El Corazón Del Tiempo. Amy Blankenship
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Ãl le ofrecÃa una sonrisa encantadora. Luego, para su asombro, chasqueó los dedos y dos hombres salieron casi de la nada, tomaron sus maletas y empezaron a subir las escaleras con ellas. Los ojos de Kyoko se abrieron con sorpresa al verlos, pero antes de que pudiera decir algo, el hombre la tomo de la mano, para luego llevarla hasta sus labios, y darle un beso como si fuera un prÃncipe.
"Mi nombre es Kotaro, y no me gustarÃa ver a alguien tan linda como tú teniendo que cargar algo tan pesado. Ahora, si me sigues te llevaré a tu dormitorio". Manteniendo sus manos juntas, Kotaro sintiéndose confiado empezó a subir las escaleras.
El calor repentino que corrÃa por sus dedos hasta sus brazos parecÃa continuar esparciéndose por todo su cuerpo, despertando su sangre de guardián. Ese era su secreto. Kotaro le dio un ligero apretón a su mano sabiendo que ella era a quien él habÃa esperado pacientemente. Ãl se habÃa enamorado en el momento en que ella entró en la habitación.
Kyoko levantó su delicada ceja pensando, 'Dioses sálvenme de los hombres caballerosos. ¿En qué me he metido?'
Volteándose, le encogió los hombros a Tama que estaba parado ahà con la boca abierta. Kyoko alzó la cabeza hacia un lado y alzó una ceja. "Tama ten cuidado, podrÃas atrapar moscas asÃ". Luego antes de que él pudiese volver en sÃ, ella volteó y siguió la figura esbelta del hombre conocido para ella como Kotaro.
Ella mentalmente anotó un punto para sÃ, en su pizarra imaginaria, donde secretamente estaba llevando el marcador entre ella y Tama. Lo escuchó murmurar detrás de ella mientras ellos subÃan las escaleras y ahora sabÃa que ella iba ganando el juego.
Pasaron junto a otro hombre cuando iban bajando las escaleras, y mientras él pasaba frente a ella, sintió que un destello atravesaba su corazón y su respiración se detuvo. Todos los sonidos desaparecieron mientras él pasaba en frente de ella casi en cámara lenta. Luego todo volvió a la normalidad mientras su corazón se calmaba y luego se aceleraba.
Un sentimiento de malestar recorrió su piel, como si algo le faltara o más bien como si hubiera perdido algo y lo extrañara terriblemente. Tratando de deshacerse de la extraña reacción, ella ni siquiera volteó a mirar quién habÃa pasado en frente de ella, sintiendo que para el momento era mejor no saber.
"Bueno, al menos aquà hay suficientes hombres por los que te puedes babear" susurró Tama haciendo a Kyoko murmurar en su mente.
Al final de las escaleras ella volteó, siguiendo a Kotaro por un pasillo largo, con muchas puertas a ambos lados. Ella asumió que esos eran los dormitorios, pero él nunca se detuvo en ninguno de ellos. Al final del pasillo habÃa una puerta que decÃa NO ENTRAR. Ella estaba un poco confundida cuando Kotaro y los dos hombres que cargaban sus maletas pasaron a través de ésta como si pertenecieran allÃ, sólo para volver a subir por otras escaleras.
Tama se acercó a Kyoko y burlándose dijo, "Creo que te están mandando para el calabozo".
Kyoko le sonrió mirando sobre su hombro, "Vamos subiendo no bajando tonto".
"Entonces a una habitación frÃa en lo más alto de la torre", Tama le dio una palmada por detrás de su cabeza.
"Bueno al menos me mantendré en forma", pensó mientras llegaban al final de otro juego de escaleras, luego caminaron por otro pasillo pero este era hermoso. LucÃa como si el piso estuviera hecho de mármol. Las puertas estaban muy separadas unas de otras. HabÃan solo tres cuartos en este pasillo, y ella se preocupó de que Kotaro no supiera a donde debÃa estar ella después de todo.
Kotaro caminó al último cuarto, pensando que ella debÃa ser alguien muy especial porque no habÃan muchas personas a las que se les permitiera vivir en este pasillo, y él sabÃa que ese era el mejor cuarto de todo el campus. Ãl se detuvo en frente de la puerta y esperó a que ella y su joven amigo llegaran.
Kotaro sonrió, estaba nerviosa. Ãl podÃa olerlo. Ãl miró sus tempestuosos ojos esmeraldas y ya sentÃa que su corazón se tambaleaba, pero por ahora, él harÃa lo que le habÃan ordenado.
Ãl levanto la mano con la palma hacia arriba. âAhora me iré, pero si hay algo que necesitenâ¦" Ãl le dio las llaves de su habitación y le dio una mirada que la hizo enrojecer, y de hecho él se inclinó galantemente, luego les hizo señas a los dos hombres para que lo siguieran.
Kyoko y Tama voltearon y los miraron con las cejas levantadas hasta que los perdieron de vista, luego Kyoko volvió a dar una ojeada a la puerta y jadeó. Justo ahà sobre la puerta una placa decÃa Kyoko Hogo en letras doradas.
Tama golpeó ligeramente a su hermana en el hombro en forma de burla. "Sabes, puedes atrapar moscas haciendo eso".
Kyoko volteó los ojos mientras mentalmente borraba el punto que se habÃa dado antes. Tomando la llave, abrió la puerta cautelosamente espiando el interior.
Los ojos de Tama se agrandaron tanto como platos y se hizo camino a través de ella. "¡No puede ser! Este cuarto es casi tan grande como toda nuestra casa". Su asombrada voz se hizo eco en el silencio. "PodrÃas abrir un maldito club nocturno en este sitio".
âEntonces ¿Te gusta mi calabozo?" Kyoko agregó el punto otra vez a donde pertenecÃa.
*****
Dos horas después, mucho después de haberle agradecido a Tama y haberlo despachado, Kyoko estaba parada en el baño colocando sus cosas en la repisa. Ella ojeó de nuevo la bañera la cual era suficientemente grande como para cinco personas.
Gimiendo, ella imitó las palabras de su hermano menor, "¡No puede ser!"
Ella podÃa sentir los pelos de la nuca de punta preguntándose si todo era un error. "Si", susurró a sà misma. Alguien se presentarÃa en cualquier momento para decirle que empacara sus cosas. Ella sabÃa que estaba en el cuarto equivocado.
Kyoko caminó hacia atrás y observó alrededor de la habitación. La cama era la más grande que habÃa visto, y estaba ya tendida con un edredón esponjoso. La habitación era hermosa, pintada de morados y azules pasteles que hacÃan juego con la alfombra y la cama. HabÃan salpicaduras de color rojo intenso aquà y allá, y un armario suficientemente grande como para perderse dentro.
Ella entró a la sala donde todo era negro y dorado, estaba equipada con todo lo que una persona pudiera querer. Ya habÃa revisado la cocina, estaba totalmente equipada. Kyoko negó con la cabeza por enésima vez. "No puede ser". Ella se mordió el labio inferior preguntándose qué iba a hacer ahora. Era sábado en la mañana y las clases no empezaban hasta el lunes.
âBueno, no me puedo esconder aquà todo el dÃaâ, se murmuró a sà misma.
Sintiéndose como si estuviera espiando donde no se suponÃa que debÃa, Kyoko se dirigió