía sobre el carro solar, con la cítara y el laurel o junto al trípode en el que se apoyaba la Sibila para profetizar. Su culto figuró entre los más difundidos en las diversas regiones de Grecia; en Delfos, en el valle de Tempo, en Creta, en Delos y en las costas de Asia Menor era honrado su nombre. Le estaban dedicados el cisne, la palma y el laurel. Los romanos no tardaron en acoger en el panteón de sus dioses al Apolo griego y lo veneraron con el nombre de Febo, una de las mayores divinidades del Olimpo romano, con sus tres atributos de adivino, médico y protector de las Musas. Durante la guerra contra Cartago se instituyeron los juegos Apolinares, inspirados en los Píticos. Augusto lo veneró de manera especial porque creía que la victoria de Accio debía atribuirse a su intervención, y mandó construir un templo en su honor sobre el Palatino.

      En las artes figurativas Apolo aparece representado con frecuencia hasta el punto de que su iconografía supera a la de Zeus, su padre. No ha habido pintor, escultor ni artista que no le haya dedicado una parte notable, acaso la mejor, de su talento. Recordaremos las obras más importantes que han llegado hasta nosotros: la Cabeza de Apolo, del siglo V, está en el Museo Barroco de Roma; la Crátera ática con Apolo, Dioniso y Hermes y El Apolo de Veyo del siglo V, en el Museo de Villa Julia de Roma; el Apolo Citaredo, bronce del siglo V y el Apolo de Belvedere – la más hermosa de las estatuas– ambas en el Museo Vaticano de Roma; el Apolo Citaredo de Pompeya, en el Museo Nacional de Nápoles; el Apolo del frontón del templo de Zeus, en Olimpia; el Apolo llamado Pitión, del siglo V, en el Museo Nacional de Atenas; el Apolo Sauróctono de Praxíteles; el Apolo Musegeta del siglo IV; el Apolino en la Galería de los Uffizi de Florencia; el Apolo de Calámide en el Museo Capitolino de Roma. En pintura son conocidos los cuadros: Apolo y las Musas en la Galería de Arte Moderno de Milán y Dafne y Apolo en la Pinacoteca de Brera en Milán. En general, Apolo ha sido siempre motivo de inspiración para los artistas.

      APSIRTO

      Hijo de Eetes y hermano de Medea, asesinado por esta, que lo cortó a trozos y lo arrojó al camino para retardar la persecución de su padre mientras huía con Jasón.

      AQUELOO

      El más importante de los ríos griegos, actualmente llamado Aspropótamo. Nace en Peristeri, cruza, formando un amplio valle, la región del Pindo y desemboca en el golfo de Patrás en el mar Jónico. Hijo de Océano y Tetis, diosa del mar, se le consideraba el rey de los ríos y era bastante venerado. Adopta diversos aspectos: de leopardo, de serpiente y de toro. En su figuración de toro luchó contra Heracles por la posesión de Deyanira, pero fue derrotado.

      AQUEO

      Hijo de Juto y de Creúsa, sobrino de Héleno, fue el fundador de los aqueos.

      AQUERONTE

      Nombre antiguo de algunos ríos de Grecia. El más conocido, el actual Mecropótamo del Epiro, tiene un curso salvaje, en parte subterráneo, y forma la mefítica laguna de Aquerusia. Considerado el mayor de los cinco ríos infernales, daba acceso al Hades. Las almas de los muertos, al ser incinerados o inhumados, eran admitidas en la travesía utilizando la barca de Caronte. Aqueronte fue personificado como hijo de Deméter y transformado en río como castigo por haber ofrecido agua a los Titanes cuando escalaron el cielo.

      Aquiles

      AQUILES

      El más célebre de los héroes legendarios de Grecia. Hijo de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia, y de Tetis, una de las Nereidas. Su madre, para hacerlo invulnerable, lo sumergió en la Estigia, sujetándolo por el talón, por lo que este resultó ser el único punto vulnerable de su cuerpo. Su educación y adiestramiento se los confió al centauro Quirón y a Fénix. Para impedirle participar en la guerra de Troya, donde sabía que estaba destinado a morir, su madre Tetis lo ocultó, disfrazado con vestiduras femeninas, en la corte de Licomedes, rey de Esciro. Descubierto por el astuto Ulises, partió con él en la expedición de Troya, en la que pronto se reveló como el más eficaz defensor de los griegos contra los troyanos. Pero su ira era tan implacable como valeroso, insuperable y feroz era en la batalla. Irritado contra Agamenón, que le había obligado a cederle la esclava Briseida, en sustitución de Criseida, que el mismo Agamenón había restituido a su padre, el sacerdote Crises, airadamente se negó a combatir, a pesar de los reveses sufridos por los griegos. Sólo la muerte de su amadísimo Patroclo, a manos de Héctor, despertó de nuevo su furia guerrera y vengadora. Revestido con nuevas armas, resplandecientes y poderosas, que Tetis había encargado expresamente a Hefesto, Aquiles empezó a causar estragos entre los troyanos, luego se enfrentó con Héctor y lo mató. Maltrató repetidas veces el cadáver en presencia de los propios troyanos y de Príamo y Hécuba, padres de Héctor. Su afán de venganza se aplacaría tras las solemnes honras fúnebres tributadas a Patroclo. Posteriormente, demostraría una piedad profunda y pensativa – presagio de su inminente fin– hacia Príamo, el anciano rey, que le suplicaba que le devolviera el cadáver de su hijo. Aquiles, lleno de dignidad, se lo concedió. Lloran juntos, el anciano, de pesar por la muerte de su hijo Héctor; el héroe griego, de dolor pensando en su viejo y lejano padre, a quien no volverá a ver. Aquiles actuó en adelante presintiendo su fin inminente; poco después moriría, efectivamente, en manos de Paris. El hijo de Príamo (precisamente en los instantes que preceden a la ruina de su ciudad, arrasada y devastada por los griegos) lo herirá en el talón con una flecha provocándole la muerte.

      AQUILÓN

      Viento del nordeste, llamado también

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