El Fantasma De Margaret Houg. Elton Varfi
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Читать онлайн книгу El Fantasma De Margaret Houg - Elton Varfi страница 4
Ernest hizo un gesto con la cabeza para asentir, y salió, yendo directamente hacia el coche. Por el contrario, Roni se quedó atrás, hablando con Houg.
—Todo esto es un poco extraño —comentó Ernest en cuanto Roni se reunió con él.
—¿El qué? —preguntó Roni.
—Todo. La historia del fantasma, Houg que quiere contratarme para resolver el problema. ¿No te parece extraño a ti también?
—No, personalmente no veo nada raro. Solo espero que no estés molesto conmigo por no haberte dicho nada —respondió Roni.
—Hay una cosa que no entiendo. ¿Cómo es que una persona con la influencia y el poder de Houg me quiere contratar justamente a mí para resolver este caso? Si lo quisiera, podría tener un ejército de investigadores, por no hablar de que podría contar con la total disponibilidad de Scotland Yard. ¿Por qué solo un hombre? ¿Por qué? —se volvió a preguntar Ernest, hablando consigo mismo, a pesar de lo cual Roni sintió que tenía que responder:
—Tus preguntas son muy razonables, pero si has prestado atención te habrás dado cuenta de que tuvo una experiencia muy desagradable hace un año, cuando murió su mujer. La mayor parte de la prensa trató el tema durante mucho tiempo, y algunos periódicos publicaron incluso que la culpa de su muerte era justamente suya, de Houg.
—¿En qué sentido podía ser culpa de Houg? —preguntó Ernest con curiosidad.
—Bueno..., es difícil de entender. Solo sé que su mujer pasó los últimos meses de su vida en un hospital psiquiátrico porque sufría una depresión profunda. Parece ser que se volvió violenta y peligrosa y no podía seguir viviendo con ellos en la casa. La versión oficial de su fallecimiento es que murió como consecuencia de una fuerte crisis de nervios que le provocó un paro cardíaco. En algunos artículos se decía que se trataba de un suicidio y que Houg la había ayudado.
—En otras palabras, un homicidio —le interrumpió Ernest, que después preguntó—: ¿Y cuál habría sido el motivo?
—Nadie lo sabe. Alguien escribió que tener una mujer en un estado así podría haber sido un motivo de vergüenza, al ser un hombre tan conocido.
—A mí no me convence. ¿Cómo puede un hombre querer matar a su mujer solo porque le puede causar situaciones embarazosas? —murmuró Ernest sacudiendo la cabeza.
—Bueno, eso es lo que se estuvo rumoreando. Un poco más tarde no se habló más del caso y Houg, por su parte, declaró que iba a querellarse contra todos los periodistas que habían insinuado ese tipo de cosas. Además, todo el mundo sabía que él amaba a su mujer.
—Esto también es muy extraño —dijo Ernest, y continuó—: ¿Por qué dijeron los periódicos que se trataba de un simulacro de suicidio?
—No lo sé —dijo Roni.
—¿Es posible que una crisis de nervios pueda provocar un infarto?
—No lo sé, Ernest, para eso es mejor que hables con un médico, yo no puedo decirte nada. ¿Por qué te interesa tanto esta historia? —preguntó Roni, que no entendía a dónde quería llegar su amigo.
—Nuestro señor Houg es un hombre lleno de enigmas, ¿no te parece? —consideró Ernest.
—Solo es un hombre rico, y como todos los hombres ricos, es muy envidiado y, sobre todo, objetivo prioritario de todo tipo de ataques. Naturalmente, puede hacer cometido errores, pero sostener que sea un asesino me parece un poco exagerado —replicó Roni.
—Pero ¿por qué los periódicos escribieron que se había simulado un suicidio? ¿Qué sentido tiene esto? Si el motivo de la muerte fue un infarto, ¿por qué razón habría que hacer que pareciera un suicidio? —preguntó de nuevo Ernest, demostrando no dar ninguna importancia a las palabras de Roni.
Este se estaba poniendo nervioso por la obsesión de su amigo. Para Roni la historia de cómo había muerto la mujer de Houg era agua pasada. Quería cambiar de tema, pero sabía que con Ernest eso era muy difícil. Cuando se le metía algo entre ceja y ceja no abandonaba nunca.
—Es muy extraño, ¿no te parece? Realmente extraño. Si lo piensas bien, la versión oficial no tiene sentido..., o sea..., en el certificado de defunción de la señora Houg supongo que estará escrito que falleció como consecuencia de un infarto, pero alguien escribió que habían simulado un suicidio. Sigo preguntándome por qué —continuaba Ernest, que parecía que esperase una respuesta de Roni.
—Por favor, Ernest, ¡deja de repetir cien veces lo mismo! Esta historia ya está cerrada y no tiene ninguna importancia y además solo eran rumores, ¡y no hay nada más que hablar! —exclamó Roni, y, para cambiar de tema, preguntó—: ¿Has visto qué niñera más guapa tiene el señor Houg?
—Sí, es realmente una chica muy guapa. Cuando la he visto me ha parecido que la conocía; a lo mejor la he visto en algún sitio y no me acuerdo dónde.
—A mí también me dio esa impresión cuando la vi la primera vez. Pero es porque tiene una cara muy común —dijo Roni, contento de que la conversación discurriese por otros derroteros.
Sin embargo, no había calculado bien la capacidad de Ernest de aferrarse a un tema hasta que no había entendido todo.
—Tú sabes qué periódicos escribieron sobre Houg y la muerte de su mujer, ¿verdad?
—Casi todos. Ahora no recuerdo bien cuáles, porque hace ya más de un año. Dime la verdad, Ernest, ¿por qué estás haciendo todas estas preguntas? ¿Por qué te interesa tanto cómo murió Margaret Houg? —preguntó Roni a su amigo.
—Porque voy a tener que tratar con su fantasma, y creo que sería mejor saber cómo murió, ¿no te parece? —respondió el detective, mirando a su amigo a los ojos.
—¿Estás diciendo que aceptas la propuesta? —preguntó Roni, esperanzado.
—Exacto. ¿Cómo podría rechazar una propuesta así? Ni siquiera tendré que esforzarme mucho, visto que Houg me ha dado ya dos pistas.
—¿Qué pistas? —preguntó de nuevo Roni.
—Una: habrá una explicación lógica. Dos: todo podría estar causado por la imaginación del hijo... —respondió Ernest, que parecía un poco nervioso.
—¿Me equivoco, o no te gusta mucho el señor Houg?
—Más que nada, no me parece muy honesto —respondió de nuevo Ernest, y continuó—: No lo conozco, pero creo que no está diciendo toda la verdad y no soporto su manera arrogante de hablar.
—A mí me ha parecido muy educado —comentó Roni.
—A lo mejor. Pero no me ha gustado nada su intento de condicionarme, diciéndome que a lo mejor todo era fruto de la imaginación del hijo.
—No creo que Houg quisiera condicionarte. Solo está preocupado por la situación y ha querido darte su opinión al respecto. No veo nada malo en esto. ¿Cuándo piensas comunicarle tu decisión a Houg?
—Lo antes posible; aunque la historia