Arena Uno. Tratantes De Esclavos. Морган Райс

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Arena Uno. Tratantes De Esclavos - Морган Райс Trilogía De Supervivencia

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profundamente, y se asoma una sonrisa en su rostro. Abre sus ojos.

      "¡Huele como a frambuesa!" exclama.

      "Es mermelada. Adelante. Pruébala".

      Bree mete dos dedos, saca una gran bola y se la come. Sus ojos se iluminan.

      "Qué rico", dice ella, mientras vuelve a meter los dedos, toma otra bola y la acerca a Sasha, quien se acerca corriendo y sin dudarlo se lo traga. A Bree le da un ataque de risa y yo aprieto la tapa y pongo el tarro en la repisa, lejos de Sasha.

      "¿Esto es también de nuestra nueva casa?" me pregunta.

      Asiento con la cabeza, aliviada al oír que ella ya lo considera nuestro nuevo hogar.

      "Y hay una última sorpresa", le digo. "Pero la voy a dejar para la cena".

      Quito el termo de mi cinturón y lo pongo arriba en la repisa, fuera de su vista, para que no vea de qué se trata. Puedo verla estirando el cuello, pero lo oculto bien.

      "Confía en mí", le digo. "Será algo bueno".

      *

      No quiero que la casa apeste a pescado, así que decido desafiar al frío y preparar el salmón afuera. Llevo mi cuchillo y me dispongo a prepararlo, apoyándolo en un tocón de árbol mientras me arrodillo junto a él en la nieve. Realmente no sé lo que estoy haciendo, pero sé lo suficiente para darme cuenta de que uno no se come ni la cabeza ni la cola. Así que empiezo por quitar esas partes.

      También supongo que no vamos a comer las aletas, así que las corto; tampoco las escamas, así que se las quito lo mejor que puedo. Entonces me imagino que se tiene que abrir para comer, así que corto lo que queda de él por la mitad. Deja al descubierto las entrañas gruesas y rosadas y tiene un montón de espinas. No sé qué más hacer, así que me imagino que está listo para ser cocinado.

      Antes de entrar, siento la necesidad de lavarme las manos. Me agacho, agarro un puñado de nieve, y me enjuago las manos con ella, agradecida por la nieve -- por lo general, tengo que caminar hasta el arroyo más cercano, ya que no tenemos agua corriente. Me levanto, y antes de entrar, me detengo un segundo y disfruto de mi entorno. Al principio, estoy escuchando, como siempre lo hago, para detectar cualquier signo de ruido, de peligro. Después de varios segundos, me doy cuenta de que el mundo está de lo más tranquilo posible. Finalmente, poco a poco, me relajo, respiro profundo, siento los copos de nieve sobre mis mejillas, disfruto de esta gran tranquilidad, y me doy cuenta de lo absolutamente hermoso que es mi entorno. Los altos pinos están cubiertos de blanco, la nieve cae sin cesar de un cielo púrpura, y el mundo parece perfecto, como un cuento de hadas. La chimenea resplandece a través de la ventana, y desde aquí, nuestra casa parece el lugar más acogedor del mundo.

      Regreso a la casa con el pescado, cerrando la puerta detrás de mí, y se siente bien entrar en un lugar mucho más cálido, con la suave luz del fuego reflejando todo. Bree se ha ocupado bien del fuego, como siempre lo hace, agregando leños de manera experta, y ahora llega a una altura mayor. Ella está poniendo los cubiertos en el suelo, junto a la chimenea, con cuchillos y tenedores de la cocina. Sasha se sienta a su lado con atención, observando cada movimiento.

      Yo acerco el pescado al fuego. Realmente no sé cómo cocinarlo, así que me imagino que voy a ponerlo en el fuego durante un rato, dejarlo asar, darle la vuelta un par de veces, y espero que eso funcione. Bree lee mi mente: ella se dirige inmediatamente a la cocina y vuelve con un cuchillo afilado y dos pinchos largos. Ella ensarta cada trozo de pescado, luego toma su porción y la sostiene sobre la llama. Yo sigo su ejemplo. El instinto doméstico de Bree siempre ha sido superior al mío, y estoy agradecida por su ayuda. Siempre hemos sido un buen equipo.

