Arena Uno. Tratantes De Esclavos. Морган Райс

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Arena Uno. Tratantes De Esclavos - Морган Райс Trilogía De Supervivencia

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con la sensación de que ésta es nuestra casa.

      Con los bolsillos llenos, me apresuro a ir hacia el lago, pero de repente me quedo pasmada al escuchar un ruido. Al principio me preocupa que alguien me haya seguido, pero al girar poco a poco veo otra cosa. Un ciervo está allí, a tres metros de distancia, mirándome. Es el primer ciervo que he visto en años. Sus grandes ojos negros mirándome, y de repente gira y se va corriendo.

      No tengo palabras. He pasado mes tras mes buscando un ciervo, con la esperanza de poder acercarme lo suficiente para lanzarle mi cuchillo. Pero nunca había sido capaz de encontrar uno en ningún lugar. Tal vez no estaba cazando lo suficientemente arriba. Tal vez siempre han vivido aquí.

      Decido volver a primera hora de la mañana, y esperar todo el día si es necesario. Si estuvo aquí una vez, tal vez regrese. La próxima vez que lo vea, lo mataré. Ese ciervo nos daría de comer durante varias semanas.

      Estoy llena de nuevas esperanzas mientras me apresuro hacia el lago. Cuando me acerco y reviso mi caña, mi corazón se emociona al ver que se ha doblado casi a la mitad. Temblando de emoción, me apresuro a través del hielo, resbalando y deslizándome. Tomo la caña, que se sacude violentamente, y rezo para que se sostenga.

      Extiendo mi mano y la sujeto firmemente. Puedo sentir la fuerza de un gran pez tirando hacia atrás, y en silencio aflojo la cuerda para que no se rompa, para que el anzuelo no se rompa. Le doy un tirón final, y el pez sale volando del agujero. Se trata de un enorme salmón, del tamaño de mi brazo. Aterriza en el hielo y da giros de 180 grados en todas direcciones, deslizándose. Corro y me agacho para atraparlo, pero resbala de mis manos y vuelve a caer en el hielo. Mis manos están demasiado babosas para sujetarlo, así que bajo mis mangas, meto la mano y lo sujeto con mayor firmeza esta vez. Se desploma y se retuerce en mis manos durante unos treinta segundos, hasta que finalmente, se tranquiliza y muere.

      Estoy sorprendida. Es mi primera captura en meses.

      Estoy eufórica mientras me deslizo por el hielo y lo dejo en la orilla, metiéndolo en la nieve, con temor de que de alguna manera resucite y salte de nuevo al lago. Tomo la caña de pescar y la cuerda, y las sostengo con una mano, luego sostengo el pescado con la otra. Puedo sentir el frasco de mermelada en un bolsillo, y el termo de savia en la otra, junto con la barra de chocolate y el oso de peluche en mi cintura. Bree va a tener una abundancia de riquezas esta noche.

      Sólo me falta tomar una cosa. Me acerco a la pila de leña seca, nivelo la caña de pescar en mi brazo y con la mano libre recojo la mayor cantidad de leña que puedo cargar. Dejo caer un poco, y no puedo llevar todo lo que me gustaría, pero no me quejo. Puedo volver por el resto en la mañana.

      Con las manos, brazos y bolsillos llenos, me resbalo y deslizo por la cara de la empinada montaña en la última luz del día, teniendo cuidado de no dejar caer nada de mi tesoro. Mientras, no puedo dejar de pensar en la cabaña. Es perfecta, y mi corazón late más rápido ante las posibilidades. Esto es exactamente lo que necesitamos. La casa de nuestro papá es demasiado visible, está construida en una calle principal. He estado preocupada desde hace meses, porque estar ahí nos hace demasiado vulnerables. Con solo un tratante de esclavos inesperado que pase por ahí, estaríamos en problemas. He estado queriendo mudarnos desde hace mucho tiempo, pero no tenía ni idea de adónde ir. No hay otras casas aquí arriba.

      Esa pequeña casa de campo está tan arriba, tan lejos de cualquier carretera y construida literalmente en la montaña - está tan bien camuflada, que es casi como si hubiera sido construida sólo para nosotras. Nadie podría encontrarnos allí. E incluso si lo hicieran, no podían acercarse a nosotros con un vehículo. Tendrían que subir a pie, y desde ese punto de vista, yo los detectaría a una milla de distancia.

