EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA. Sergey Baksheev

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EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA - Sergey Baksheev

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Brillantes, oro, esmeraldas; en todos los siglos los han alabado y se han inclinado ante ellos. Pero las joyas tampoco son eternas. Su belleza también se puede destruir. Ella es monótona y fácilmente se copia. Por eso es estúpido comparar el teorema de Fermat con un brillante en la corona de las matemáticas. Más bien debería decirse que la más grande piedra preciosa es tan bella como la demostración del Teorema de Fermat. Y con que se puede comparar la belleza de los razonamientos matemáticos? Sólo con la luz del Sol y el resplandor de las estrellas.

      Pero inclusive la belleza matemática tiene diferentes grados. Si él, alguna vez, logra demostrar el Gran teorema de Fermat, esta demostración se convertirá en el patrón de la belleza en matemáticas.

      Con esta convicción Konstantin Danin abandonó una de las más importantes colecciones de obras de arte del mundo.

      En los últimos grados y en el primer año de la Universidad el volvía y volvía al teorema de Fermat. Estudió todos los métodos y errores de sus predecesores y se convirtió en experto de la teoría de números. De vez en cuando le parecía que había conseguido la solución correcta, pero siempre lo eludía de manera traicionera. Pierre de Fermat continuaba riéndose de él, al igual que de cientos de genios anteriores.

      Ya, el suficientemente experimentado matemático Konstantin Danin comenzó a inclinarse a la idea que no era suficiente con los conocimientos actuales. Era necesario un salto cualitativo para la demostración del Gran Teorema. Se necesitaba desarrollar un, absolutamente, método nuevo o toda una rama de las matemáticas.

      10

      En su casa, Valentina Ippolitovna esperaba impacientemente a su antigua alumna Tatiana Arkhangelskaia. Aunque se había casado dos veces, la muchacha no se había cambiado el apellido. Eso no significaba nada para la antigua profesora. Como todos los maestros, recordaba a sus alumnos con sus nombres de la escuela. La maestra entrada en años y la madura alumna mantenían su amistad todavía veinte años después que esta había terminado la escuela. La aguerrida Tatiana había ayudado y bastante a la maestra Vishnevskaia a mejorar sus cualificaciones y eso había influido en una pensión más alta.

      Notando que se estacionaba en el patio el automóvil rojo de Arkhangelskaia, corrió a la cocina a preparar té. Sintió a Descartes, el gato, merodeándole por los pies, pero el glotón tenía que esperar. La maestra quería que el encuentro previsto resultara largo y productivo. Ellas juntas debían ayudar a Konstantin.

      El timbre sonó y Arkhangelskaia pasó como una tromba por la puerta abierta, se quitó el largo abrigo color cereza y abrazó familiarmente a la pensionada.

      – Valentina Ippolitovna, que pasó? Cuénteme! —

      Sin poner atención en su aspecto preocupado, Tatiana se veía extraordinaria, como siempre, y mucho menor que sus treinta y siete años. Estaba vestida conservadoramente a la moda: un traje de trabajo de color oscuro neutro, de tiras delgadas, blusa blanca y zapatos bajos del tono de la cartera. El tono castaño de su cabello lograba un buen efecto sobre su ropa de marca. Además, buenos adornos y caros y un perfume bien escogido completaban la elegancia. Su delgada figura sólo era un poquito alterada por un ligero encorvamiento que traía como consecuencia del trabajo escolar en el pupitre.

      – Pasa, Tanechka, pasa. Ya preparé el té, el fuerte, con hierbas. —

      – No hay tiempo para té ahora, Valentina Ippolitovna. Danin está arrestado. Su madre está muerta. Es horrible! Que pasó entre ellos? Como pudo pasar eso? —

      – Entre ellos no pasaba nada fuera de lo corriente, Tanechka, y mucho menos amenazas mortales. —

      – Pero lo arrestaron! —

      – Es sólo una detención. No te adelantes, vamos a la cocina. Además no puedo estar parada todo el tiempo. Tómate un té, o no te dejo ir. —

      Cojeando caminó a la cocina, donde acostumbraba recibir sus huéspedes. Se sentaron a la mesita pequeña que tenía un mantel bordado en casa. El té de jazmín fue servido en tazas delgadas que alguna vez fueron regaladas por Arkhangelskaia, y después del primer sorbo Valentina Ippolitovna, con detalles propios de una profesora de ciencias exactas, le contó los sucesos matinales en el apartamento de los Danin.

      – Horrible! – Tatiana sacudía la cabeza y cuando terminó el cuento, preguntó con preocupación: – Y que cree usted? Fue él? —

      – Absolutamente no! – Se rebeló la maestra. – Tú conoces a Kostia. —

      – Lo conozco muy bien… Cuando está zambullido en sus ideas, no ve ni oye nada. Se puede poner una chaqueta ajena, romper algo, y después no recuerda nada. Y cada año era peor. —

      – Pero él no es irascible. —

      – Si no se trata de matemáticas. Danin vive en un mundo abstracto, donde los números y las fórmulas pesan más que las relaciones humanas. —

      – Eso es el karma de muchos científicos. —

      – No diga. Ya tengo quince años trabajando en un instituto de matemáticas y he conocido muchos doctores y académicos. Como Danin ya no hay! Está zambullido en el océano de las matemáticas, se alimenta de él, y los demás sólo esperan que las olas les traigan las sobras de lo que él cree. —

      – El ya no trabaja ahí. —

      – Por eso me da temor. Ya hace dos años que no lo veo. Como se ve ahora? —

      – Como siempre. Flaco, no se cuida. Apartado del mundo. —

      – Mira, pues. – Arkhangelskaia saca un cigarrillo delgado de su cartera y, como rogando, mira a Vishnevskaia. – Puedo fumar? —

      – Que puedo hacer… – Suspiró la maestra y tomó un cenicero de cerámica que tenía para la ocasión entre los materos con flores.

      La joven y enérgica mujer, emitió el chorro de humo, y de una manera elegante golpeó el cigarrillo y se deshizo de la ceniza del cigarrillo.

      – En el trabajo dicen, que en los últimos tiempos Danin se ha puesto extraño. – empezó la joven mujer, escogiendo las palabras, pero repentinamente se acercó a la maestra y dijo: – Y algunos dicen que ya se volvió loco. —

      – Que significa, se volvió loco? – protestó Valentina Ippolitovna. – Dos veces dos, cinco! – Si el no piensa como los demás, no significa que está demente! —

      – Pero que le pasa, según usted? En su mente, ya hizo todas las matemáticas, pero su propia disertación tiene siglos de retraso. Eso lo hacen sólo los “tocados”. —

      – En ti hablan resentimientos viejos. Konstantin es un genio matemático, y con eso está dicho todo. —

      – Es mejor ser simplemente inteligente. Y práctico. —

      – Como tu esposo Félix? —

      – Por lo menos, la mitad. —

      – Nos distrajimos, Tanechka. – Vishnevskaia sirvió más té.

      Arkhangelskaia miró hacia la mesa y sacudió las manos.

      – Disculpe Valentina Ippolitovna. Después que me llamó, me apuré y olvidé completamente traer unas galleticas. —

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