EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA. Sergey Baksheev
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Strelnikov quiso decir algo pero en el apartamento aparecieron tres judiciales, que lo saludaron ruidosamente.
– Epa campeón! Dicen que ya resolviste el asunto. —
– Hice lo que pude. – Contestó con desgano el teniente y en voz baja a la pensionada – Ahora resolverán los investigadores. —
Y Strelnikov salió.
Después de otro interrogatorio de rigor, Valentina Ippolitovna regresó a su casa completamente decaída. Hacía mucho tiempo había aprendido y enseñado a sus alumnos que no se debía sufrir por lo que ya no se podía arreglar, sino pensar en el futuro. Por eso, acompañando el cuerpo de su amiga Sofía Evseevna no se le veía en una actitud de acuerdo a las circunstancias. Fue grande la pérdida, pero a la amiga muerta ya no la puedes resucitar, pero Konstantin puede ser un inocente sacrificio. Ya fue muy desconsiderado el investigador y sólo hizo preguntas capciosas.
Ahora, Valentina Ippolitovna, con preocupación, sólo pensaba como defender a Konstantin Danin. Él no puede estar en una celda, es un matemático genial, pero es débil físicamente. Strelnikov no quiere tomar la responsabilidad tomando la ley al pie de la letra. A quién acudir? Quién puede ayudar? Tatiana Arkhangelskaia? Pero claro! Ella! Tania conoce a Kostia desde la infancia. Su actual esposo, Félix Basilievich, es una persona con contactos, el mismo le debe mucho a Danin y sin falta lo ayudará.
Valentina Ippolitovna se acercó al teléfono y recordó la primera vez que vio, en sus pupitres escolares, a Kostia, Tania y Felix.
Eso fue el primer día en la nueva escuela especializada. Le asignaron el sexto grado, ese donde los niños ya tienen la magnífica edad para hablarles de los descubrimientos matemáticos importantes. Pero la maestra de primer grado se enfermó y el director le pidió que la supliera.
Cuando Valentina entró al salón los niños hicieron silencio inmediatamente. Todos los ojos infantiles miraron con curiosidad a la nueva maestra cojita. En el primer momento Vishnevskaia no trató de congraciarse con ellos. Al fin y al cabo al día siguiente iba a explicar fórmulas y poner ejercicios más complicados a niños mejor preparados. Pero qué hacer con estos pequeños?
– Ustedes saben sumar, verdad? – cariñosamente les preguntó.
– Si. – Algunos respondieron.
– Entonces hagan esta tarea. Sumen todos los números del 1 al 100. Quien termine primero levante la mano. —
Valentina Vishnevskaia calculó que los niños necesitarían toda la hora de clase para hacer la tarea. Y podría utilizarla para preparar mejor el encuentro con su verdadero curso.
Tania Arkhangelskaia, con sus trenzas sobre los hombros, cuidadosamente sumó uno más dos y levantó la vista del cuaderno cuadriculado hacia Félix Basilievich y Kostia Danin, los mejores estudiantes del salón. Quien resolverá más rápido esa tarea difícil? De eso dependía a quien ella se acercaría primero. El pelirrojo Félix enseguida se dio cuenta que había que utilizar algún truco. Escribió en una columna las primeras tres decenas y notó, que los dígitos del 1 al 9 se repetían en cada decena. Si los resto, sólo quedarán números redondos. Ahora será suficiente sumar sólo los dígitos del 1 al 9, multiplicar por 10 y sumar los restantes números redondos. Eso no es difícil! Feliz por el descubrimiento Félix se mordió los labios y se acomodó en el pupitre. Está en el camino correcto y terminará primero la tarea!
Tania atrapó su gesto exultante. Ella sabía que esto significaba una rápida victoria. Bueno, después de clases, ella lo atraería con indirectas para que la acompañara a casa y le llevara el maletín. Basilievich no sólo es inteligente, sino simpático, pensó la niña, jugando con el lapicero en la boca y miraba de reojo el perfil concentrado de su elegido.
Pero el primero que levantó la mano fue el débil cuatro ojos Kostia. E impacientemente, inclusive, tocó con los nudillos el pupitre para llamarle la atención a la maestra.
– No entiendes la tarea, hijo? – preguntó Valentina.
– Ya la resolví. – con modestia respondió Danin.
– Vamos a ver. – condescendientemente sonrió la maestra y se dirigió a los restantes. – No se distraigan, continúen el ejercicio! El mejor será el que primero resuelva correctamente la tarea. —
Valentina se acercó al niño con el sweater color ratón y el botón superior de la camisa suelto. Seguro que no entendió el ejercicio, pensó. Ahorita le corrijo el error y vuelvo al escritorio. En dos-tres minutos un niño de primer grado no resuelve ese ejercicio.
– Muéstrame el resultado. – pidió la maestra.
El niño le mostró el número: 5050.
Vishnievskaia quedó asombrada. Respuesta correcta! Pero viendo el corto desarrollo de la solución se asombró todavía más. El niño de siete años utilizó la fórmula de Gauss para la suma de una progresión aritmética! Ni siquiera trató de esconder la sorpresa.
– De donde sabes esa fórmula? —
– Acabo de deducirla. —
– Cómo? —
– Sumé el primer número con el último, el segundo con el penúltimo y noté que 1+100 es igual a 2+99, 3+98 y así sucesivamente. Tenemos cincuenta pares cada uno de ciento uno. Multiplicamos y obtenemos el resultado.
– Bien. – La maestra no supo cómo reaccionar a la sorprendente lógica.
– Pero tú tienes ahí la fórmula para el caso general. —
– Yo decidí cambiar 100 por la variable n. De repente a usted se le ocurre que sumemos desde uno hasta mil. – El muchachito trigueño, afeitado al rape, preguntó sin malicia. – Que, hay algún error? —
– No. Todo está correcto, cómo dos por dos es cuatro. – La indefensa Valentina abrió las manos, con la aparición, frente a ella, por primera vez, de la genialidad. – Cómo te llamas? —
– Kostia Danin. —
– Veamos, Kostia. Te voy a dar otro ejercicio. —
Ese día, Valentina Ippolitovna decidió que el sexto grado podía esperar. El primer grado sería suficiente para ella. Y conseguiría el derecho de enseñar a ese niño talentoso.
Y Tania Arkhangelskaia, habiendo conseguido sumar los tres primeros números, miró el rostro decepcionado de Felix y decidió, que hoy él no le llevaría el maletín, sino Kostia Danin. Inclusive se dijo, que sacaría el libro más gordo, para que le fuera más liviano.
Y así, Valentina Vishnevskaia quedó cómo la maestra de Konstantin Danin, y después, su profesor guía. Le tocó esforzarse por su cuenta para estar a la altura del progreso de su alumno y no parar de asombrarlo abriendo nuevas puertas a lo inexplorado. Hacerlo cada año fue más difícil. En los últimos grados ya Valentina Ippolitovna no pudo mantener el ritmo de la infatigable sed de conocimientos de Konstantin. Pero encontró la manera. Se puso a buscar libros de matemáticas interesantes para regalárselos a su insaciable alumno.
La pensionada apartó sus recuerdos y volvió al triste día de hoy. Konstantin