      Las dos nos quedamos ahí, mirando las llamas, paralizadas, sosteniendo nuestro pescado en el fuego hasta que nuestros brazos se tornan pesados. El olor a pescado llena la habitación, y después de unos diez minutos siento dolor en el estómago y me impaciento de hambre. Decido que mi pescado ya está cocido, después de todo, supongo que la gente come pescado crudo a veces, así que no podría ser tan malo. Bree parece estar de acuerdo, así que cada una puso su parte en el plato y nos sentamos en el suelo, una al lado de la otra, de espaldas al sofá y con los pies hacia la hoguera.

      "Ten cuidado", le advierto. “Todavía hay un montón de espinas en su interior".

      Saco las espinas, y Bree hace lo mismo. Una vez que se las quito, tomo un pequeño trozo de la carne de pescado de color rosa, que está caliente al tacto, y me alisto para comerlo.

      En realidad, tiene buen sabor. No estaría mal ponerle un poco de sal o algún condimento, pero al menos su sabor es de algo frito y es de lo más fresco posible. Puedo sentir que la proteína que tanto necesito entra en mi cuerpo. Bree también devora el suyo, y noto el alivio en su rostro. Sasha se sienta a su lado, mirando fijamente, lamiéndose el hocico, y Bree elige un pedazo grande, cuidadosamente le quita las espinas y se lo da de comer a Sasha. Sasha lo mastica y se lo traga, entonces lame sus morros y vuelve a mirar, deseando comer más.

      "Ven, Sasha", le digo.

      Viene corriendo y tomo un pedazo de mi pescado, le quito las espinas, y se lo doy; ella lo traga en segundos. Sin darme cuenta, mi pescado se acabó – también el de Bree -- y me sorprende sentir que mi estómago gruñe de nuevo. Desearía haber atrapado otros más. Aun así, esta fue una cena con más comida de la que habíamos tenido en semanas, y trato de esforzarme para estar conforme con lo que tenemos.

      Entonces recuerdo la savia. Me levanto de un salto, retiro el termo de su escondite y se lo doy a Bree.

      "Anda", le sonrío, "dale el primer sorbo".

      "¿Qué es?" pregunta, desenroscándolo y acercándolo a su nariz. "No huele a nada".

      "Es la savia del arce", le digo. "Es como agua con azúcar. Pero mejor".

      Ella sorbe vacilantemente, y luego me mira, con los ojos bien abiertos de alegría. "¡Es deliciosa!”, dice alborotada. Toma varios sorbos grandes, luego se detiene y me lo da. No me resisto a tomar varios sorbos grandes. Siento el subidón de azúcar. Me inclino y con cuidado, vierto un poco en el tazón de Sasha, ella lame todo y parece que también le gusta.

      Pero todavía me estoy muriendo de hambre. En un raro momento de debilidad, pienso en el tarro de mermelada y digo: ¿por qué no? Después de todo, supongo que hay muchos más en esa cabaña en la cima de la montaña, y si esta noche no es motivo para celebrar, ¿entonces cuándo?

      Bajo el frasco de conservas, lo desenrosco, meto mi dedo, y saco un gran montón. Lo pongo en mi lengua y lo dejo reposar en la boca todo el tiempo que puedo antes de tragarlo. Es celestial. Extiendo la mano con el resto del frasco, todavía medio lleno, y se lo doy a Bree. "Adelante", le digo, termínatelo. "Hay más en nuestra nueva casa".

      Bree abre bien los ojos y extiende la mano. "¿Estás segura?" pregunta. "¿No deberíamos guardarlo?".

      Niego con la cabeza. "Es hora de darnos un gusto".

      Bree no necesita mucho convencimiento. En cuestión de minutos se lo come todo, dejando solo un poco más para Sasha.

      Nos tumbamos allí, apoyadas en el sofá, con los pies en dirección al fuego, y finalmente, siento que mi cuerpo empieza a relajarse. Entre el pescado, la savia y la mermelada, por fin, poco a poco, siento que regresa mi fuerza. Miro a Bree, que está dormitando; la cabeza de Sasha está en su regazo, y aunque todavía se ve enferma, por primera vez en mucho tiempo, detecto esperanza en sus ojos.

      "Te

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