      La casa también cuenta con una fuente de agua dulce, un arroyo que pasa justo por delante de su puerta; yo no tendría que dejar sola a Bree cada vez que haga senderismo para bañarme y lavar nuestra ropa. Y ya no tendría que cargar baldes de agua de uno en uno, desde el lago, cada vez que preparo la comida. Amén de que con el enorme follaje de los árboles, estaríamos lo suficientemente ocultas para encender fuego en la chimenea cada noche. Estaríamos más seguras, más cálidas, en un lugar lleno de peces y caza -- y equipada con un sótano lleno de comida. Mi decisión está tomada: Nos mudaremos allá mañana.

      Es como si me hubieran quitado un peso de encima. Me siento renacer. Por primera vez desde que recuerdo, no siento el hambre que me carcome, no siento el frío lacerando mis dedos. Incluso el viento, mientras voy bajando, parece estar en mi espalda, ayudándome en el trayecto, y sé que las cosas finalmente han cambiado. Por primera vez desde que recuerdo, sé que ahora podremos salir adelante.

      Ahora podemos sobrevivir.

      .

      D O S

      Cuando llegué a la casa de papá era el ocaso, la temperatura bajaba, la nieve empezaba a endurecerse y crujía bajo mis pies. Salgo del bosque y veo ahí nuestra casa, visiblemente ubicada al lado de la carretera, y me siento aliviada de saber que todo se ve tranquilo, tal y como lo dejé. De inmediato busco en la nieve cualquier pisada -- o huellas de animales – saliendo o entrando y no encuentro ninguna.

      No hay luces en el interior de la casa, pero eso es normal. Me preocuparía si las hubiera. No tenemos electricidad, y las luces sólo significarían que Bree ha encendido velas - y ella no lo haría si no estoy yo ahí. Me detengo y escucho durante varios segundos, y todo está quieto. No hay ruidos de lucha, ni gritos de auxilio, no hay quejidos por enfermedad. Doy un suspiro de alivio.

      Una parte de mí siempre tiene miedo de que al regresar encuentre la puerta abierta, la ventana destrozada, huellas de pisadas hacia la casa, a Bree secuestrada. He tenido esta pesadilla varias veces, y siempre despierto sudando, y camino a la otra habitación para asegurarme de que Bree está ahí. Ella siempre está ahí, sana y salva, y me reprendo a mí misma. Sé que debería dejar de preocuparme, después de todos estos años. Pero por alguna razón, simplemente no puedo evitarlo; cada vez que tengo que dejar sola a Bree, es como si me clavaran un cuchillito en mi corazón.

      Aún en estado de alerta, detectando todo lo que me rodea, examino nuestra casa a la luz del día, que se consume. Honestamente, nunca fue buena, para empezar. Un rancho típico de montaña, que parece una caja rectangular sin carácter, adornado con revestimiento de vinil aguamarina barato, que parecía viejo desde el principio, y que ahora se ve deteriorado. Las ventanas son pequeñas y escasas y están hechas de un plástico barato. Parecen de las que hay en un complejo de casas rodantes. Tal vez de 4.5 metros de ancho por unos nueve de profundidad, que debía ser de un dormitorio, pero el que la construyó, en su sabiduría, la hizo de dos pequeñas habitaciones y una sala de estar aún más pequeña.

      Recuerdo haberla visitado cuando era niña, antes de la guerra, cuando el mundo era todavía normal. Cuando papá estaba en casa, nos traía hasta aquí los fines de semana, para escapar de la ciudad. Yo no quería ser desagradecida, y siempre le puse una buena cara, pero secretamente, nunca me gustó; siempre me pareció oscura y estrecha, y había un olor a humedad. Cuando era niña, recuerdo que no podía esperar a que el fin de semana terminara para alejarme de este lugar. Recuerdo secretamente que prometí que cuando fuera mayor nunca volvería aquí.

      Ahora, irónicamente, estoy agradecida por tener este lugar. Esta casa me salvó la vida -- y la de Bree. Cuando la guerra estalló y tuvimos que huir de la ciudad, no teníamos opciones. Si no fuera por este lugar, no sé adónde nos habríamos ido. Y si este lugar no estuviera tan lejos y en lo alto como está, entonces probablemente habríamos sido capturadas por los tratantes de esclavos hace mucho tiempo. Es curioso cómo se puede odiar tanto a las cosas cuando somos infantes y que terminamos apreciando siendo adultos. Bueno, casi adultos.

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