Educar o reeducar al perro. Franco Fassola

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Educar o reeducar al perro - Franco Fassola

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de concurso habrá que consultar también con un educador cinófilo y un experto en la raza. El nuevo miembro deberá satisfacer las exigencias de todos los integrantes de la familia y tener la posibilidad de adaptarse al medio ambiente que se le ofrece. Además de conocer las características de la raza, es importante saber que los primeros meses de vida de un perro son fundamentales para modelar su carácter. El cachorro es como un niño que, si nace y crece en un ambiente tranquilo y rico en estímulos positivos, tendrá más posibilidades de convertirse en un adulto equilibrado (véase la historia de un perrito llamado York).

      Las etapas de desarrollo y el aprendizaje

      Para poder conocer la infancia del perro, seguiremos su desarrollo psicofísico, dividiendo los primeros meses en cuatro periodos: neonatal, de transición, de socialización y juvenil, con una breve mención al periodo prenatal, es decir, el que va desde la concepción hasta el nacimiento.

      El periodo prenatal

      Al estudiar el desarrollo del cachorro cuando está en el útero materno se ha descubierto que el feto reacciona a los estímulos externos.

      Algunos especialistas en comportamiento animal (como por ejemplo P. Pageat) han observado con ecografías que los fetos reaccionan a la palpación abdominal de la perra gestante de 45 días. El experimento en cuestión duró cinco días. Durante los tres primeros, los futuros cachorros respondieron con movimientos a los 30 segundos de la estimulación táctil; luego, se acostumbraron y dejaron de moverse. Esto demuestra que en los fetos la sensibilidad táctil aparece con precocidad y que se adaptan rápidamente a una nueva situación.

      Los cachorros también pueden percibir si la madre está sufriendo una situación estresante. Todavía no se han realizado estudios en profundidad, pero se ha observado que los fetos en el útero responden al estrés materno con distintos movimientos: se giran, se chupan una extremidad o el cordón umbilical. Además, la duración de esta respuesta es más prolongada cuanto más intenso es el estímulo de la hembra gestante. La conclusión es que los fetos son capaces de experimentar emociones a través de la madre, y no se puede descartar que estas experiencias precoces incidan en su psiquismo y condicionen su comportamiento futuro.

      También se ha descubierto que si se suministra a una perra gestante determinados alimentos, luego los cachorros buscan esos sabores. Todo ello no es más que el inicio de unos trabajos que todavía deben probarse en una muestra más amplia de ejemplares, pero que tienen el mérito de demostrar que los perros también tienen una rica vida uterina.

      El periodo neonatal

      El perro se considera una especie «no precoz», porque el cachorro, al nacer y durante los primeros días de vida, no es capaz de hacer nada, o, mejor dicho, sólo sabe alimentarse, para lo cual debe buscar los pezones de la madre para obtener la leche.

      Por esta razón la naturaleza ha dotado a las hembras de instinto maternal, que las induce, por ejemplo, a preparar el «nido» unos días antes del parto. Ante la inminencia del parto, la hembra ronda por su territorio (nuestra casa) buscando un lugar seguro y tranquilo (la cama de matrimonio, el armario en donde guardamos la ropa de invierno o la sábanas), para traer al mundo a sus cachorros.

La historia deYork

      Después de la muerte de su perro, los señores Gómez decidieron comprar otro. Su hijo mayor quería un pastor brie – porque le gustaban— pero los otros integrantes de la familia no estaban convencidos, ya que no conocían la raza. Los señores Gómez, sin consultar con un experto, vieron una camada de yorkshire, y se quedaron con el cachorro más tímido.

      El perro vivió alrededor de un año en el piso con los propietarios. Al principio la convivencia fue bastante tranquila, pero al llegar a la madurez sexual, el yorkshire empezó a comportarse con agresividad. Primero mordió a un amigo, luego a todos los integrantes de la familia (excepto al padre). Durante un tiempo se le toleró esta actitud, por considerarse normal en un perro de aquella raza, pero el animal siguió mordiendo. Entonces, tomaron la decisión unánime de regalarlo a un conocido.

      Veamos a continuación los distintos errores en los que incurrió la familia Gómez:

      – eligieron una raza que no conocían;

      – al elegir un yorkshire sólo tuvieron en cuenta criterios estéticos, sin valorar el carácter;

      – al observar la camada escogieron al ejemplar más temeroso, por compasión, en lugar de quedarse con el más sano, tanto física como psíquicamente;

      – el yorkshire ya había dado muestras de su comportamiento dominante cuando era cachorro, y que había señalado el veterinario, pero sus propietarios no tomaron medidas porque consideraron que se trataba de una peculiaridad de la raza (véase el capítulo «El perro agresivo»);

      – cuando el perro se mostró peligroso, los señores Gómez, en lugar de actuar todos juntos para resolver el problema, se pasaron unos a otros la responsabilidad de una elección no unánime, y luego les resultó más cómodo encontrar una manera de deshacerse del yorkshire.

      Al animal le salió bien porque le encontraron una persona dispuesta a quedarse con él; desgraciadamente, en la mayor parte de los casos el destino de estos animales, que son víctimas de una decisión poco madurada, es la eutanasia.

      El lecho para el parto

      Una setter irlandés había decidido dar a luz en el automóvil de su propietario – un 4 × 4— quien, por su parte, había preparado dentro de la casa uno de estos lechos modernos, con todas las comodidades que los seres humanos estiman indispensables para un parto higiénico y seguro. La perra, que evidentemente no compartía sus ideas, se subía al automóvil, en donde encontraba el lugar idóneo, se echaba y se disponía a parir. Entonces llegaba el dueño – el líder de la camada— que la obligaba a bajarse y la llevaba a una «sala de partos» preparada expresamente para la ocasión. Pero ella se marchaba, y así sucesivamente durante medio día. El resultado fue que la perra, molestada continuamente, no logró parir espontáneamente, e hizo falta la intervención de un veterinario.

      El periodo neonatal dura dos semanas. Cuando nace, el cachorro no ve, no oye y no se aguanta de pie. Su sistema nervioso todavía es inmaduro, porque precisamente empieza a desarrollarse durante esta etapa de la vida, en la que evoluciona y crece en base a los impulsos que le llegan del medio exterior. Para favorecer el desarrollo psíquico del cachorro, los estímulos no deben ser demasiado intensos ni demasiado débiles.

      En las dos primeras semanas de vida la actividad principal de los neonatos es dormir, y a ello dedican el 90 % de la jornada (y cuando no duermen, comen). No es un sueño inactivo, ya que los cachorros mueven el hocico, las orejas, los párpados, los labios, tienen temblores en el tronco y en los músculos de la piel (los que hacen mover la piel y el pelo), y a veces también emiten sonidos. Sólo duermen profundamente el 5 % del tiempo. Están amontonados unos contra otros: el contacto físico favorece el desarrollo de los sentidos (por esta razón, las camadas formadas por un solo individuo son más difíciles que las numerosas). Si pierden el contacto con los hermanos, los cachorros gritan hasta que la madre se da cuenta y los lleva de vuelta al nido, en donde vuelven a dormirse.

      Cuando se despiertan, buscan los pezones guiados por el calor corporal de la madre, y se mueven empujándose con las patas posteriores. Después de mamar, la madre los tumba boca arriba y les lame cerca del ano para estimular la defecación y la micción, que luego ingiere. Este comportamiento materno

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