La Procedencia. Ruthy Garcia

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Procedencia - Ruthy Garcia страница 4

La Procedencia - Ruthy Garcia

Скачать книгу

preguntas, pero le advierto que si no me agrada...

      Ella no le deja terminar.

      â€“¡No! ¡Quien advierte soy yo! Si no coopera, me lanzaré por esa ventana y no obtendrá ninguna respuesta.

      Â«Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico, aunque imposible, es invariablemente lo cierto».

      Sherlock Holme

      CAPÍTULO II

      El diario de Klaire

      Con la grabadora en su bolsillo, subió al tren con destino a la casa de Klaire. La última vez que estuvo en ese lugar fue la segunda vez que conectaron por Facebook, cuando decidieron salir. “Maldito estúpido, ¿por qué fuiste drogado, por qué?, pensó de nuevo.

      Un tiempo atrás.

      Ella se mostraba tranquila, comieron algo en un restaurante barato del centro de la ciudad, bebieron una cerveza y luego, Jack le propuso cama, ella se molestó y se alejó a toda prisa, él fue tras ella.

      â€“Detente un momento, Klaire, no es para tanto.

      â€“Ah, ¿sí? Déjame decirte que no soy de esa clase de mujer, y lo sabes.

      â€“Estás hablando como si te estuviera proponiendo algo indecente. Es algo normal, tener sexo es de humanos, Klaire, rayos, no te estoy pidiendo que robemos un banco, te estoy pidiendo lo más natural entre dos personas que salen y se gustan, que nos acostemos, ¿qué tiene de malo? –Sigue caminando con rapidez detrás de ella.

      â€“Estás loco, hace años que ni siquiera nos hemos visto, me compras unas frituras y luego me das una cerveza creyendo que soy la Klaire de la secundaria la quien tienes enfrente, déjame decirte que no, que soy otra... muy distinta.

      â€“Ya veo... –La mira de arriba abajo para provocar que se sienta mal por su sobrepeso.

      â€“¡Idiota! –Camina con mucha más rapidez hasta llegar a su edifico, Jack entra detrás de ella, que sube con prisa las escaleras, sus gordas piernas han superado un record, jamás había sido tan veloz.

      â€“¿Qué me dices? Cama, es lo único que nos falta en esta hermosa velada.

      â€“¡Cretino! –Sigue subiendo y logra así llegar ante su puerta, abre la cartera y saca la llave.

      Entra y al intentar cerrar, Jack lo impide con un golpe fuerte contra la puerta, entra y la abraza con fuerza ignorando sus claras muestras de enfado.

      â€“¡Déjame, déjame!

      Forcejean por toda la casa, ella consigue agarrar un libro grande y le da un golpe con toda su fuerza, Jack cae inconsciente, más por los efectos de la cocaína que había consumido en el baño del restaurante que por el golpe que ha recibido.

      Â«Me habían dicho que los libros salvan vidas, ya veo que sí» –se dijo Klaire mientras, con la mirada borrosa, Jack la mira desde el suelo, sus ojos vuelven a cerrarse lentamente.

      Despertó con la luz del sol que entraba por una rendija de la cortina, se encontraba tendido sobre el sofá, tenía la sensación de haber dormido un largo rato. Era evidente que la chica lo cargó y lo dejó allí.

      El apartamento de Klaire era un depósito de libros, la chica se había tomado muy en serio los estudios.

      Jack se sienta y empieza a pensar sobre su estupidez, se rasca la cabeza y pasa sus manos por la cara, se levanta y camina de un lado a otro.

      Â«Eres un desastre cuando te drogas, Jack, eres un maldito idiota», se dijo a sí mismo en voz alta.

      La voz de Klaire suena suave y clara.

      â€“¿Levantado?

      Jack se gira y ruega al infierno que ella no haya escuchado lo que acaba de decir, no quiere mostrar su oscuro secreto a la chica a quien le debe algo de respeto.

      â€“Sí, Klaire... yo... –Camina hacia ella.

      Evidentemente, ella no escuchó nada.

      â€“No te acerques, quédate donde estás, quiero que te marches, son las siete de la mañana, yo me dispongo a partir, tengo mucho que hacer, trabajo, entre otras cosas, cuando regrese no quiero encontrarte aquí, es más, no quiero volver a verte jamás.

      â€“¿No hay posibilidad de segundas oportunidades?

      â€“Esta es una segunda oportunidad, Jack, ¿lo has olvidado? Y no habrá una tercera, eres un imbécil, un cretino… –Lloraba y tartamudeaba con una pena profunda.

      â€“Soy un tonto, Klaire, un tonto que... está loco por ti. –Ahí iba de nuevo, mentiras, muchas mentiras, su especialidad.

      â€“¡No, no, no caeré otra vez, ¿sabes jack?, cuando me contactaste por Facebook creí que... creí que habías cambiado, pero me equivoqué, eres un loco, un depravado, un estúpido egocéntrico que solo quiere acostarse con la tonta a la que robó la virginidad usando sustancias ilegales, con la idiota a la que todos vieron su ropa interior rota, con la insatisfecha e ingenua Klaire Morgan, que ya no recuerda cómo, cuándo ni dónde fue tuya.

      Esas palabras le apuñalaron el pecho, era la primera vez que los sentimientos de culpa llegaban a la mente de este desordenado hombre, que desde muy joven practicó la impiedad, la promiscuidad y la penosa fase sin salida de la adicción a las drogas.

      â€“Klaire, yo... –Esta vez sería sincero, esta vez estaba arrepentido, pero ella no le daría la oportunidad de expresarse, la carga de dolor del pasado era demasiado fuerte, debía ser cortante e irse.

      â€“Tú nada, tú te vas, y punto. –Salió de la casa con la cartera en la mano, su fuerte brazo cerró la puerta.

      Jack volvió en sí al llegar a la estación en la que debía bajarse, encendió la grabadora, pero no pudo escuchar nada importante, eran notas de su trabajo y conversaciones sobre sus investigaciones.

      Con la vista perdida, subió desde el subterráneo, respiró el ambiente sofocante de la ciudad, caminó con prisa, estaba cerca de la casa de Klaire, tomó la misma ruta que el día de su fallida cita, se encontró ante aquel restaurante y como rutina entró para ir al al baño. Una fuerte dosis de coca por la nariz fue recurso suficiente para volver a recrear las escenas entre ambos.

      Salió frotándose la nariz y pidió algo de comer, parece que habían cambiado la administración, ya no tenían las carnes fritas de antes, ahora era todo asado.

      â€“¡Maldita sea! Ahora todos quieren ser light –Muerde un trozo de pan y otro de filete a la plancha, de pie ante la barra, todos lo miran, su camisa casi no se puede abotonar, está algo pasadito de peso.

      Pide una cerveza y sonríe solo, todos le miran extrañados, aún lleva algo de polvo en su nariz, una de las camareras se acerca.

Скачать книгу